Una boda cruel

Capítulo 17

Dana

Me inclino hacia delante, agarrando el tablero de la mesa. Daniyal... ¿qué quiere, está en la ciudad? A juzgar por la forma en que Olga responde tranquilamente al teléfono, está llamando desde un número local.

¿Será posible que nos hayan descubierto? ¿Pero cómo? Por el teléfono es imposible, Olga desactivó la geolocalización hace mucho tiempo, como nos aconsejó el tío Sergei.

— ¿Puedo hablar con Dana? — resulta que Olga encendió el altavoz, y una voz conocida literalmente me rompe en pequeños pedazos. Y yo pensaba que ya todo había pasado…

Mi hermana levanta los ojos hacia mí y extiende el teléfono como si me preguntara. Estoy indecisa un segundo, y luego pienso en las pruebas de embarazo, que están todavía sobre la servilleta en el baño. Involuntariamente me cubro el vientre con la mano y luego miro a Olga y niego con la cabeza. No. No tengo nada más que hablar con Daniyal.

Olga echa una rápida mirada a la mano que cubre mi vientre, y sus ojos se entrecierran y fulguran.

— No, Dan, no podrás nunca más hablar con ella, — dice acuñando cada palabra, como escupiéndolas, mientras se agarra con tanta fuerza al marco de la puerta que sus dedos se ponen blancos. — Dana se fue. Mi hermana estaba embarazada, embarazada de ti, Daniyal, independientemente de que hayas creído en unas fotos falsas. Tenía gemelos, un niño y una niña. Después de que la echaste de la boda, le inyecté tranquilizantes que provocaron un aborto espontáneo. Comenzó una hemorragia y la llevamos a la clínica, pero Dana no sobrevivió. Ella murió. Tú los mataste Danyal, a tus hijos y a mi hermana. Ahora vive con eso. Si puedes.

Ella interrumpe la comunicación y tira el teléfono como si fuera un trozo de metal al rojo vivo, luego se cubre la cara con las manos. La veo temblar, pero me siento como si estuviera pegada a la silla.

— Si quieres, le llamaré y le diré que todo eso es mentira, dice Olga sordamente, sin quitarse las manos de la cara.

— No, — susurro, mirando atónita a mi hermana, — no lo hagas. Todo está bien, Olga. Se lo dijiste todo muy bien. Sólo que... ¿por qué gemelos, Olga?

— Yo... yo no sé, Dana. Salió de manera espontánea.

— ¿Y por qué un niño y una niña, se puede determinar a una edad gestacional tan temprana?

— A veces se ve. Qué importa ¿crees que él entiende algo de eso?

El teléfono grita de nuevo con su tono de llamada. Mi hermana toma aire, mira la pantalla y rechaza la llamada.

— Es él otra vez, Dana. Hay que hacer algo.

Y marca el número de Voloshin.

 

***

Mi hermana y yo nos vamos a nuestras habitaciones, evitando mirarnos a los ojos. Acostada en la cama no dejo de pensar, hasta que no me doy cuenta de que todo el tiempo sostengo la mano sobre el vientre.

Es tan extraño tomar conciencia de que hay un niño de Daniyal ahí dentro. Su hijo o hija. Sería interesante saber cómo es el niño. O la niña... creo que nunca lo sabré, y en mi interior algo empieza a gemir y mi corazón se dispara, protestando.

Probablemente porque no tomé la píldora. Olga no me la dio, me obligó a beber un poco de cocimiento y me envió a dormir. Ella tiene razón, el hijo de Bagraev será un recordatorio constante de este breve matrimonio. De repente recuerdo que el matrimonio no fue disuelto, se anuló. Así que nunca me casé, y Daniyal nunca fue mi marido.

¿Así que todo esto fue necesario solamente para meterme en la cama? Qué estúpida fui al decirle que no a Daniyal la primera vez. Podríamos haber hecho el amor entonces, y no habría sido necesaria ninguna boda, ni la primera ni la segunda. Sin embargo esa vez, Dan definitivamente iba a usar preservativos, vi los cuadrados de papel de aluminio en la mesa al lado del sofá.

Anhelo que ocurra un milagro, que el embarazo desaparezca por sí solo. Tengo que estudiar, y buscar un trabajo, no puedo dejárselo todo a Olga. Bogdan le hizo una propuesta de matrimonio a mi hermana. Que se case, ella ya tuvo que irse de la capital por mi culpa. Y ahora, está el niño de Daniyal…

Olga tiene razón, hay que abortar. Pero por alguna razón, la mano no se retira del vientre, y un solo pensamiento gira molestamente en mi cabeza. Que este niño no es de Daniyal, sino mío. Mi propio hijo. O hija.

 

***

Por la mañana las dos, soñolientas y con los ojos rojos, subimos a un taxi, aun evitando mirarnos una a la otra.

Olga se queda esperando en el pasillo, y yo paso a la consulta y me siento en el sofá. Delante de mí, sale una pareja de la consulta: una chica con una barriguita redonda y un chico radiante de felicidad, que la mira con unos ojos tan amorosos que me resulta doloroso. Especialmente cuando veo anillos doradas en los dedos de los enamorados.

— ¿Confirmación de embarazo? ¿Para abortar? — aclara la doctora especialista en ultrasonido, tomando la remisión. Yo asiento. — Acuéstese.

— ¿Qué pasa?, — no puedo soportar, al mirar a la doctora que frunce el ceño.

— Mire usted misma, — responde secamente y vira el monitor.




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