Una app para estar juntos

Capitulo VII

Una vez con el grupo, conocí a Iris que era mucho más tranquila que Ivy, se le sentía incluso en la mirada. A pesar de ser idénticas, Ivy tenía esa chispa que compartía con su hermano. Iris transmitía más paz que se reflejaba hasta en su voz.

Nos sentamos a conversar. Estudiaba para veterinaria y estaba encantada con su carrera. Sonreía cada vez que me contaba una historia de sus estudios o alguna anécdota de la clase. Se notaba que amaba lo que hacía y estaba más que preparada para lo que viviría en el futuro.

Casi como yo. Hasta hacía par de horas me sentía igual, preparada para lo que viniera, pero Evan otra vez había irrumpido en mi vida y me había puesto a dudar si mis decisiones eran las correctas.

Iris y yo miramos a la arena en un cómodo silencio.

Ahí estaba Ivy jugando fútbol, hacía equipo con Tim y su hermano menor Harry, mientras que Evan hacía equipo con Bob –que era tan amigo de Tim que era parte de la familia–, y un chico que no conocía.

Ivy jugaba de par a par con lo chicos, me recordaba tanto a mí. Sonreí al verme reflejada en ella.

—Tú eres como su héroe —dijo Iris en su dulce voz como en un susurro.

—¿Quién? ¿Yo? —respondí extrañada. Me divertía escucharlo de Evan, pero Iris lo decía con un halo de nostalgia.

Ella asintió.

—Ivy pasó de ser el principal dolor de cabeza de Evan a ser casi su mejor amiga, apenas escuchaba tu nombre por alguna razón, se instalaba al lado de Ev como una niña de dos años a pedirle que le contara más de ti. —Me miró—. A mi hermano se le iluminaban los ojos con solo recordarte y ella le insistía que te buscara. Siendo el dolor de cabeza que siempre era, Ev trataba de explicarle que el acuerdo había sido no tener más contacto, pero Ivy siendo Ivy, te buscaba en las redes sociales de vez en cuando y le hablaba de ti a Ev, como para que no te olvidara porque vamos, no podía olvidar a su héroe.

Mi corazón estaba hinchado de emoción, nunca pensé que alguien podía ser parte tan importante de mi vida como Evan, pero lo que jamás se me pasó por la cabeza fue que yo fuera importante para alguien de la manera que lo era para Evan, a pesar del poco tiempo que estuvimos juntos y mucho menos para su pequeña hermana.

—En mi vida se me cruzó por la cabeza ser el modelo a seguir de alguien y menos por malportada.

Iris y yo reímos.

—Yo nunca fui del tipo aventurero y mucho menos atrevido. —es encogió de hombros—. Aunque también le di unos cuantos dolores de cabezas a mis papás y a Ev, pero me daba pánico ser como tú, imaginaba que era como estar montada en una montaña rusa eternamente y no, no, no. Es demasiado para mí.

Esta vez reí yo sola. No se alejaba de la realidad, siempre me gustó vivir con pasión y disfrutar de las cosas que amaba, dándolo todo.

Vi otra vez a los chicos jugando y a esa chica pelirroja enfrentándose con ellos y recordé lo que me divertía con los chicos.

Yo era la amiga de todos. La que era capaz de tomarse una botella de vodka con ellos o de saltar desde lo alto de una roca en la playa.

No era un machito, me gustaba ser chica, solo que me parecía que las chicas de mi grupo hacían cosas muy aburridas a pesar de que las acompañaba de compras o a la peluquería, si me ponía a escoger entre hacer eso o ir a jugar videojuegos a casa de Oliver, pues no lo dudaba y me iba con los chicos.

Hubo un tiempo en que a alguien del pueblo se le ocurrió decir que yo andaba con los hombres porque era una libertina y promiscua, pero mi mamá salió como una fiera a defenderme y fue tanto el espectáculo que le hizo a Mary Westly –la creadora del rumor de que yo tenia sexo con todos mis amigos–, que la mujer se autoanuló del pueblo y trataba de pasar desapercibida hasta en el supermercado.

Mi mamá siempre fue una fiera en cuando a mí se trataba, así luego se derritiera con un hombre que hablaba de sus posibles nietos.

—Iris, te toca a ti. —Mi amigo Tim interrumpió nuestro agradable silencio.

Iris gruñó.

—Sabes que no me gusta jugar con ustedes, son unos salvajes.

—Vamos, un poco de acción no te hará mal.

—Si me parto un tobillo es culpa de ustedes.

Se paró de mala gana de la toalla y fue a jugar con los chicos.

—Te dije que te iba a enviar a la caballería —me dijo Tim sacando un refresco de la pequeña cava, luego miró a Evan.

—¿Tú me enviaste la caballería? ¡Ja! No fue la casualidad de que pasara detrás de ustedes y cayera la pelota cerca de mi cuando iba pasando.

—¿Quién crees tú que lanzó el balonazo hasta allá justo en el momento que pasabas?

Miré a Tim con ojos desorbitados. Él me miró y soltó una carcajada, luego guiñó un ojo y volvió a reír. Ahí caí en cuenta del parecido de Tim con Evan. Esa expresión, ese guiñó, el brillo en los ojos, la sonrisa. Todo era justo como el pelirrojo que jugaba fútbol frente a mí, pero en versión rubia.  

—¿Por qué lo hiciste? Quiero decir, qué hizo que quisieras que Evan y yo nos encontráramos otra vez. Si la vez que nos conocimos estuvimos juntos tan poco tiempo.




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