Un simple beso

CAPÍTULO IV

Cuándo el carruaje salió, Fernando sé quedó de pie observando como Luisa se retiraba. Perla se colocó a un lado de su hermano y cuando el carruaje salió del lugar, Perla intentó hablar con Fernando.

–Hermano, cuéntamelo todo. ¿Cómo te fue?

–Creo que cuando estemos en la casa te lo contaré. –Dijo Fernando serio– Tenemos que irnos.

–Aunque una mujer te saque una sonrisa no dejas de tener mal genio.

–Si no fuera así, no sería yo mismo.

Fernando se retiró del lugar y Perla le siguió. Comenzó a buscar a sus amigos. Luego de buscar por gran parte del lugar, los encuentra. Fernando se dirige a Chadler, agradece por el favor que le concedió y se retira junto con su hermana.

Cuando llegaron a la casa, intentaron entrar sin que nadie lo notara, pero no tenían previsto que su madre había estado sentada justo de delante de la puerta con ambos brazos cruzados. Fernando y Perla intentaron pasar sin decirle nada, pero la molestia en su rostro se hacía notar bastante. Un poco más tranquila, doña Lorena decide hablar.

–Se puede saber ¿Que hacían haya afuera? –Dijo con angustia– Creí que no se iban a tardar mucho.

–Hija. –Interrumpió doña Isabel– recuerdo que tu venías más tarde cuando eras más joven y nunca te dije nada. No todos los días vienen a España.

–Aunque tengas razón en lo que dices, no tienes motivos por cual defenderlos. No cumplieron órdenes.

–No les reprendas esta vez. No veo nada de malo en las acciones que cometieron.

Fernando y Perla suben rápido las escaleras para sus respectivas habitaciones, pero cuando Fernando se acercó más, Perla pudo sentir el aroma del perfume de Luisa. Así que antes de entrar a la habitación. Perla habló con Fernando.

–Fernando. –Susurró Perla– Hueles demasiado al perfume de Luisa. Cámbiate de ropa antes de cenar.

–Pero ¿Qué tiene de malo? –Respondió de la misma manera– Puedo decir que es tu perfume.

–No puedes Fernando. Los que usamos con nuestra madre son de un aroma diferente y si lo que quieres es que no se entere nadie, no puedes seguir con esta prenda.

–Bien, entiendo, pero entonces ¿Qué me sugieres que haga? No tengo muchas ganas de cambiarme.

–Para ser honestos, por primera vez no sé qué hacer. Es seguro que la besaste, entonces el perfume quedó en ti. ¿Te quedas en tu habitación? Y te traigo la cena.

–Es una idea buena, pero tienes que saber que excusa dar. Ya sabes cómo es nuestra madre.

–De eso no tienes que preocuparte, Fernando, deja que yo me encargue y por más que desees, no dejes que mi madre se acerque hasta que te cambies.

–Bueno y gracias por cubrirme incluso en eso. Eres una gran hermana.

–Sí, sí, ya vete a tu habitación. No me tienes que recordar las cosas que ya sé.

Perla entró a Fernando en la habitación y le vuelve a recordar que no tiene que salir por ninguna circunstancia. Perla se coloca un tipo de ropa más cómoda y se dirige a cenar. Cuando Perla toma asiento, doña Lorena se le queda viendo un poco extraño y espera a que llegue Fernando, pero no era solamente doña Lorena, sino que también don Andrés.

–Siento extraño que tu hermano no esté con nosotros ¿Fernando no nos acompañará? –Preguntó don Andrés–

–No abuelo. El recorrido no le sentó bien y me dijo que estaría encerrado en su habitación y también me dijo que le llevaran la comida a la habitación. Si no es mucha molestia

–Soportó un viaje en barco y se siente mal por ir en carruaje. Si me lo preguntas es raro, pero si se siente mal, él sabrá.

Con mucha amabilidad, doña Lorena le pide a una de las criadas que le lleve la comida a Fernando a la habitación. Esta criada era Marta y hace tal como se le dijo. Marta toca la puerta y Fernando abre y Marta le indica que su madre había pedido que le subieran la comida a la habitación. Fernando agradece y vuelve a cerrar la puerta. Fernando no salió hasta el día siguiente en el cual, por la mañana salió diciéndole nada más a su doña Isabel. Fernando tomó su caballo y se dirigió de nuevo a la casa de Chadler. Cuando es llevado al lugar en dónde estaban los demás, Fernando los encuentra hablando entre si y murmurando.

–Pareciera que alguien ha muerto. ¿De qué murmuran?

–Es una invitación del rey. Invita a los jóvenes nobles a una fiesta en el Alcázar. Parece que también los hijos de los extranjeros están invitados.

–No veo razón alguna por el cual tiene que murmurar, es una simple invitación. ¿Para cuándo es la fecha?

–Según esto, será dentro de tres días. Justo a la hora que el sol comienza a ocultarse. –Respondió Eduardo–

–Bueno, tampoco es algo apresurado. Estoy casi seguro que están deseando ir. ¿No es así?

–Eso era lo que estábamos pensando. No todos queremos ir. Este tipo de fiestas no son del agrado de todos.

–No lo piensen. Acompáñenme y se los pido en verdad. Tengo curiosidad por saber cómo son las fiestas de verdad.

–Algunas terminan muy mal. A veces con peleas y algunas con otras cosas más. Irán hijos de comerciantes, nobles y extranjeros invitados.

–Para mí es una oportunidad de conocer a más personas.

Entre ellos comienzan a mirarse los rostros y sin decir nada, deciden qué irán por Fernando y nada más por él. Fernando se alegró un poco y Álvaro se le acercó y le dijo que María iba a estar ese día con Luisa. Fernando aprovecho para enviarle una carta. Álvaro tenía previsto que Fernando le iba a escribir a Luisa, así que le había dicho a María que llegara a la casa de Chadler por la carta.

Fernando comenzó a escribir la carta y pasó parte del día esperando a que llegara María. Cuando llegó la carta fue entregada y se dirigió hacia la casa de Luisa. Fue recibida y llevada hacia la habitación de Luisa. Allí María le entrega la carta a Luisa y cuando termina de leerla, se nota en su rostro cierta decepción y eso lo nota María.

–¿Qué sucede? Espero que no haya sido algo malo o que se haya retractado de algo. Porque si es así entonces.



#10289 en Novela romántica

En el texto hay: tragedia, romance, drama

Editado: 12.06.2023

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