Un simple beso

CAPITULO III

Eduardo regresa al Jardín con su madre y le susurra al oído lo que ya habían hablado previamente.

–Querida amiga. Quería pedirte que permitas a tu hija dar un paseo con mi hijo. Solo por unos minutos.

–Y ¿A qué debo el honor de esa petición? –Preguntó la Marquesa–

–Quisiera intentar cortejar a su hija. Parece raro, lo sé, pero creo que estoy comenzando a sentir algo por su hija y espero despertar el mismo deseo en ella

La marquesa lo piensa por un momento. Ve a Eduardo de pies a cabeza. Quiere ver si es merecedor para cortejar a su hija.

–Bueno. –Suspiró la Marquesa– Supongo que Luisa ya necesita encontrar marido y tu pareces ser bueno para ella. Espero que te corresponda porque no quiero escogerle marido para que no me eche culpa de sus desgracias. Busca al mayordomo, que le avise al chofer que partirán.

–Gracias, Marquesa, se lo agradezco.

Eduardo busca al mayordomo, le dice lo que la marquesa le ordeño y se dirige al mayordomo a hablar con el cochero. Luego se dirige hacia había visto a Luisa y María es quien sale antes al encuentro. Eduardo les avisa que las cosas ya están arregladas para salir. Luisa se arregla un poco y sale detrás de Eduardo. Cuando llegan al patio, Luisa le pregunta a Eduardo con quien se verá, pero él ni siquiera le responde o voltea a verla. El carruaje se detiene justo delante de ellos y los tres se suben al carruaje. Luisa insiste por un momento con quién se irá a ver lo cual colma la paciencia de Eduardo.

–Mira, no quería decirte hasta que llegaras, pero no quiero que me molestes en el camino así que te diré. –Exclamó– Vamos a una de las casas del padre de Chadler. El que te invita es Fernando. Creo que sabes quién es. Nos contó que tuvieron una pequeña charla la fiesta anterior

–¿Hablas enserio? –Preguntó con alegría– ¿Estás seguro que es Fernando?

–Si estuviera mintiendo, no hubiéramos hecho todo esto.

Luego que Luisa escucha que efecto es Fernando quien ha montado todo esto, se pone más nerviosa de lo que iba. Las mariposas en su estómago se comienzan a despertar, comienza a sonreír y no lo puede evitar por más que quiera. María no sabe nada de lo que está sucediendo, se sienta al lado de Eduardo y saca su abanico.

–Así que por eso Álvaro me dio la carta con mucho misterio.

–Así es. –Respondió– No fue fácil redactarla y gracias por la ayuda.

–Bueno, supongo que luego tendré mi recompensa por haberles ayudado.

–Nadie lo hizo por una recompensa. Solo quisimos ayudar a Fernando. Eso es todo.

Mientras van en el carruaje, Luisa no dice ninguna sola palabra y al parecer, va maquinando y no tiene oídos para lo que están diciendo. Sabe Dios qué piensas mientras mira para fuera. María aún tiene mucha duda de lo que pasó entre ellos, así que con sigilo se acerca a Eduardo y tapa su boca con su abanico.

–¿Qué tipo de charla tuvieron? –Preguntó susurrando–

–Creo que no sería muy prudente responder esa duda mientras estamos en presencia de ella.

–Lo sé, pero la duda me está matando. Te ruego que me digas.

–María, solamente hablaron. Eso no parece algo muy especial para ti, pero para el muchacho si y por eso la mandó a llamar.

–Eso no me parece muy cierto.

–Pues será para ti. –Respondió– No molestes más o te responderé mal sin querer.

Fernando llegó a la casa de Chadler. Álvaro otra vez y lo encamina a la habitación que Fernando iba a utilizar y para su sorpresa en el lugar. Chadler ya lo estaba esperando.

–Espero que tengas todo listo, Chadler.

–Casi todo. –Respondió– Solo faltas tú y tus invitadas.

–No tardarán en venir. Ya la hora del se te aproxima, así que debes prepararte.

–Está bien. Solo te pediré como agregado que me dejes desde ya solo.

Fernando se queda en la habitación, pero Perla al verlo muy nervioso también decide quedarse a calmarlo un poco.

–Hermano ya tranquilo, todo va a salir bien. No estés con eso en tu cabeza.

–Eso espero. Pero tengo la sensación que algo podrá salir mal.

–Hermano. –Dijo acercándose– Si te beso solo porque quiso, no pierdes nada con averiguarlo. Nadie quita que al final se queden juntos.

–Bueno, supongo que en eso tienes razón, aunque cuesta concentrarme en algo.

–No pienses en más que en lo que aquí pueda suceder. Lo que sigue solo será consecuencia de lo que ahora pase.

–Por momentos no entiendo como a veces como niña y otras eres las mejor dando consejos.

–Creo que es porque te conozco bien. Eres mi hermano, te quiero y si algo mala pasa luego de lo que tenga que pasar, yo te ayudaré.

Cuando Perla terminó de decir esto, se escucha como la verja de entrada se abre, luego se escucha el casco de los caballos y de las riendas, de las ruedas y el sonido del metal. Fernando cuando lo escucha se asoma a la ventana y ve el carruaje.

–Ve a recibirla y tráela aquí. Si mal no estoy, ella viene acompañada. Encárgate de ella.

–Está bien hermano y recuerda, si algo malo pasa no será el fin del mundo.

Perla llega a donde tiene que recibirlas. El carruaje se detiene y abren la puerta. Primero bajó Eduardo, quien se puso un poco nervioso al ver a Perla. Luego bajó María y hasta de último, Luisa fue quien bajó.

Fernando a lo lejos la vio bajar. No pudo evitar que su corazón se acelerara y que comenzara a sudarle las manos. Fernando se puso nervioso y emocionado. Perla las saludó y también las recibió.

–Buenas tardes señoritas, espero que el viaje haya sido placentero.

–Claro que lo fue. –Respondió María– Es un lugar muy bonito este. No sabía que el papá de Chadler tenía esta casa.

–Me presento. Soy: Perla Cevallos. Un enorme placer conocerlas.

–Es un placer señorita Cevallos. Mi nombre es: Luisa Fuentes. Quizá no me crea, pero estaba muy emocionada por conocerla.

–Gracias y es un placer, pero mi hermano va a estar más que contento. Si me puede acompañar.

Perla comienza a caminar y detrás de ella viene Luisa. Cuando entran al pasillo que llevaba a la habitación, Luisa se coloca justo al lado de Perla.



#10209 en Novela romántica

En el texto hay: tragedia, romance, drama

Editado: 12.06.2023

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