Un puente a su mundo

Hasta que termine la partida.

Lo que despertó a Alex fue un sonido seco que la hizo estremecer. Lo identificó pues cuando era niña, durante la escuela, un chico cayó desde el techo del salón y se dio de frente contra la banqueta. Había perdido los dientes, se rompió la nariz y la sangre salía como un río. Ésta vez no ocurrió nada de eso pero aún así masticó intentando deshacerse de la sensación en su propia mandíbula.

La cabeza le daba vueltas e iba a agitarla tratando de recuperarse pero entonces escuchó la voz de Tanke. Le decía a alguien que había hecho un buen trabajo. Recordó de golpe dónde estaba y la situación. Necesitaba ver lo que ocurría pero también pasar desapercibida, abrió un poco los ojos, desde donde estaba veía los pies de Dos

Movió la cabeza lentamente y fue descubriendo el panorama. Tanke le decía sus tonterías a Nuriel a quién dos tenía inmovilizada. De la impresión su mente se bloqueó, la única esperanza que tenía se había esfumado. Apenas podía respirar y el mundo volvió a dar vueltas.

Mientras seguía perdida en la tormenta de sus pensamientos, una parte de su mente pensó que Nuriel corría peligro. No sabía la causa pero sentía la desesperación de que tenía que hacer algo. La pregunta era: ¿qué? Si una akuma no pudo hacer nada que iba a conseguir ella. No solo estaba amarrada si no que era humana...

«Espera. —Gritó su mente sacándola de la estupefacción—. ¡Amarrada¡ Eso es».

Miró a sus pies, el suelo estaba repleto de cristales rotos. De pronto entró de nuevo en ese estado de concentración absoluta. Escuchó a Nuriel gritar: “¿Cómo te atreves?” Ignoró el resto y estiró su pié hasta alcanzar un trozo de vidrio especialmente grande. Lo arrastró cubriendo el sonido con unas palabras de sorpresa, algo sobre un muerto que no estaba muerto. Lo ignoró y siguió con lo suyo.

Empujó el vidrio hacia atrás con su talón pero no pudo alcanzarlo con las manos. Entonces el labial que había encontrado dónde la encerraron le llegó a la cabeza y supo en seguida lo que debía hacer. Levantó la cadera mientras Tanke se golpeaba la cara con la mano y para cuando hablaba de manzanas ya tenía las muñecas embarradas de labial rojo. Hizo fuerza y la cuerda fue deslizándose poco a poco. Tardó un momento en alcanzarlo pero en su cabeza solo había lugar para lo que tenía que hacer.

Lo tocó con el dedo anular pero sus manos estaban resbalosas por el labial. En lugar de desesperarse empujó un poco más. Lo rodeó con los cuatro dedos opuestos al pulgar y se aferró a él como si su vida dependiera de ello... Pensándolo bien, si que dependía de eso.

Escuchó algo sobre Gama y Romeo, quienes quiera que fueran. Ella se concentraba en frotar el borde afilado del cristal para cortar la cuerda. Tenía los dedos resbalosos por la grasa del pinta labios y a cada ida y vuelta del vidrio sentía lineas de dolor agudo en los dedos que se transformaban en calor y luego en ardor. Las manos se le pusieron pegajosas de sangre rápidamente.

En algún momento Nuriel gritó: “No” y a Alex casi le dio un infarto. Lo único que la mantuvo quieta en ese momento fue el estado mental en que se encontraba. No hubiera reaccionado ni aunque Tanke la estuviera mirando a los ojos. Lo único que podía devolverla a la normalidad era el final de la partida. De otro modo ella seguiría jugando.

Tanto así, que cuando Tanke le dio una mirada comprobando que seguía dormida, Alex tuvo tiempo de dejar caer su cabeza y detener el vaivén de sus manos. Siguió concentrada, escuchando por el momento oportuno. Escucho sonidos de forcejeo y supo que debía aprovecharlo, así que siguió con lo suyo. Tenía poco tiempo y un “Basta ya” seguido de silencio se lo recordó. Apresuró los cortes, y sintió como el lazo cedía poco a poco. Entonces Nuriel volvió a gritar, no tenía duda de que era de dolor.

—Tal vez lo haga de todas formas. —Dijo alguien. Alex no escucho el cuello partiéndose pero no era necesario, sabía que se acababa el tiempo. Jaló sus manos forzando el último hilo del lazo para romperlo. Se levantó y aún tuvo que forzar una vez más para soltarse por completo. Corrió y gritó como una loca.

Tanke giró de un salto y quedaron frente a frente. En su abdomen un símbolo rojo brillaba y se hacía más intenso cada momento. Lo único que le llegó a la cabeza fue que no era un tatuaje pero tampoco era una cicatriz. Intentó alcanzarlo con las manos goteando sangre. Él echó el torso hacia atrás y se las agarró. Esa reacción le dijo que iba por el camino correcto pero la tenía bien sujeta.

Intentó soltarse agitándose pero solo logró girar hacia un lado. Cambió de estrategia pateando a Tanke entre las piernas. Él apenas se movió pero cerró los ojos por el dolor. Alex se tiró al suelo aplicando todo su peso y tomándolo por sorpresa. Para evitar caer soltó una mano y se sostuvo con ella. Alex aprovechó, enterró las uñas ahí donde la runa brillaba y sintió la carne dura como cuero. Algunas uñas se le rompieron y saltaron despegando se de la carne sensible del dedo, Alex apenas lo registro en su mente.

Su ataque casi no hizo daño pero fue lo suficiente para deshacer la runa. Creyó que eso detendría el ritual pero no fue así. La luz rojiza llenó el local deslumbrando la. Se restregó los ojos pero solo logró llenarse la cara de sangre y labial. Intentó abrir los a pesar de que la suciedad le ardía y tuvo que parpadear varias veces para deshacerse de la sensación. Aún no lo lograba del todo cuando escucho la voz de Tanke, sonaba molesto.

—¿Qué hiciste? Vas a pagar por ésto. Maldita seas. Tú y tu descendencia por mil años... No, hasta el fin de los tiempos y aún después de eso.

Mientras gritaba incoherencias, la agarró de la cabeza con las dos manos y la levantó. Hacia tanta presión que Alex creyó que se la reventaría como un melón. Empezó a gritar por el dolor, asustada y desesperada. Sin saber que más hacer intentó apartarlo. Usó la misma manos que había usado para deshacer la runa en su abdomen. No esperaba nada más que un manotazo para apartarla pero en lugar de eso Tanke la soltó. El dolor disminuyó aunque no hasta desaparecer. Se sobó la cabeza sin saber que ocurría y con el antebrazo se limpió los ojos. Él estaba recargado de una pared al fondo y la miraba enfadado.




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