Un simple beso

CAPITULO VIII

Cuando Fernando regresó a la misa, se colocó a un lado de su hermana y se aseguró que nadie se hiciera ideas.

Luego de terminar la misa, Fernando con mucha duda se acercó a su abuelo.

–Aun no entiendo porque ayer celebramos su nacimiento y hoy lo bautizaron.

–Por lo que pude escuchar, el niño nació hace un mes y el Duque conmemoro el día de ayer su primer mes de nacido, incluso para mi es confuso, pero bueno, es el rey.

–Pues creo que es algo en lo que ambos estamos de acuerdo.

–Sabes, el Rey me comentó que quería conocerte. Sabes muy bien que el Rey estima mucho a tu padre, así que ve y recuerda que verás al Rey del Imperio Español.

–Pero lo conocí justo antes de la fiesta el otro día.

–No cuestiones nada, el rey me pidió hablar contigo y nada más.

No repudies.

–Está bien, lo tendré en mente.

Justo en ese momento llegan a la espalda de Fernando los guardias de palacio lo cuales, iban a escoltarlo hasta el lugar del Rey. Fernando en el camino no va muy tranquilo que digamos, se siente nervioso y un asustado hasta que llega donde está el Rey. Uno de los guardias da un golpe con su lanza al suelo y la puerta se abre. Fernando entra muy despacio, con un de miedo y por fin puede ver al Rey sentado frente a la chimenea. Ordena que le traigan algo para sentarse a Fernando y algo de vino. Las criadas hacen todo lo que el rey ordenó, Fernando se sienta junto a él y le sirven la copa de vino.

–Es un gusto de verte de nuevo, hijo de Lorenzo

–El placer es todo mío, su majestad y no lo digo solo por mera educación.

–Sigo creyendo que eres un gran joven a pesar que no te conozco desde siempre, pero tengo fe que tu padre de educó como se debe y serás un gran noble,

–Eso espero su majestad. Estaré a su disposición para lo que sea necesario.

–Muy bien. Bebe conmigo, hijo de Lorenzo.

Aunque a Fernando no le guste beber, ahora no tiene muchas opciones, así que lo hace, pero a tragos pequeños.

–A tu padre le comentaba todos los problemas de ser un Rey, lo considero más un amigo que un miembro de mi corte y por eso mismo lo envié a América, necesitaba a alguien de confianza para poderse encargar de ese puesto; es importante para España y no confió en ninguno de los nobles, ni en los virreyes de La Nueva Granada y La Nueva España, pero no puedo colocar a tu padre en ese puesto.

–Disculpe si la pregunta ofende, pero ¿Por qué no puede?

–Tú padre no quiere, es un hombre que acepta los cargos que le otorgué, pero cuando le ofrecí ser el virrey de La Nueva España se negó rotundamente y prefirió ser un ministro. Nunca entendí porque lo negó.

–Mi padre está muy agradecido por su bondad al dejarlo como ministro en Santiago de Guatemala.

–Claro que lo está, tú padre ha sido el mejor hombre que he conocido desde que ascendí al trono. Los reyes he incluso mi propia corte está esperando nada más el momento que muera. De todos, tú padre ha sido el más amable y empático por mi condición.

–Creo que ahora sé porque mi padre no aceptaba eso altos cargos.

–Tú padre es inteligente, muchacho y se dio cuenta de eso.

Muchos quieren el poder, pero no saben manejarlo.

–Creo que, para ser un buen Rey se tiene que criar desde niño. Se tiene que forjar el carácter de alguien para estar preparado.

–Verdad dices, pero algunas veces se descubre que se puede ser Rey cuando estás en el trono y ese es uno de los motivos por los cuales te mandé a llamar. Necesito un heredero al trono y quiero que seas tú.

–Con todo respeto, Su Majestad. Pero no puedo aceptar esa oferta, no soy capaz de desempeñar tal cargo.

–Necesito un heredero, Fernando, no he podido engendrar a uno y ya me resigné a que no lo podré conseguir. No quiero que la corona caiga en manos de ningún reino de Europa. Tu padre es mi amigo y sé que él te guiará por el camino correcto, claro que eres el más apto.

–Su Majestad sería un gran honor, pero no puedo aceptarlo, es demasiado para mí y pienso que no estoy a la altura.

–Quiero que me mires, Fernando. Los doctores creyeron que no viviría después de los siete años y aquí estoy, ahora me dicen que no llegaré a cumplir cuarenta. Francia quiere el reino y desde que era un niño firmaron quien quedaría de heredero cuando yo muriera, pero aquí sigo vivo y no puedo engendrar hijos. Entiende mi situación.

–Mi Rey, este puesto es de suma importancia y no creo ser el indicado para ostentarlo como se debe. No me gustaría ser mal rey.

–Yo puedo colocarte sin necesidad de tu consentimiento; tengo el poder para hacerlo. Pero no quiero que estés contra tu voluntad en algo que no te crees capaz. Hablaré con tu abuelo y también con tu padre sobre esto. Si necesitas un favor solamente pídelo, puedes retirarte.

–Ahora que lo menciona Su Majestad, necesito que me conceda ese favor y perdone el atrevimiento.

Fernando se quedó hablando con el rey por el resto del día incluso teniendo un almuerzo con él. Luego de la una de la tarde, Fernando salió del lugar dónde estaba con el rey y pidió que uno de los guardias lo llevara a la salida, ya que no conocía. Mientras caminaba por el pasillo que da a la puerta principal, se dio cuenta que ahí estaba Rachel. El guardia le había dejado cerca de ese pasillo, así que iba

solo. Cuando Fernando vio Rachel, aceleró el paso y estando cerca de la puerta, sintió que lo agarraron. Como al cazador al conejo.

–Fernando ¿Por qué huyes de mí, que no vez que quiero caminar junto a ti?

–Perdón, pero no pude verte –Dijo Fernando incomodo–.

–No importa, el caso es que ahora si sabes que aquí estoy.

Podremos caminar a gusto.

–Claro, es una gran fortuna para mí –Respondió Fernando con sarcasmo–.

–Creí que te habías ido con el Señor Andrés.

–Ahora si hubiera deseado irme con él.

–Si estuve aquí, pero cuando terminó la misa bajé a la primera planta para ver las pinturas de nuevo.



#10296 en Novela romántica

En el texto hay: tragedia, romance, drama

Editado: 12.06.2023

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