Un sacrificio inesperado

Capítulo 9.

New York.

Después de la confesión que Zuri le hizo a su hijo sobre su padre biológico, los tres siguieron compartiendo esa noche de una manera especial, ya que ella se encargó de hacerles una deliciosa cena a base de la dieta del niño como celebración, luego se tomaron algunas fotos juntos como si fueran una familia real.

Todo el tiempo fueron risas y carcajadas, puesto que Zuri ya le había hablado del nacimiento de Daniel por teléfono, además de que le mostró fotos cuando estaba recién nacido. La interacción entre ambos seguía siendo muy buena.

Darren los dejó descansar del viaje luego de unas horas de compartir dentro del ático y regresó a su casa, donde su mamá lo estaba esperando con ojos de halcón, aunque a él le valía rábano sus gestos de fastidio, no estaba dispuesto a permitir que ella le arruinara las últimas horas de ese día tan maravilloso.

—¿Dónde andaba?—cuestionó su madre.

—Soy un adulto hace mucho tiempo y no tengo que darte explicaciones de todo lo que hago o lo que no—respondió de manera tajante.

—Nunca habías llegado a casa tan tarde de la noche, después de tu recuperación y, por lo menos, siempre avisabas donde andas metido —insistió.

—Esta vez no dije nada, tan simple como eso—dijo Darren.

—¿Te estabas viendo con otra mujer?—averiguó su madre de repente, mostrando una postura de reclamo—. Recuerda que no puedes estar con nadie más que no sea Cindy.

Darren comenzó a reír con ironía, ya que le costaba creer el dominio que intentaba ejercer sobre su vida, como cuando era un chiquillo. Parecía no entender que ya era un adulto de veintiséis años, alguien que podía manejar su vida a su antojo o como le diera la gana.

—Con quién me involucro o no, también es mi problema y mi vida personal, confórmate con que estoy manejando la empresa que tanto celas, cumpliendo con lo que quieres… Además, mañana tengo algo importante que anunciarte —declaró.

—¿De qué se trata? No quiero sorpresas desagradables —negó.

—Mañana lo sabrás y ahora voy a dormir, buenas noches. — Darren culminó la conversación.

Subió a su habitación para descansar, sabía que al día siguiente venía un día complicado y posiblemente de guerra declarada, era consciente del carácter de su madre, de lo obstinada que podía ser cuando se lo proponía.

Se preparó para entrar en la cama y, desde que lo hizo, se quedó pensando en la reacción que iba a tener cuando viera a Daniel. ¿Lo iba a querer o repudiar? Era algo que no podía adivinar en ese instante, aunque deseaba que todo saliera de manera positiva para todos.

También pensó sobre Zuri como madre de su primogénito y aún no tenía claro lo que sentía hacia ella. A pesar de que se encontraba muy cómodo a su lado, su personalidad le hacía querer estar cerca de ellos todo el tiempo. Era tan dulce, amable, dócil, una chica que lo miraba con ojos de admiración.

Unos meses antes, estaba seguro de que se iba a casar con Cindy y todo cambió cuando los conoció a ellos. Quería ejercer su papel de padre responsable con su hijo sin involucrar a terceros, además, aún se sentía contrariado con los sentimientos que Zuri sentía antes por él, si todavía seguían vigentes en la actualidad, por lo que no quería herirla de ningún modo.

Decidió cerrar los ojos para tratar de conciliar el sueño y así dejar de pensar en cosas que aún le abrumaban, explotándole la cabeza con tantos pensamientos.

Darren esperaba paciente en la sala del ático a que su hijo y la madre se vistieran adecuadamente, por eso se encargó de comprarles bonitos atuendos para hacer la presentación de su familia, puesto que sabía que su madre era muy meticulosa, sobre todo en la apariencia de las personas, juzgaba a los demás según como iban vestidas.

Era un momento que le causaba demasiada ansiedad, pues conociendo su carácter sabía que era capaz de insultar a cualquiera y por eso eligió el mejor momento para hacerlo, justo cuando sus abuelos maternos se encontraban en casa, muy contrario a su hija dominante, ellos si eran personas muy agradables que le servían de defensa.

—Ya estamos listos —informó Zuri.

Tenía puesto un hermoso vestido con tacones y su hijo llevaba puesta una camisa fina color pastel, unos pantalones de tela negros y zapatos elegantes. Se veía muy guapo con el peinado que le hizo su mami.

—Bien, entonces vámonos —pidió Darren.

Agarró a su pequeño hijo de una mano para ayudarlo a salir de ático y los tres bajaron por el elevador hasta la entrada del estacionamiento, donde el chofer de la familia Snox estaba esperándolos, además de algunos escoltas de su seguridad personal que le impuso la señora Snox.

—Suban, por favor—dijo.

—Gracias, qué amable —contestó Zuri.

Aunque ella trataba de no demostrar su nerviosismo, las manos le temblaron y miraba de reojo a su eterno amor imposible, el hombre por el que aún seguía suspirando como colegiala, aunque quisiera negarlo, le parecía un hombre tan atractivo que se veía irreal, alguien que ni en sus sueños tendría nunca a su lado.

Daniel iba preguntándole cosas a su padre mientras ella seguía muda y era mejor así, necesitaba canalizar sus energías antes de llegar a un entorno desconocido que le generaba mucho nerviosismo.

Luego de un largo recorrido que pareció eterno, llegaron a la enorme mansión que poseían los Snox y así observó cómo se abrieron los portones gigantes, dejando que el auto entrara hasta el jardín que cubría la entrada de la casa.

—Llegamos y recuerda, ambos están seguros conmigo—expresó.

—De acuerdo.

Los tres bajaron del auto para entrar por la puerta principal y Zuri vio cómo Darren agarraba a su hijo con verdadero orgullo, algo que la hizo sentir mucha felicidad. Mientras la relación entre ellos fuera tan genial, no le importaba que la dejaran de lado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.