Cuando Fernando se levantó, se quedó sentado en la cama pensando en la muchacha. Buscaba maneras de cómo pudiera saber sobre ella o, por lo menos, conocer su nombre. Mientras pensaba, recordó algo y tuvo una idea. Así que se levantó, se alistó, bajó a desayunar. Doña Lorena iba a hablar con él. Pero este no le escuchó y salió de la casa a caballo hacia la ciudad.
Llegó cabalgando hacia la casa de los padres de Chadler, Álvaro estaba entrando también y Fernando se acercó.
—Fernando. No esperaba que vinieras tan pronto —exclamó—. Me da gusto.
—Igual a mí, pero el motivo de mi visita es con otra finalidad.
—Está bien, pero pienso que hubieras usado otras palabras. ¿Necesitas un favor?
—Se podría decir que sí, solo, necesito hablar con todos ustedes.
—Está bien, llamaré a los demás, pero ven conmigo —dijo con mucha intriga.
Ambos entraron; Fernando se quedó en una habitación aparte; Álvaro fue en busca de los demás; estos estaban terminando de desayunar. Cuando lo vieron entrar, este les dijo que Fernando los estaba buscando y necesitaba hablar con ellos. Todos caminaron y Álvaron los llevó hasta dónde estaba. Cuando entraron, vieron a Fernando, se quitó la capa y se sentó; los demás también se sentaron.
—Ojalá que sea importante —dijo Chadler acomodandose—. Si se trata de un favor, tiene que serlo.
—Espero no interrumpirlos en alguna actividad. Si es así, puedo regresar en un momento.
—No, realmente no lo haces, Fernando —respondió Eduardo—. Justo terminamos de desayunar.
—Vamos directo al grano, Fernando —dijo Álvaro cruzando los brazos— ¿Qué necesitas?
—Pues resulta que la noche de la fiesta conocí a una joven muy hermosa. Hablamos un poco y, pues, la verdad me pareció muy agradable y quiero saber quién es, debido a que no tuvo tiempo de decirme su nombre. Y creo que es noble.
—Conocemos a muchas jóvenes nobles. —Dijo Álvaro. —Podría ser cualquiera. Incluso mi hermana.
—¿Puedes darnos alguna indicación de quién es? Así es más probable que demos con quien buscas.
—Eso si puedo. Ella era quién estaba cantando en la fiesta.
—Ya sé de quien hablas. Su nombre es: Luisa Fuentes, hija adoptiva de nobles españoles. Y mi madre es amiga de su madre —respondió Eduardo—. Muy hermosa, por cierto.
—¿Estás seguro que ella es a la que buscas? Preguntó Álvaro: —Podría que solo te estés confundiendo.
—Busco a quien estaba cantando en la fiesta junto con los violines. ¿Está bien así o quieren mejor definición?
Entre todos se ven incomodos. Fernando lo notó, pero no quiso decir nada. Para él, no parcía una mala mujer, mucho menos alguien irrespetable, sino todo lo contrario.
—Bueno, no cabe duda que eres muy nuevo en este lugar —dijo con Álvaro un suspiro—. Eduardo, deberías de comentarle.
—Ella tiene un pasado muy tumultuoso —exclamó Eduardo—, acaso no te preguntaste ¿por qué fue contigo en lugar de cualquier otro hombre que allí había? Ella realmente no es una noble de nacimiento: ella es adoptada por el señor Fuentes. Es una larga historia.
Fernando se incomodó un poco, pero en realidad para él no habría nada malo en ella. Por muchas cosas que le contaran, él quería saber más de ella, por lo menos ahora.
—Verás, Luisa nació en Sevilla, pero su familia era demasiado pobre, tanto que tuvieron que vender a algunos de sus hijos y, entre ellos, iba Luisa. Luego un músico italiano la compró a un vendedor de esclavos. Se la llevó a Italia y ahí vivió hasta que el músico murió por una enfermedad. Eran muy amigos con el Don de Fuentes y su esposa, así que el músico pidió que se hicieran cargo de Luisa.
—Sabes cómo son los nobles —comentó Álvaro—. Desprecian, denigran y humillan a las personas que no son de este ''Estatus'' y, pues, por eso han tenido gran parte de las burlas y malas vistas de la corte. Lo que admito que me causa intriga es saber porque le cambiaron el nombre los de Fuentes.
—La han despreciado en muchas fiestas y en muy pocas le han dado la oportunidad de cantar. Esa fiesta fue una de las pocas, ya que el Barón estimaba al músico que murió -dijo Chadler-.
—¿Y cómo es que sabes eso? —preguntó Fernando— Puede que solo sean malas lenguas tratando de desprestigiarla…
—Mi madre una vez se lo dijo a mi padre y lo escuché; luego se lo comenté a ellos. Es un secreto a voces en la corte, no te sorprendas.
—Ya tienes lo que querías, así que contesta. ¿Por qué viniste preguntando sobre ella? —preguntó Chadler—. Dudo mucho que sea solo por una simple platica.
—Bueno, no me esperaba escuchar algo así y la verdad tiene un poco de lógica ahora que lo pienso.
—Habla. Algo tuvo que hacer para despertar el interés en ella —replicó—.
—Bueno, verás. Luego de hablar con Eduardo, salí hacia el jardín. Encontré un lugar donde sentarme. No esperaba que ella me estuviera siguiendo o por lo menos que me encontrara ahí; luego hablamos un poco y luego.
—¿Luego qué? Dijeron todo a la vez.
—Ella me besó, luego se quiso ir y la volví a besar.
—¿En serio hizo eso? —comentó Eduardo con una carcajada—. Eso es muy nuevo para mí.
—Sí lo hizo y no deja de estar en mi cabeza por más que intento no pensarlo.
—Amigo, te aviso que te estás comenzando a enamorar —comentó Álvaro—.
—No es cierto, solo me causó interés. Dudo de verdad que me pueda enamorar solo por un beso. No se puede ¿Verdad?
—Fernando, viniste acá con nosotros solo para saber de ella ¿Qué crees que es eso? —Preguntó Chadler. —No es simple duda, querido Fernando. Es mucho más.
—Ella fue quien te besó; ella misma despertó tu interés para con ella. Tal vez ella no sabía lo que hacía, pero lo hizo -dijo Álvaro-.
—¿Por qué no vas a buscarla? O puedes enviarle una invitación para reunirse algún día y así dejas de dudar —sugirió Rembrandt—.
—No es mala idea, deberías hacer eso. Así también ves si solo fue por un deseo que te besó o algo más —agregó Chadler—.