—¿Cómo te atreves a hacer esto? ¡Mi madre te ha dado más de veinte años de su vida! ¡Y ahora te vas como si nada!
—Ya eres lo suficientemente grande, no empieces con niñerías Abby. Tu madre y yo ya no podemos estar juntos.
Estaba en una discusión con mi padre, el muy desgraciado estaba abandonando nuestra familia. Éramos tres hijos, yo era la hija mayor, estaba en el segundo año de administración y tenía un trabajo de medio tiempo para ayudar a mis padres.
—Mi madre nunca ha trabajado ¿Cómo va a mantener a la familia?
—Les enviaré dinero y tú deberías conseguir esposo o un mejor trabajo. —Tomó su maleta y se dirigió a la puerta.
—¡Eres un desgraciado! Ojalá que te vaya mal con esa tarántula. ¡Abandonas a mi madre porque está enferma! — grité
Nos estaba abandonado por una mujerzuela, una zorra que podía ser su hija. Además de que a mi mamá le habían diagnosticado cáncer en el útero, algo que había empezado con molestia en los ovarios, se transformó en una enfermedad incurable.
Ahora mi padre huía como cobarde, así es, aprovecho el momento en que nadie estaba en casa para hacer su maleta y largarse, pero se topó conmigo, había regresado por algunos materiales de la universidad.
—¡Tú no entiendes Abby! No me voy porque ella esté enferma, me voy porque ya no la amo.
—¡Te vas porque eres un asqueroso! Solo piensas en tus necesidades como hombre y como mi madre ya no puede cumplirte como mujer, te vas a vivir con esa tarántula.
—Piensa lo que quieras, pero no pienso vivir en esta casa, aquí solo respiran medicamentos, dolor, tristeza, ya no lo soporto.
—Solo voy a esperar el momento en que pagues por todo lo que haces a mi madre y mis hermanos. Lo único que deseo es ver cómo sucede.
Mi padre terminó de salir de la casa, ignorando todo lo que le acababa de gritar.
¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo decirle a mi madre que su esposo; la persona con la que había compartido más de veinte años, la estaba abandonando? ¿Cómo iba a ayudar a esta familia? Mis hermanos, ellos amaban a mi padre y ahora tendrían a aprender a vivir sin él.
Me quedé recostada en el sofá, mientras miraba hacia el techo. No quería llorar por lo que había sucedido hace minutos con mi padre, pero era una mujer demasiado sentimental, de carácter fuerte, pero cuando algo de verdad me hería, no podía contener las lágrimas.
—¿Abby? ¿Qué haces aquí? —Me levanté del sillón y me encontré con mi madre y mis dos hermanos —¿Qué sucede? —inquirió, me limpié las lágrimas de mis ojos —¡No fuiste a trabajar!
Miré mi móvil —¡Diablos! —Llevaba media hora de retraso, esta vez no iban a perdonarme. Trabajaba como mesera en un restaurante, ya tenía dos llamadas de atención por llegar tarde, pero todo había sido a causa de que mi madre enfermó.
Tomé mi mochila y quise correr, pero mi madre me detuvo.
—¡Abby! ¿Qué pasó? ¿Por qué lloraste? —inquirió mi madre
—Te lo cuento luego, ahora voy a correr hacia el trabajo.
Salí de la casa y corrí hacia el metro, Marvin iba a matarme esta vez, era la tercera ocasión en que llegaba tarde al trabajo.
Durante todo el camino me mordí las uñas, tenía esta manía de hacerlo cuando me encontraba nerviosa. Al llegar a la estación corrí hacia el restaurante.
—¡Ya… estoy… aquí! —dije con la respiración entrecortada —Es… tarde… lo… sé...pero —Di una respiración profunda para recomponerme. —Te juro que recuperaré todo el tiempo atrasado, incluyendo las veces anteriores…
—No es necesario Abby, no tienes por qué recuperar el tiempo atrasado —Me sorprendí ante su confesión. Marvin solía ser muy estricto, al parecer su corazón ya iniciaba a bombear sangre y sentir un poco de empatía por sus empleados —...No es necesario que recuperes las horas perdidas, porque estás despedida… —sentenció
—¡¿Qué?! ¡Marvin no me hagas esto! Te prometo que no volverá a pasar.
—Lo mismo me has dicho las últimas veces. —Se giró y caminó hacia la cocina.
—¡Marvin! ¡Por favor, no me hagas esto! —supliqué, mientras los seguía. —No tienes idea de que necesito esto, mucho más que ayer.
—Perdona Abby, pero ya no puedo soportar tus tardanzas. Si quieres una carta de recomendación con gusto puedo extenderla, tal vez consigues algo mejor, ¡Alguien que sí soporte tus irresponsabilidades! —espetó.
—¿No cambiarás de opinión? —cuestioné. Negó con su cabeza. —¡Pues muérete maldito desgraciado! —tomé un vaso que tenía jugo y se lo lancé a la cara.
Marvin era un desgraciado, siempre lo odié por ser un jefe autocrático, lo respeté durante los dos años que trabajé en este lugar, hasta daba horas extras cuando inicie, pero cuando tuve la necesidad de faltar o llegar tarde en algunas ocasiones, siempre me amenazó con lo mismo.
Si ya me había despedido que más daba, podía golpearlo si quería.
—¡Largo de aquí! Ni siquiera te voy a dar la famosa carta.
—¡No me interesa! Te la puedes meter por él...—no terminé de decir mis groserías, salí del restaurante y regresé a tomar el metro.
Mientras iba de regreso a casa, me percaté de lo estúpida que había sido, Marvin no iba a querer pagarme los diez días que llevaba extra trabajando. Mi padre ya no estaba y ahora mi familia dependía de mí. Aunque él dijo que enviaría dinero, eso no sería suficiente para el tratamiento de mi madre.
Llegué a la casa devastada, no solo mi padre nos había abandonado, ahora ya no tenía trabajo.
—¡Permiso! —Mi madre tocó la puerta de mi habitación y entró —¿Qué sucede Abby? Primero te encuentro en la casa llorando y después regresas temprano del trabajo.
—Mamá, hay algo que debes de saber…
(...)
—No sé qué hacer, Mandy. Mi mamá lleva encerrada toda una semana en su habitación. Además esto de encontrar trabajo cada vez está más difícil, creo que dejaré la universidad y voy a dedicarme a tiempo completo.