Un simple beso

CAPITULO V

Luisa iba por el umbral de la puerta; Fernando le tomó el hombro y ella volvió su cuerpo solo para darle una cachetada. Fernando no se esperó esta reacción de Luisa, así que se quedó de pie. Esta última salió y vio que iban llegando Perla con los demás; Luisa vio directo a Perla y se molestó un más.

Fernando tardó en reaccionar un poco y salió del lugar. Corrió detrás de Luisa quien iba soltando algunas lágrimas. Fernando iba gritando su nombre mientras iba detrás de ella. Este la alcanzó en cerca de uno de los jardines. La música se escuchaba de fondo y Luisa se soltó; iba a ser corriendo, pero Fernando habló.

—Luisa, sé muy bien que lo que viste aparentemente no tiene una explicación y aunque no creas, la hay.

—Fernando, estaba encima de ti, mírate, estás arreglando tu ropa, Fernando. Dime ¿qué quieres que piense?

—Puedes creer que es algo a propósito, pero te lo juro que no fue así. No es algo de lo cual tenía poder de decidir.

—No puedes mentirme. Interrumpió con el ceño fruncido: —No puedes decir que fue algo que no pudiste controlar. Si no querías, simplemente te hubieras ido, la hubieras dejado sola o la hubieras hecho a un lado, pero no lo hiciste. Fernando, no puedo creer que cuando no estoy cerca es lo primero que haces, salir de fiesta y emborracharte con una mujer que sabe Dios quien es.

—Luisa, sé muy bien que todo se mira mal y no, no bebí con ella, ni siquiera dejé a la mitad la copa. Ella fue la que se abalanzó sobre mí, ella fue quien pidió el vino, ella fue quien me trató de quitar la ropa.

—Por más que intentes, Fernando, no voy a creer en tu mentira. Dijo cruzándose de brazos y viendo hacia la pared.

—Solo me gustaría saber por qué crees que lo que te digo es mentira. No tienes alguna prueba de ello.

—Pues tampoco tengo una prueba que lo que me dices sea verdad. No tienes ninguna prueba.

—Lo único que veo es que no tienes confianza en mi palabra. No vale para ti.

—Ella estaba encima de ti, Fernando. El hecho es diferente a tu palabra. No sé en cuál confiar.

—Confía en mis palabras, Luisa. Yo no te haría algo así. No puedo lastimarte de esa manera y mucho menos después de todo lo que has pasado. No sería tan frío y cruel como para lastimarte —exclamó acercándose un poco—. Además, si fuera mentira, no estaría intentando solucionar las cosas.

—Si lo que dices verdad, entonces tengo que tener algo en que creer.

—Confía en mi palabra, Luisa, te suplico que me creas y nada más que eso.

Pensó por un momento Luisa, y sinceramente tenía lógica; se escuchaba que Fernando no estaba a gusto, además, pues no tenía algún motivo por el cual hacer algo así. Así que de a pocos su enojo se fue disipando hasta que por fin estuvo tranquila; con un profundo suspiro abrió su boca.

—El azul te queda muy bien —dijo sin verlo.

—Perdón, pero no escuché mal. ¿Puedes repetirlo?

—Dije que el color azul te queda muy bien. Me gusta.

—Bueno, ahora que lo dices, pueda ser que sí. Cuando me estaba viendo al espejo, pensé que me miraba ridículo.

—Para nada. —Dijo viendo a la pared—. De verdad te queda muy bien y te hace ver más atractivo.

—Bueno, es un milagro que me vea bien. No sabía cómo ponerme estas cosas. — Respondió con una carcajada: —¿Ahora si te sientes mejor?

—Un poco, pero dudo que se apacigüe. Solo quiero saber quién es y porque se acercó a ti.

—Es inglesa, parece ser que es hija de una marquesa, pero no estoy muy seguro y me vio solo, me pidió que le mostrara el palacio y pues, creo que ya sabes el resto.

—Parece que ya lo tenía planeado en cuanto te vio. Ese tipo de mujeres me da dolor de cabeza.

—De verdad no creo que sea tan inteligente como para hacer eso.

—No tienes que subestimar lo que una mujer puede hacer por un amor, Fernando, eso tenlo en claro.

—Supongo que solo será esto, no creo que vaya a escalar a tal punto que algo malo nos pase.

Fernando escuchó que la pieza había terminado; cuando escuchó las primeras notas supo que pieza era de baile, así que tomó a Luisa de la mano con delicadeza, la llevó al centro del jardín y bajo la luz de la luna y el sonar de la música en el salón, comenzaron a bailar…

Un paso por aquí, un pequeño salto por allá; Fernando conocía muy bien el baile. Luisa sonreía y estaba realmente absorta de lo bien estudiados que Fernando tenía los pasos, dónde tenía que saltar y dónde acercarse. Era increíble.

La pieza terminó, Fernando hizo una reverencia a Luisa y esta se la regresó. Esta se acercó un poco a Fernando y no podía ni hablar. Luego, recordó la hora, su madre le dio permiso solamente para ir a saludar a María; esa era la excusa.

—Creo que me tendrás que perdonar, Fernando, pero me tengo que ir.

¿Así nada más te marchas ya? Creí que íbamos a estar más tiempo juntos.

—Créeme que me gustaría tener más tiempo para estar contigo, pero no podemos, ya tengo que irme. Es por mi madre y esas cosas.

—Pues si es necesario que te vayas entonces vete ya. Espero verte en otra ocasión.

—Créeme Fernando, eso tenlo por seguro.

Luisa se levantó del vestido y comenzó a correr. Fernando se quedó parado en medio del jardín; luego escuchó el ruido de los tacones de Luisa; había regresado.

—Vine a despedirme, Fernando. No podía irme sin siquiera darte un beso.

Con un beso se despidieron, luego escuchó un zapateo; iba rápido y no muy constante; se escuchaba que la mujer estaba muy borracha. Fernando no pensó bien hasta que se recordó de Rachel, así que salió en busca de Perla. Luego salieron del palacio. Fernando estaba un poco apurado y no le dijo nada hasta que estuvieron fuera.

¿Qué te pasa? ¿Por qué me sacas así? No soy responsable de tus problemas.

—Por favor, espera a que tome aliento de nuevo. Te lo explicaré.

—Esto no tiene que ver con Luisa, verdad, la vi salir y se miraba contenta. ¿Me dirás porque me sacaste del palacio?



#13773 en Novela romántica

En el texto hay: tragedia, romance, drama

Editado: 19.11.2024

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