Lo primero que sintió Alex al despertar fue que se ahogaba. Algo le entraba en los ojos y no podía abrirlos. Pataleó y manoteó buscando algo de lo que agarrar se. Escuchó el sonido de aire liberándose de una alta presión y en seguida algo la jaló de la ropa. Cayó al suelo tosiendo y escupiendo un líquido de color azul claro. Mientras se intentaba recuperar una mano como hierro la agarró de los cabellos y la levantó violentamente. Era Tanke, la miraba con ojos de depredador.
—Dime una cosa. Cuando me me vencieran en Ayapan. ¿Qué iban a hacer después?
Alex no pudo responder, no solo porque no tenía idea sino también porque apenas podía respirar. Tanke soltó un bufido y la arrojó a un lado. En seguida se acercó a la misma consola que Dos había manipulado antes y tecleo varios botones. Un cuerpo se empezó a formar en la cápsula. Él asintió y le devolvió la atención.
—¿Qué vas a hacerme? —Preguntó Alex. Se sentía mareada y le faltaba el aire pero lo miró a los ojos con toda la firmeza que pudo.
—Seguramente Lyzeth ya te lo contó. —Respondió Tanke esbozando una sonrisa que le puso los pelos de punta—. Tranquila no te dolerá, es más, no vas a sentir nada.
Volvió a agarrarla del cabello, ella intentó resistirse pero Tanke era muy fuerte y apenas se esforzaba en apartarle las manos. La levantó y la obligó a seguirlo. Ella obedeció porque era preferible a que la llevara a rastras pero también era muy humillante. Subieron unas escaleras que antes no había visto y llegaron hasta un cuarto muy largo que ocupaba un tercio del almacén. Escuchó el chasquido suave de una cerradura electrónica y enseguida se encontró de nuevo en el suelo. La había encerrado.
Se quedó quieta un rato, recuperándose y asimilando todo lo que había ocurrido. ¿Por qué Tanke estaba aquí? ¿A caso los había seguido? Nada tenía sentido ¿A caso él no estaba en Ayapan? ¿A caso no estaba ella misma en Ayapan? ¿Cómo habían salido los dos? ¿Dónde demonios estaba Nuriel? Una parte de su cabeza pensó que ese no era su nombre pero fue un pensamiento fugaz que quedó opacado por todas las demás dudas.
No sabía lo que estaba pasando, en un momento estaba en Ayapan, en su elemento, enfrentando a Tanke y al siguiente estaba indefensa en la vida real. Le entraron ganas de llorar de desesperación. Ni siquiera tenía a Nuriel, ella había dicho que iba a protegerla pero no estaba por ningún lado.
«Ese no es su nombre. —Volvió a repetirle su cabeza—. Y no es ella, y no va a protegerme. Solo yo puedo hacerlo.»
Sabía que era cierto pero no tenía idea de que hacer. Las lágrimas siguieron brotando sin que ella pudiera detenerlas, incluso se le escaparon algunos sollozos. Se tapó la boca pensando que si Tanke no la escuchaba tal vez la olvidaría. Una vez más, esa parte de ella que se negaba a dejarse llevar por la desesperación, volvió a hablar.
«Sabes que eso no va a pasar. Ese tipo volverá y si no estás preparada le pondrás la partida en bandeja... Eso es. —Ese pensamiento la calmó lo suficiente para ordenar sus propias ideas—. Estamos en una partida, él va ganando y yo odio perder.»
Puede que verlo como un juego la ayudaría pero era uno de terror y solo tenía una vida. No había margen de error y tampoco indicaciones de ningún tipo.
Se secó las lágrimas como pudo, respiró profundamente, como lo hacía durante las partidas más estresantes y se concentró. Miró al rededor. Estaba en una habitación. Las ventanas abarcaban toda la pared interior y en el medio de ellas estaba un escritorio. Sobre el había una computadora apagada. Una de esas netbook de hacía treinta o cuarenta años. La encendió y como ya esperaba la pantalla le pidió una contraseña. Lo dejó de lado por que no tenía tiempo para eso. En un extremo había una cama desatendida y a un lado una cajonera de la que sobresalía ropa entre los cajones medió abiertos.
Tenía que ver que estaba pasando abajo pero no se atrevía. En lugar de eso revolvió las cobijas buscando algo que pudiera usar como arma pero no encontró nada. Revisó también la cajonera y solo encontró un lápiz labial aparte de la ropa de hombre. Aún se preguntó por qué esos dos tenían una cosa así antes de lograr reunir el valor que necesitaba para mirar.
Volvió a respirar a fondo para calmarse y, sin estar plenamente consciente, se metió el cosmético en la bolsa del pantalón que Nuriel había robado. Luego, lentamente levantó la cabeza y miró por la ventana. No sabía lo que esperaba solo que era mejor estar pendiente del enemigo.
El cuerpo de Dos estaba completamente formado. Tanke abrió la cápsula para sacarlo de ella. No era mucho más amable con él de lo que fue con ella. Dos cayó a un lado y se arrastró hasta encontrar la ropa que Nuriel había sacado de la cápsula cuando Dos entró en Ayapan. Se vistió apresuradamente y sin preocuparse por secarse.
Entonces Tanke levantó la mirada. Alex se tiró al suelo en un acto reflejo. Ya sabía lo que venía o al menos se hacía una idea. Escuchó los pasos de unas botas pesadas en las escaleras de metal. Desesperada se lanzó a la cama y agarró una de las cobijas. La extendió y corrió hacia la puerta. De puro milagro no se tropezó con un extremo de la cobija y se escondió a un lado de la entrada. Su cabeza estaba a mil, había entrado en un estado que los gamers conocen bien. Ves todo tu alrededor muy nítido y como a cámara lenta y sientes que puedes hacer lo que sea. Supo lo que tenía que hacer solo un instante antes de hacerlo.
Tanke abrió la puerta y miró alrededor, buscándola. Cuando dirigió su cabeza a dónde estaba escondida, se la enredó con la cobija y tiró de ella hacía abajo al tiempo que subía su rodilla. Sintió como golpeaba algo muy duro pero aún volvió a golpearlo. Enseguida se trepó sobre Tanke y salió del cuarto cerrando tras ella. Bajó por las escaleras pensando en que aún tenía que lidiar con Dos pero segura de que se le ocurriría algo. Llegó al último escalón y derrapó por lo rápido que iba. Se aferró a la barandilla y se mantuvo en pié por los pelos.
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Editado: 26.07.2021