Un Secretario Muy Especial

Epílogo:

Epílogo:

Alejandro no puede creer cómo ha cambiado su vida en todo este tiempo, desde que conoció a Helena. Aún recuerda la primera vez que la vio en su oficina, junto a Tony, sin poder decir ni una sola palabra de los nervios y él juzgándola sin conocerla. Qué grave error había cometido desde el principio. Después de ese día, durante mucho tiempo siguió sintiendo que no podía confiar en Helena, que algo había en ella que lo hacía sentir diferente y por eso no quería tenerla cerca. Pero fueron pasando los meses, y esa muchachita, a veces dócil, a veces desafiante, se metió tan dentro suyo que no pudo quitarla más de su mente ni de su corazón, convirtiéndose en el amor de su vida y dándole la posibilidad de ser padre, algo que nunca pensó que sería posible.

Días después de que Helena le diera la noticia de la llegada de su hijo, Alejandro pidió una cita con su médico. No es que desconfiara de ella, todo lo contrario, quería saber qué había sucedido con su esterilidad y si solo fue un milagro o podrían tener más hijos en el futuro, algo con lo que soñó toda su vida: formar una familia numerosa con una increíble mujer a su lado.

Y realmente se llevó la sorpresa de su vida cuando el médico, después de practicarle unos exámenes hormonales, lo citó en su consultorio:

—Alejandro, según los exámenes médicos, tu producción de espermatozoides ha ido en crecimiento. Se podría decir que tu diagnóstico de esterilidad se ha revertido.

Alejandro no podía creer lo que escuchaba. Hacía años, cuando prácticamente sus testículos dejaron de producir espermatozoides, sintió que su mundo se desvanecía. Sin la posibilidad de convertirse en padre, ninguna mujer querría estar a su lado, lo que hizo que él se alejara de ellas para no sufrir su rechazo. Pero ahora, después de años, saber que su esterilidad ha sido revertida es lo que termina de completar su felicidad. Saber que podrá formar la familia numerosa que siempre soñó lo hace sentirse un hombre completo física, mental y emocionalmente.

Solo faltan unas horas para que comience la celebración por el cumpleaños número 80 de Lucía. Una celebración que se fue aplazando por sus problemas de salud, pero que, ya recuperada, desea festejar con todos sus seres queridos.

Helena está en su habitación, nuevamente en la mansión de la familia Montenegro, poniéndose un vestido que le regaló Alejandro, un vestido que realza su nueva figura. Poco a poco su vientre va creciendo, y aunque nadie lo sabe aún, sería un milagro poder ocultarlo esa noche. Sin embargo, no es la intención, todo lo contrario. Esa noche, frente a sus familiares y amigos, Alejandro y Helena confesarán que un nuevo heredero viene en camino.

Está terminando de maquillarse cuando siente un golpe en la puerta de su habitación. Al dar el permiso para que la persona en cuestión ingrese, se lleva una grata sorpresa: es nada más ni nada menos que su amiga Micaela. Helena, emocionada y ahora más que nunca después del embarazo, se acerca a su nueva amiga y ambas se abrazan.

—Mica, no puedo creer volver a verte. No sabes la felicidad que siento —exclama muy feliz. Hacía meses que había desaparecido sin dejar rastro ni dar una explicación. Preocupada, muchas veces había preguntado por ella a Lucía y a Tony, pero no habían sabido qué responderle. Ahora está allí y no la va a dejar ir tan fácilmente otra vez. Le debe mucho a ella, al igual que a Lucía. Micaela fue una de esas personas que le enseñó a creer en sí misma y no solo por su cambio de imagen.

—¿Y perderme la increíble fiesta de mi madrina? Ni lo sueñes, ni siquiera por ese malnacido de Luciano Montenegro —confiesa, con algo de dolor en su voz—. A mí también me pone muy contenta verte, verte en lo que te has convertido y descubrir que mi primer sobrino viene en camino —añade con una sonrisa.

—Mica, si supieras lo que sufrí tu partida. Durante mucho tiempo pregunté por ti, pero nadie supo decirme dónde estabas ni darme un número de teléfono para poder comunicarme contigo.

—Lo siento, Hele, era la intención. Pero tranquila, juro que no volveré a desaparecer otra vez.

—¿Puedo saber por qué te fuiste de esa manera? ¿Luciano tiene que ver con tu desaparición? —pregunta, intentando sacarle una confesión, pero tampoco quiere ser tan inoportuna ni traerle un mal recuerdo. Sabe que Luciano, ahora que lo conoce más a fondo, es un buen muchacho. Al menos con ella es muy protector como cuñado y socio comercial, pero sabe de sus andanzas y de que no es hombre para una sola mujer.

—Ay, Helena, ¿qué decirte? Luciano Montenegro ya no significa nada para mí. Aún no puedo creer que estuve tantos años enamorada de él, realmente una pérdida de tiempo —confiesa, llamando la atención de Helena.

—Eso quiere decir que entre él y tú pasó algo, ¿verdad? No olvido que Luciano no te quitaba los ojos de encima.

—Tu cuñado es un déspota, Hele… Lamentablemente, caí en su mentira, como tantas mujeres… pero ya no más —exclama muy convencida y segura de lo que dice.

—Mica, lamento escuchar eso. Luciano no es un mal muchacho, solo un poco inmaduro. Quizás ahora, frente a Ediciones Montenegro, le sirva para crecer.

—No creo. Luciano jamás cambiará… pero eso ya no importa. ¿Adivina qué? —exclama, dejando su decepción de lado y con una sonrisa de felicidad en sus labios—. Dentro de muy poco voy a casarme y he venido a pedirte que seas una de mis damas de honor.

—¿Eso quiere decir que… vas a quedarte? —pregunta Helena, emocionada.

—Así es, mi chiquita. Y ahora más que nunca… —añade con una sonrisa divertida.

—¿Ahora más que nunca?

—Sí, Hele, ahora más que nunca porque mi madrina me contrató para ser la editora en jefe de Ediciones Montenegro —confiesa, sorprendiéndola enormemente.

—¿Lo dices en serio? Eso quiere decir que…

—Trabajaré con el idiota de Luciano ahora que heredará el cargo presidencial… ¿Quién diría que un imbécil como él sería tan competente para llevar adelante la empresa?




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