Un puente a su mundo

El árbol

Alex consiguió el nivel 60 después de 15 días en ese lugar, eso en tiempo del juego. Durante ese tiempo no se dirigieron la palabra más que para lo estrictamente necesario. Aquella primera noche las había dejado indignadas a ambas y ninguna tenía intención de disculparse.

Dos veces vieron a lo lejos a otros jugadores que claramente las evaluaban como posible objetivo. Ninguno hizo nada más. Alex sospechó que se debía al nivel de Nuriel, demasiado alto para la zona en la que estaban. La situación estaba tensa pero no podía seguir así.

Ya llevaban más de una hora del tiempo real haciendo cosas que no aportaban nada. Alex ya había alcanzado el máximo nivel posible en ésa zona y Nuriel podía entrenar en cualquier lugar. Necesitaban moverse así que Alex rompió el silencio.

—Tenemos que movernos. —Le dijo después de eliminar una decena de mobs que, en conjunto no aportaron siquiera un porcentaje visible de su barra de experiencia.

—Tú mandas. —Respondió Nuriel de manera hosca y guardando sus armas. Alex suspiró, cómo era posible que pasaran de una buena amistad a ésta cortesía molesta—. A dónde vamos entonces. Bloqueé a Tanke para que no pueda encontrarnos con mi... tú ID, pero debe estar buscándonos. No tenemos mucho tiempo.

—Pues, subir nivel ya no es una opción sería arriesgado y poco productivo. Tengo algo en mente pero hay que apresurarse.

—Te sigo.

Esa fue toda la conversación. Tuvieron que volver a montar ambas en Cerbero, lo que hizo que el viaje fuera incómodo, afortunadamente ninguna necesitaba agarrarse a algo para mantenerse sobre el huargo, por lo que no tuvieron que tocar se mas de lo necesario, una de las ventajas de estar en un videojuego. Además el lugar al que iban no estaba muy lejos, solamente fueron al sur por unos diez minutos de tiempo real, un par de horas de tiempo del juego.

Se estaban acercando al busque de zeltos, Nuriel lo notó pero no encontró un buen momento para decirlo, supuso que Alex sabía lo que hacía e intentó ignorarlo. Otros diez minutos después estaban en el lindero del bosque. Cerbero se notaba inquieto. Alex sabía que era una característica del juego para hacerlo más real, pero para Nuriel todo era nuevo. Pensó en la historia de antes y en como había reaccionado Alex la primera vez que hablaron de éste bosque. No recordaba las palabras exactas pero el punto era no acercarse bajo ningún concepto. Entonces sintió una mano en su hombro y se dio cuenta de lo tensa que estaba.

—Sabes... —Comenzó a hablar Alex, con calma—. Hay historias, muchas y muy variadas, acerca de lo que vive en este lugar. Algunas son inventadas y otras parte del lore pero ninguna es tan importante como la que nos atañe. —Cerbero adoptó un andar lento como si la voz de Alex le marcara el ritmo—. Hay un árbol, gris como ceniza, alto como el que más; sus hojas, plateadas por un lado y de un negro quemado por el otro, se mantienen estáticas sin importar cuánto viento las azote. Es una variedad de zelto única que solo crece en éste bosque y solo existe un ejemplar. Algunos dicen que es un Dios, otros que es la marca de un Dios. Si le preguntas a un chaneque te cambiará de tema lo más rápidamente posible pero se refieren a él como guardián, aunque nadie sabe que guarda. Del otro lado del bosque también lo conocen aunque para ellos es un demonio, no solo este en particular si no todas las variedades de zeltos que crecen en el mundo. Lo único seguro es que está ubicado en un punto de maná, un área donde la magia es más fuerte. Ahí es a donde vamos. El lugar está protegido por unas criaturas que solo unos pocos conocen, ya las verás cuando lleguemos, es un lugar interesante cuando menos.

Los árboles pasaban por su lado lentamente, Cerbero se movía entre ellos como un señor en su dominio. Cada tantos metros un tronco delgado y gris se llevaba su atención sin que ella pudiera evitarlo. Los zeltos eran todos de madera gris, pero las hojas variaban en negro, azul e incluso rojo, eso era una de las razones de su curiosidad. Cada mirada a los lados le revelaba un nuevo tono en esos árboles, pero todos acompañados por ese gris ceniza del tronco.

Mientras avanzaban Nuriel pudo notar como los zeltos aumentan en número hasta que a cada lado había una fila ordenada con los colores de las hojas formando un claro patrón. El suelo alrededor era solo tierra, sin plantas o hierbas o siquiera hojas muertas. Estaba tan absorta con los árboles que no de dio cuenta de que cerbero se había detenido hasta que Alex se apeó.

—Tenemos que ir a pie a partir de aquí.

Nuriel la miró como despertando de un sueño esos árboles tenían algo que la llamaba no podía decir que pero era casi místico.

—Los animales respetan ésta zona así que ni monturas ni mascotas se adentran más allá de éste punto. —Siguió explicando Alex un poco incómoda por la mirada de Nuriel. Ella asintió y se bajó del lomo de cerbero aún intrigada por la sensación que le provocaban los zeltos, luego despidió al huargo y siguieron adelante.

El camino conducía hasta un claro rodeado completamente de zeltos, era solitario y no se escuchaba ningún ruido aparte de sus pisadas. Medía por lo menos 10 metros desdé el árbol gigantesco hasta cualquiera de los otros en el perímetro. Cuando llegaron a los 5 metros algo apareció frente a ellas, fue como si ya estuviera ahí y simplemente se hiciera visible a sus ojos. Era un ser pequeño por debajo de los 50 cm. El pelaje que lo cubría de pies a cabeza era rojo obscuro igual que sus ojos, la piel que solo se notaba en la cara y la palma de las manos era gris como la madera de los zeltos. Además estaba suspendido en el aire a la altura suficiente para poder verle a la cara.

—Nuriel, se te advirtió sobre no volver aquí.

La Akuma se quedó sin habla pues ella nunca había visto éste lugar siquiera. Entonces Alex se interpuso entre ella y la criatura.

—Solo me muestra el camino. —Dijo rápidamente.




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