––Suélteme.
Una exclamación de sorpresa se oye en el lugar cuando el hombre levanta su mano en el aire con intenciones de golpearla.
Estaba en lo cierto, ella es víctima de agresión.
Rápidamente me interpongo entre los dos, pero dándole la cara al malnacido.
––Los hombres no deben levantarle la mano a una mujer.
El hombre repara mi presencia en ese momento, su expresión de rabia pasa a una diversión.
––Veo que te conseguiste un príncipe azul y en San Valentín, por fin tu suerte está cambiando, Maytte––dice viéndola fijamente, sin darme un segundo vistazo––pero tristemente la suerte es loca y cualquiera le toca, pero a las personas con mala suerte desde que nacieron, no les dura mucho que digamos.
¿Quién demonios es para hablarle así?
––Lárgate de mí vista––la desgarradora voz de Maytte causa unas ganas inexplicables de protegerla.
––Ya ha oído, váyase de aquí antes de que llamemos a la policía ––Diego con autoridad se posiciona al costado del hombre––, no queremos que se arruine el ambiente que tenemos y tenga por seguro que, si eso pasa usted tendrá graves problemas.
El sujeto nos mira a ambos antes de resoplar y dirigirse a la salida no sin antes darle una mirada a Maytte.
Eso fue fácil, pensé que iba a causar un alboroto.
Giro hacia ella, pero una vez que lo hago no hay nadie. Diego me hace una seña en dirección al baño de damas. Suspiro dirigiendome hacia allá.
––¿Maytte? ––pregunto cuando estoy frente a la puerta del baño.
––¿Maytte?
Sin respuestas.
Toco dos veces, y nada.
Estoy a un instante de volver a preguntar, pero la puerta es abierta y veo como lágrimas no paran de bajar por sus mejillas. Nos quedamos observando en silencio, estoy a punto de preguntarle si se encuentra bien, pero ella habla primero.
––Es mi padre.