Un simple beso

Capitulo XI

 

fernando no sabe qué hacer, así que sin decir nada, se dirige a los establos y toma su caballo para dirigirse hacia dónde su padre a prisa. Estando abajo del edifico, Fernando comienza a notar que la vista se le nubla y tiene un mareo que lo coloca con una rodilla al suelo. Los que estaban en la entrada intentan ayudarlo, pero él los aparta. Se dirige con paso resonante a la oficina de su padre. No toca y empuja la puerta con fuerza. David lo intenta detener, pero no lo logra.

–Padre, no puedes dejar que mi madre controlé mi vida.

–Buenos días, hijo –Respondió con sarcasmo–.

–No entiendo porque dejaste que eso pasara. Hablaste con Luisa en este mismo lugar y no te pareció mala.

–Sabes que ante tu madre no tengo la misma autoridad que con ustedes. No pude hacer nada.

–Hubieras hecho siquiera el intento.

–Lo hice, Fernando, pero tu abuelo está tan cegado con esa mujer que tu madre también cree que es buena opción.

–¿Mi abuelo tiene algo que ver?

–Él la envió en un inicio, Fernando. Tu madre la acogió sin siquiera preguntarte si la conocías. No pude hacer nada, entiende. Lo único en lo que te puedo ayudar es en autorizarte ante el rey. Solo así te librarás de ella o casándote con Luisa lo antes posible.

–¿Por qué no me habías dicho antes lo que mi madre planeaba?

–Ella lo guardó en secreto incluso para mí. Cuando me dijo que vendría, me dijo que era una prima lejana tuya. Tú madre también me engañó.

–Me casaré con Luisa, me iré de América y lo único que necesito de ti es el permiso del rey. Padre, ayúdame a salir de esto.

–Hijo –Exclamó tomándolo de los brazos–. Yo quiero ser un buen padre para ti y creo que lo he sido. No te di la infancia que tu abuelo me dio a mí. Si de esa manera puedo ayudarte, lo haré. Promete que vendrás a visitarnos cuando puedas.

–Eres un buen padre. No puedo renegar de ti. Solo quiero que como tú mi madre me entienda.

–Tú madre no podrá y no porque no deseé, sino porque tu abuelo no la dejará tomar el camino que ella quiera y mucho menos el tuyo. Tendré listo el permiso en unos días. Tengo otros asuntos que atender, hijo, soporta un poco más. Si no quieres que te encuentren, ve a Italia, busca a tu familia, a tus primos y tíos. Me encargaré que te encuentres en un buen lugar.

–Italia entonces –Exclamó viendo al suelo, quitose el sombrero y rascó su cabeza–. Si quieres que las cosas sean así primero me tendré que ir con Luisa. Regresar luego de unos años a España y que la petición entre en facto.

–Si puedes hacerlo, Fernando, hazlo. –Dijo su padre recostándose en una mesa– Si tienes el coraje que no tuve en contra de tu abuelo no lo pienses.

–Primero creo que me tendré que casar con Luisa en España, será público ante toda la corte y no podrá hacer nada nadie. Ni mi abuelo, ni Rachel, ni mi madre y nadie.

Don Lorenzo asintió con la cabeza, Fernando se colocó de nuevo su sombrero y salió con prisa a tomar su caballo y regresar a su casa. Cuando estaba ya dentro, subió a toda prisa a ver si encontraba a Luisa en su habitación, pero no había nadie, así que baja, le pregunta a una de las criadas y le responde que estaba con Perla en los establos. Fernando agradece y sale con toda prisa a su encuentro, pero la encuentra sola, hablando con una mujer y de lejos Fernando solo escucha. Al parecer es una plática normal, preguntándole cosas comunes y luego llegan un par de niñas y comienzan a tocar su pelo suelto. Por la ranura de unión de las tablas observa. Luisa se sienta en el suelo y las niñas comienzan a hacerle dos trenzas. Perla toca el hombro de Fernando y da un brinco por el susto.

–¿Quiero que me digas que te dijo nuestra madre? No guardes detalles.

–Luisa, por el amor de Dios. Casi me matas del susto.

–Ya, pero primero cuéntame lo que te dijeron. Luego muere si quieres.

–Bien –Dijo alejándose del establo sin antes ver una última vez a Luisa. Verás, mi madre quiere que me case con Rachel. Me dijo que ya se están haciendo los arreglo en España.

–Mi madre solo sigue viva por la gracia divina. No puedes hacerlo. Tienes que encontrar otra opción Fernando.

–Hablé con nuestro padre y me dio el permiso de salir del continente, casarme con Luisa en España y luego desaparecer.

–Si eso vas a hacer, estás gastando tu tiempo hablando conmigo. Ya deberías estar empacando tus cosas he irte.

–Esperaré a que Luisa se sienta lista para irse. Creo que se enamoró de este lugar.

–¿Cómo está eso de que ya están haciendo los preparativos? ¿A quién se refirió.

–A nuestro abuelo. Parece que con toda la intención del cortejo la envió a nuestra casa y nuestra madre accedió. Creo que todo es solo un plan de nuestro abuelo y sabe Dios lo que quiere.

–Lo sabía. Lo noté el día que llegó a dejar la invitación de su tío. Nuestro abuelo fue más hospitalario. Te joderá la vida, Fernando. Lo primero que tienes que hacer es casarte en cuento llegues.

Justo Luisa tomó por la espalda a Fernando y pregunta de que hablaban, pero Fernando no le responde y se aleja de Perla junto con Luisa. La lleva justo debajo de un árbol frondoso y grande que había en el terreno. Fernando se quita la casaca y se acuesta. Luisa se acuesta justo a un lado. Mientras ambos miraban hacia las verdes hojas de aquel árbol moviéndose con el viento, Luisa toma uno de los mechones del cabello castaño de Fernando y comienza jugar con él. El momento es bueno y tranquilo para ambos. Luego, Fernando se sienta y Luisa hace lo mismo. Luisa se acerca y coloca su cabeza en el hombro de Fernando. Justo viendo aquella pequeña llanura y unas verdes colinas delante de ellos. Fernando impaciente pregunta.

–Luisa ¿Quisieras hacer una vida conmigo?

–Tú pregunta es ridícula, Fernando. La respuesta es muy obvia y me gustaría que fuera lo más antes posible.

–Entonces ¿Qué esperamos? –Dijo volteando a verla– Huyamos a España, casémonos allí ante la mirada de todos y luego nos escondemos en el resto de Europa.



#13773 en Novela romántica

En el texto hay: tragedia, romance, drama

Editado: 19.11.2024

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