Jack Storm, lleva prisa y se encuentra sumamente alterado, uno de sus negocios millonarios ha salido mal, como para tolerar el atrevimiento de alguien importunándolo. Levanta su mirada irritada a quien se atrevió a detenerlo y barre a la pequeña y encantadora mujer que lo ha hecho. En escasos segundos la ha escaneado, joven, tez blanca, milimétricas pecas en nariz y mejillas, cabellos largos, castaños, parecidos a la miel, mejillas arreboladas, ojos extrañamente de un color dorado, mirada de asesina y cuerpo de diosa en un vestido negro, largo y de estilo gótico. Jack pudo haberle sonreído y coqueteado en otro momento, pero no ahora que se lo llevan los demonios de la rabia por haber perdido una transacción tan importante. Ahora ella solo lo está incordiando.
—Niña, deja de hacerme perder el tiempo. —Le habla con enfado esperando verla alejarse ahuyentada por su actitud desagradable. Pero a Jack por primera vez le impacta la actitud orgullosa y altanera de una mujer, quien a diferencia de lo que creyó esta se irgue en toda su altura y lo mira desafiante.
—Niña nada, devuélveme lo que es mío.
—¿Estás loca? ¿por qué tendría algo tuyo si no nos conocemos? —Sus escoltas se han adelantado intentando cubrirlo de una posible amenaza, pero él levanta una mano y les detiene en su avance, llevado por la curiosidad de saber hasta donde la pequeña dama lo desafiara y por qué.
Pero no se esperaba el que ella acortara el espacio que los separaba e intentara tocarlo dirigiendo su mano directamente al cuello. En un acto impulsivo la toma por la muñeca para evitar que invada su espacio personal, pero al contacto de su piel miles de sensaciones electrizantes le recorren de la cabeza a los pies. Sus miradas atónitas se conectan atrapándolos en una vorágine.
La princesa Erany es la primera en romper el contacto de sus miradas, mas no por eso deja de sentirse perturbada.
—Eso que cuelga en tu cuello me pertenece —habla serena sin dejar de ver a su corazón dentro de la piedra latiendo de manera exagerada, percibiendo una emoción jamás sentida y preguntándose qué es eso que siente.
—¿Qué? ¿hablas de esta baratija? —Jack toma entre sus dedos el dije de piedra, no puede ver como lanza su luz fluorescente, para él, solo es un pedazo de roca adherido a una cadena. Erany lo ve con disgusto.
—¿Cómo te atreves a llamarlo así? Eres tan ordinario, no creo que mi corazón te haya elegido, lo tienes por error, tus burdas manos no deberían tocarlo —se suelta del agarre que ejerce en su muñeca y retrocede un par de pasos, enfrentándolo con rabia, sus ojos brillan peligrosamente a punto de actuar de manera temida e imprudente. Pero el empresario Jack Storm no es cualquier persona en este mundo, él es un multimillonario dueño de grandes transnacionales, es un hombre de éxito, orgulloso de ser quien es, exige respeto y si no es respeto es miedo, por lo tanto, no dejara que una chiquilla que dice locuras le hable de esa manera frente a su gente, su mirada se acera y se acerca a ella intimidante.
—No te permito que me hables de esta manera, al parecer no tienes ni idea de a quien le hablas así, mejor aléjate antes de que les pida a mis hombres que te retiren de mi presencia y no de una manera cordial.
El general Roth se ha puesto en guardia justo detrás de la princesa, hasta el momento había permanecido como un espectador, pero no permitirá que nadie le falte a su monarca. Mira con desafío a los cuatro escoltas del hombre autoritario dispuesto a actuar ante el mínimo movimiento amenazante.
—No, sin lo que me pertenece —el orgullo de la princesa sale a flote.
—Esto es mío —empuña la piedra sintiéndose posesivo con ella—, no te lo daré.
—¿No? ¡ya lo veremos! Nistemus oracus ne… —Erany abanica sus manos frente a él y comienza a realizar un hechizo dispuesta a convertir en sapo a Jack Storm, él se lo ha buscado.
—Princesa Erany, no puede utilizar su magia en este mundo. Por las leyes del universo lo tenemos prohibido —es interrumpida por el general Roth quien se acerca a su oído y le susurra.
—¿Ni siquiera un poquito?
—Así es, si lo hace tendremos un castigo temible de los dioses.
—Definitivamente eres una chiquilla loca, estoy muy divertido contigo, pero ya debo irme, asuntos importantes requieren mi presencia —Jack se dispone a darse la media vuelta y retirarse.
—¡Alto ahí, si no quieres que te encante!
—¿Ahora aparte de loca resulta que eres bruja? —Jack ahora si está divertido, sonríe genuinamente.
—Sí, la mejor y más poderosa de mi reino —se muestra orgullosa de reconocer lo que es y al momento la confunde que el hombre se ría a carcajadas, como si hubiera sido un chiste lo que ha dicho, arruga el entrecejo y sus ojos centellan de enfado— ¿Te burlas de mí? ¡Te convertiré en sapo por tal atrevimiento, te haré hervir en mi caldero! —amenaza. Pero sus palabras solo hacen que él ría más.
Jack sin preámbulos la toma fuertemente con una de sus manos de la cintura y la atrae a él, mirándola fijamente a los ojos con tal intensidad que la subyuga sin proponérselo y sin ella esperarlo.
—¡Si quieres yo puedo hacerte arder en mi fuego, bruja loquita! —Y nuevamente sus miradas se entrelazan amenazando con avasallar sus mundos. Toda diversión desaparece del rostro de Jack, mientras aprecia las delicadas facciones del rostro de la princesa y su mirada baja a los suaves y acolchados labios de ella, ansiando sucumbir al inesperado deseo que tiene por besarla.