—¡¿Qué me has hecho, padre?! —Erany vuelve en sí en solo unos minutos después de su letargo, sintiéndose abrumada y confundida. La mirada del rey es sombría.
—No tuve otra alternativa. Erany, no estas dispuesta a encontrar el amor y casarte antes de que se cumpla un ciclo de luna, lo sé porque antes ya he hecho de todo para que puedas enamorarte. He llenado este castillo de bailes, he realizado cruzadas, desafíos para los caballeros dispuestos a conquistarte, pero tú simplemente no miras a nadie. Así que le he hecho un encantamiento a tu corazón y lo he lanzado por el portal a cualquier mundo en este basto universo donde este crea que se encuentra ese ser digno de él. Si tú no eres capaz de encontrar el amor, tu corazón lo hará por ti.
—Pe…pero Padre ¿no te das cuenta? ¡me has condenado!
—Lo sé, no tienes mucho tiempo. Créeme que no ha sido una decisión fácil la que he tomado, me duele muchísimo haberte condenado a una inminente muerte sino llegaras a encontrar tu corazón a tiempo de que acabe el encantamiento. Por ello te pido hija te marches ahora en su búsqueda y en la del ser que este haya escogido para ti.
—¿Cómo lo encontrare?
—Guíate por el sonido de los latidos de tu corazón, este te llama y espera por ti —El rey vuelve a realizar un movimiento de manos y de hechicería y abre el portal—. Vamos Erany, busca tu corazón y al rey de tu reino. Roth, acompáñala, se su guía y su mentor, cuida de ella en cualquier mundo al que vayan.
—Mi rey, estoy para servirle, pero me preocupa que estando fuera del reino se presenten dificultades en el palacio.
—General, ¿acaso no crees que aún tengo la suficiente fuerza y magia para proteger mi reino? Vamos, vayan sin cuidado que aún soy el mago más poderoso de estos lugares. —La princesa Erany y el general Roth partieron por el portal a un mundo desconocido. En cuanto desaparecieron este se cerró.
El rey se sentó en su silla del trono sintiéndose abatido, le duele realmente lo que ha hecho. Ama a su hija demasiado y en el fondo solo espera no arrepentirse de esta decisión.
—Rey Braco, rey Braco. —Una de las jóvenes brujas que atiende en palacio se acerca apresurada y mortificada.
—¿Qué pasa Ámel?
—El rey Yorkshary se encuentra fuera de los linderos del reino Weiller, amenaza con iniciar la guerra si en estos momentos la princesa Erany no sale a dialogar con él.
El rey no pierde el tiempo, se incorpora rápidamente de su trono y sale presuroso de la sala real, no pensó que tan pronto tendría que guiar su ejército a una batalla contra el reino vecino, es muy probable que el demonio de Yorkshary les haya jugado una treta, y esto es lo que quería, que la princesa Erany se fuera junto al mejor de sus guerreros brujos. ¡Maldito tramposo! Al fin y al cabo demonio.
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La princesa Erany y el general Roth llevan varios días vagando en el mundo humano, a este sitio es donde los ha enviado el portal, más no están seguros si es aquí donde encontraran el corazón de la princesa. La primera vez que tocaron pie en tierra de humanos, estuvieron por horas confundidos, y sin vergüenza a parecer cobardes incluso reconocen que algo temerosos de encontrarse en un lugar tan diferente al suyo, desde que llegaron han sido testigos del caos que se vive en este reino, toda la gente se mira estresada, apurada, corren de un lugar a otro, sin siquiera prestar atención a lo que ocurre a su alrededor, es como si sus reyes los incitaran a vivir casi esclavizados, tristes y frustrados. Por sus grandes y extensas construcciones no se aprecia el verde de los campos, no se respira aire limpio de montañas como en Weiller, y ni siquiera se puede apreciar el cielo por esas enormes torres donde tienen sus trabajos y viviendas, sus medios de transporte son ruidosos y contaminan el aire.
Uno de los principales problemas al que se enfrentaron al llegar fue encontrar la prenda de intercambio para realizar trueque por alimento y vivienda. Pasaron algunos días con hambre, el general Roth se vio obligado a robar comida para su princesa, e iba por el segundo asalto cuando descubrieron que las joyas de la realeza que portaba la princesa Erany eran sumamente valiosas y codiciadas para los humanos, así que intercambiaron joyas por la moneda de cambio que utilizan y pudieron hacerse de mucha comida y de un lugar donde vivir.
Ahora se encuentran en una calle concurrida y observan a su alrededor, la princesa Erany se siente perdida, aunque el general Roth no la está pasando mejor, extraña mucho su reino y a su amada Benet.
—En que pensaba mi padre al enviar mi corazón a este mundo. ¿Aquí a quien podría encontrar que pueda amar?
—Le recuerdo princesa Erany, que tuvo la oportunidad de enamorarse de un orco, de un elfo o de algún brujo del reino, pero usted es demasiado quisquillosa. Al parecer su corazón ha debido viajar a otro mundo para encontrar el amor.
—¿Cómo se supone que lo encontrare en medio de este caos?
—Se supone que debe escuchar los latidos de su corazón llamándola.
—¿Cómo lo hago en medio de tanto ruido? si ni siquiera soy capaz de escuchar ni mis propios pensamientos.
—No lo sé princesa, pero debe darse prisa, el tiempo se le acaba, y le recuerdo que hoy inicia el ciclo de luna con la primera luna nueva.