Un Trato Obsceno

Y se acabó el amor

Domenico

Entro a la empresa y me sorprende el esplendor que me rodea. El lugar luce moderno, elegante, cada rincón parece sacado de una revista de arquitectura de lujo. Aunque siempre he tenido buen gusto, estas remodelaciones son caras, eso lo sé a simple vista, pero lo que más me inquieta es que nadie me avisó de estos cambios. Camino por el imponente vestíbulo, mis pasos resuenan en el suelo de mármol pulido mientras mi mirada se detiene en las paredes de vidrio y metal, los muebles minimalistas, las luces estratégicamente colocadas que crean una atmósfera de poder y sofisticación.

Ahí está mi hermano, Rafael. Se sorprende al verme, pero su reacción es instantánea: se acerca con una sonrisa y me envuelve en un abrazo fuerte, fraternal.

—¡Hermano! —exclama, dando unas palmadas en mi espalda. —¡Qué sorpresa! No me avisaste que volvías, te habría preparado una fiesta sorpresa. —sonrío, más por cortesía que por emoción.

—Quería sorprenderte yo a ti —respondo con un toque de ironía. —Y ya que estamos, quería ver con mis propios ojos cómo están las cosas por aquí.

Rafael se ríe, aunque noto un ligero nerviosismo en su mirada. No le menciono aún que he escuchado rumores sobre la empresa. Prefiero observar, descubrir por mí mismo si hay algo que no cuadra. Mientras tanto, él sigue charlando animadamente, como si intentara llenar cualquier vacío incómodo con su entusiasmo.

En ese momento, aparece Felipe, mi sobrino, sin la rubia que lo acompañaba en la cafetería. Viste un traje perfectamente ajustado, lo que me recuerda lo mucho que ha crecido. Me saluda con un apretón de manos, su sonrisa mezcla de respeto y picardía.

—Tío, ya empiezas a hacer de las tuyas, ¿eh? —dice en tono de broma. —Apenas llegas y ya te vi con una mujer en la cafetería. ¿Novia nueva?

Me tenso al instante, esforzándome por mantener la compostura. No puedo permitir que descubra que la "amiga" que vio conmigo es nada menos que Daisy, su exnovia.

—Es solo una amiga. —respondo, intentando sonar despreocupado mientras me aparto sutilmente del tema.

Felipe parece satisfecho con la respuesta, aunque noto que sigue observándome con una ligera curiosidad. Antes de que el tema pueda derivar en algo más incómodo, Rafael interviene.

—Me encantaría pasar más tiempo contigo, Domenico, pero tengo que ir a una reunión importante. —alzo una ceja, intrigado.

—¿Reunión con quién? —curioseo, parezco un extraño en esta empresa.

—Con mi consuegro, Cooper —responde con naturalidad. —Estamos trabajando en la inauguración del nuevo hotel, ya sabes, la familia Cooper se encargará del restaurante del hotel.

La mención de los Cooper hace que una sonrisa crezca en mi interior. ¿Así que veré a la pequeña mocosa de nuevo? Esto se pone interesante. Pero mantengo mi expresión neutral, asintiendo.

—Suena interesante. —Rafael mira su reloj y se disculpa, apresurándose hacia la salida. Antes de que se vaya, le doy una instrucción.

—Quiero que organices una reunión extraordinaria cuando regrese. Necesito ver el balance de todo el año. —se tensa visiblemente, aunque intenta ocultarlo.

—Claro —susurra, asintiendo con una sonrisa forzada. —Me encargaré de eso.

Lo veo marcharse con una leve sospecha en mi mente. Algo no anda bien, pero no es momento de confrontarlo. No aún. Me vuelvo hacia Felipe, que ha estado observando toda la interacción en silencio, pero su postura refleja que tampoco está encantado con la situación.

—Felipe, ven conmigo al restaurante de los Cooper. Quiero conocer a los nuevos socios. —ordeno.

Veo cómo hace una mueca de disgusto. No le gusta la idea, probablemente porque sabe que ahí estará Daisy, y enfrentarse a ella después de lo que pasó entre ambos no debe ser su idea de un buen rato.

—Está bien, iré contigo. —asiente, resignado.

La verdad es que esta reunión no es solo por negocios. Quiero volver a ver a Daisy, aunque no con la intención de complicar más las cosas, al menos no ahora. Sin embargo, verla otra vez en ese entorno familiar, rodeada de las personas que más deberían protegerla, será un desafío para ella. Mi hermano Rafael no sabe que Felipe y Daisy terminaron, lo que solo añade más caos al momento.

No puedo negar que una parte de mí disfruta de esta situación. Los juegos de poder siempre han sido parte de mi vida, y lo que ocurre ahora es una partida que, si juego bien mis cartas, puede beneficiarme de muchas maneras. Aunque sé que Daisy no lo verá de la misma forma.

Salimos juntos del edificio, el sol baña la calle con un brillo cálido, y no puedo evitar pensar en cómo todo esto, aunque enredado, me mantiene más entretenido de lo que esperaba. No soy de los que huyen de las complicaciones; más bien, las enfrento con una sonrisa y una estrategia. Y hoy, la estrategia es ver qué tan lejos puedo llegar con esta pequeña mocosa antes de que la situación se resuelva por sí sola.

(...)

Me encuentro frente a Daisy, disfrutando de cada segundo al verla nerviosa. Es casi divertido. Sé que le incomoda mi presencia, aún más le incomoda la de Felipe. Eso lo puedo notar de inmediato. La mocosa apenas puede mirarlo a la cara mientras él, desesperado, intenta captar su atención. Se le acerca con disimulo, buscando algún tipo de contacto visual o físico, solo que ella, astuta, se coloca entre su padre y yo.

Me permito una sonrisa al verla así, y de inmediato noto cómo sus mejillas se tornan de un tono rojizo. Ese rubor que aparece cada vez que se siente atrapada o en una situación que no puede controlar me fascina. Me gustaría más si pudiera besarla otra vez, por ahora, me conformo con observarla.

Harvey, su padre, rompe el incómodo silencio que se ha instalado.

—Buen día, Felipe —saluda con una frialdad casi palpable. Luego, su mirada se posa en mí, y sé que es mi turno de hablar.

Doy un paso adelante y me presento.




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