Una app para estar juntos

Capitulo XII

El «a su tiempo llegó». Y llegó como un tornado devastador llevándoselo todo.

Apenas puse un pie en la calzada del paseo de la playa donde era la fogata, estalló todo.

Tim y Bob estaban en el pequeño muro que separa la arena de la caminería, como esperando que Evan aparcará el coche.

Mi teléfono sonó. Y mientras lo buscaba en mi bolso por instinto miré a Evan y vi en sus ojos miedo no, pánico. No entendí lo que sucedía y busqué la mirada de Tim pero Bob apareció primero. Su rostro estaba desfigurado de lo hinchado pero una sonrisa de medio lado salía de sus labios rotos.

No tenía que ser física teórica para deducir que esos golpes se lo había dado Evan.

¿Pero por qué?

Pues me enteraría en segundos.

Miré la pantalla de mi móvil. Número desconocido, se leía «Edimburgo».

—¿Sí?

—¿Elina? —la voz de una mujer pronunció mi nombre y yo sentí que mis rodillas fallaron. Algo en lo profundo de mi cabeza sabía que no era bueno. Ahí entendí cuando leí que la amígdala cerebral es el órgano que almacena la reacción al miedo y hay casos en los que el ser humano sabe cuando hay una situación de peligro antes de que llegue gracias a ese órgano. Como un sentido arácnido. Pues, mi sentido arácnido se activó y enviaba señales a mi corazón porque sentía que se me iba a salir.

—Sí, soy yo —respondí en un susurro.

Miré a Evan por segunda vez. Movía su cabeza de un lado a otro y pude leer sus labios que decían «no, no». Pero no me miraba a mí. Miraba a Bob.

Había fuego en su mirada. Su expresión era tan fiera que creí que lo quería matar.

—Mi nombre es Mailen, soy la novia de Evan, bueno desde hace tres días, la ex.

Si hubiese estado en una película, la escena hubiese enfocado a Evan mirándome con ojos de pánico, y yo soltando el teléfono en cámara lenta mientras caía al suelo en shock.

Pero eso hubiese sido demasiado dramático y el drama no era muy lo mío.

Tomé el aire que no existía porque mi respiración se había paralizado mientras mi corazón bombeaba sangre como para hacer explotar mi cuerpo y mis manos temblaban como una hoja.

—Hola Mailen —fue lo único que pude decir. Mi voz flaqueó, pero no me importaba ¿Cómo iba a tener la voz después de la bomba nuclear que se había estrellado en mi oído?

Mi cerebro me decía que iba a llorar. Que me preparara porque estaba a punto de soltar lágrimas que no se detendrían en dos días por lo menos.

Entendí por qué mi corazón bombeaba tan fuerte, porque estaba empezando a romperse. Podía sentir literalmente el dolor.

Mis ojos estaban en Evan, pero ya no lo veían porque estaban inundados de lágrimas que en pocos segundos no dejarían de salir.

—No me conoces. Pero yo sí sé de ti. Y te llamo porque quiero peguntarte qué se siente romperle el corazón a alguien que ni siquiera conoces. Quisiera saber si pensaste, aunque sea por cinco segundos el daño que me hacías.

—No… no sé de qué me estás hablando.

—Pues ahora lo vas a saber. Evan y yo teníamos un año de novios, se había mudado conmigo dos semanas atrás y hasta habíamos hablado de casarnos en un futuro. Sabía de ti. Él te mencionaba, eras como una especie de unicornio en su fantasía y siempre pensé que te quedarías ahí, de hecho, más que un unicornio, un fantasma.

Con cada palabra de Mailen mi corazón se rompía más y mis rodillas flaqueaban. Tuve que apoyarme del coche porque pensé que me caería. Y no era drama. Literalmente mis piernas no me sostenían.

—Yo… yo…

¿Qué demonios iba a decir, si todavía mi cerebro no procesaba lo que estaba sucediendo? Era como si cada parte de mí reaccionaba de manera independiente; mi pecho, mis rodillas, mis manos, mi piel, yo todavía seguía sin entender nada.

—Hace tres días Evan me llamó para terminar conmigo porque se había encontrado contigo. Imagínate terminar una relación por teléfono, con tu novia con la que convives porque te encontraste a una aventura de verano de cuatro años atrás. Así terminó nuestra relación Elina, por teléfono, porque al parecer no soy más que eso y tú eres tan importante que siquiera pudo regresar a Edimburgo para decírmelo en la cara. Al parecer estaba muy apurado en revolcarse contigo.

La entendía. ¿Cómo no la iba a entender? Entendía su reacción, su rabia, su frustración. Pero yo no tenía nada que ver, o al menos no tenía idea de lo que sucedía.

Me sentía tan engañada y traicionada como ella, pero ella no lo iba a entender.

Evan le había dicho la verdad de una manera muy cruel y a mí me había mentido y mi corazón no pudo más.

Arranqué a llorar.

—Tus lágrimas poco me ayudan. ¿Sabes qué me ayudaría? Que te desaparecieras y tú y tu fantasma nos dejaran en paz. No eres tan inocente como crees que eres Elina.

Con esas crudas palabras Mailen terminó la llamada dejándome en el más profundo de los pozos. Sola, en la oscuridad.

Levanté mi mirada y vi a Evan. La expresión de terror ahora se mezclaba con una de profunda tristeza, pero en un segundo se recompuso y volvió a mirar a Bob con odio.




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