Capítulo 58:
Hace más de una hora que Helena insiste con sus llamadas hacia Alejandro, pero siempre obtiene la misma respuesta: un sonido cortante y, segundos después, salta el contestador, sin poder comunicarse con él.
Helena tiene un mal presentimiento de todo esto... ¿Y si Alina se las ingenió para aparecerse temprano por la empresa y decirle toda la verdad? Sería el final, piensa con tristeza, con un nudo en el estómago y en la garganta que apenas la deja respirar.
No le queda otra opción que ir a la empresa. Hoy, por orden de Alejandro, debía presentarse por la tarde para participar en unas reuniones de la junta directiva. Aún no cumplía con sus obligaciones como CEO al máximo hasta que no fuera presentada en el cumpleaños de su abuela, la semana entrante, pero él había decidido acompañarla y presentarla a los demás directivos para demostrarle su apoyo. Ahora, con todo lo sucedido, no puede quedarse tranquila y esperar en la casa. Alina podría destruir su mundo en solo un minuto, y no puede permitirlo. Quizás su mundo se destruya al contarle la verdad a Alejandro, pero será su verdad, no una verdad alterada para hacer daño.
Rápidamente, en compañía de Tony, ambos se suben a su auto y se dirigen hacia la empresa. En el camino, Helena sigue insistiendo con las llamadas, pero sigue obteniendo el mismo resultado.
—No me atiende las llamadas, Tony —exclama con la voz entrecortada por los nervios—. Tengo un mal presentimiento... estoy aterrada.
Tony toma la mano de su amiga en señal de apoyo.
—Tranquila, Helena, hablaremos con él. Aún es temprano, quizás esté ocupado con la organización de la junta directiva y no esté pendiente de su teléfono —intenta tranquilizarla, pero él también tiene ese mal presentimiento... Su hermano es un adicto al trabajo, pero siempre tiene su teléfono a cuestas. Nunca ha rechazado una llamada por más de una hora. Si no ha podido atenderla, a los pocos minutos la devuelve. Algo pasó... pero no quiere poner más nerviosa a Helena de lo que está. Confía en que logrará hacer recapacitar a Alejandro si Alina se ha adelantado a ellos y le ha llenado la cabeza solo por despecho y maldad.
El tráfico, como todo lunes a la mañana, comienzo de semana, está imposible. Los nervios y las lágrimas se apoderan de Helena, quien ya no puede controlar sus estados de ánimo y ansiedad y termina rompiendo en llanto. Está completamente segura de que Alina le ha dicho la verdad, si no, no entendería el porqué de la negativa de Alejandro a responder sus llamadas. Hace casi dos horas que no para de llamarlo y él no ha devuelto ninguna de ellas.
Finalmente, media hora después, el tráfico parece avanzar y rápidamente se dirigen hacia la empresa.
Una vez en ella y con los nervios a flor de piel, Helena baja corriendo de su vehículo, seguida por Tony. Está tan ansiosa que no puede esperar el ascensor, por lo que sube las escaleras corriendo. Jamás lo había hecho. Al llegar al tercer piso, agitada y sin poder respirar por la ansiedad y el esfuerzo físico, se acerca a la secretaria de Alejandro, quien la observa preocupada al ver el estado en que se encuentra. La joven siempre ha sido muy amable con ella, por lo que le acerca un vaso con agua y Helena espera recuperar su estado hasta comenzar a hablar:
—Helena, ¿estás mejor? —pregunta mirándola a los ojos.
—Sí, Lucrecia, solo dime que Alejandro está en su oficina.
—En realidad, sí... él está allí adentro, pero algo ha sucedido —añade la joven, alterando aún más los nervios de Helena, quien ya camina por las paredes.
—¿Por qué dices eso? —exclama Tony, quien sí había subido en el ascensor, ya que no había podido alcanzar el ritmo de Helena.
—Cuando llegué a las 8, él ya estaba en la oficina. Eso no es lo raro, porque siempre llega una hora antes que nosotros, pero ni bien me vio llegar, se acercó a mí y me dijo que no quería ver a nadie, que no le pasara ninguna de las llamadas, incluyendo... las tuyas, Helena.
—Dios mío, ya lo sabe —Helena rompe a llorar por enésima vez. Aún se sorprende de dónde le salen tantas lágrimas.
—Hele, escúchame, hablaremos con él, déjame que primero lo haga yo. Intentaré llegar a él —Tony abraza a Helena sintiendo una enorme tristeza por ella. Helena es la mejor persona que ha conocido en toda su vida, pura, honesta, sincera, y no se merece estar pasando por todo esto, por culpa de una maldita arpía como Alina.
—¿No escuchaste a Lucrecia? No quiere ver a nadie. Menos querrá verte a ti... sabrá que vas por mí.
—Hele, no permitiré que esa mujer se salga con la suya o juro que dejaré de considerar a Alejandro como mi hermano.
—Él no tiene la culpa, fuimos nosotros quienes lo engañamos.
En ese momento, la puerta de la oficina de Alejandro se abre lentamente. Al escuchar el tumulto afuera, decidió enfrentar él mismo la situación.
Helena dirige su mirada hacia él. Jamás lo había visto tan triste en todo el tiempo que lo conoce. Está pálido, con los ojos hinchados, como si hubiese llorado, y, al parecer, un poco ebrio.
Alejandro cruza su mirada con la de ella, una mirada llena de dolor, decepción y demás emociones imposibles de describir. Helena se siente la peor basura del mundo por hacerlo sentir de esa manera, pero ha llegado el momento de que sepa toda la verdad. Si es el fin de su relación, al menos será hablando cara a cara y explicándole cómo fueron las cosas.
—Alejandro... tenemos que hablar —exclama Tony, acercándose a su hermano. Quiere ser el primero en hablar con él, para tranquilizarlo y que Helena no sea presa de toda su furia. Aunque, viéndolo bien, no hay rastros de furia en él, todo lo contrario: es como si lo hubiese pasado un camión por encima. Está triste, apagado, jamás lo había visto en ese estado tan deplorable.
—Tony —exclama con su voz apenas audible—, no quiero hablar contigo, es con Helena con quien debo hablar.
—Pero...
—Tony, Alejandro tiene razón, necesita saber la verdad, mi verdad.