Daisy POV:
Hoy es un soleada día. Perfecto para disfrutar un buen paseo en Central Park.
Aquí estoy sentada tranquilamente en mi cómodo sillón de cuero, contemplando con tranquilidad a la ruidosa calle de Manhattan. Los coches vienen e se van, así continuamente. Mientras tanto, montón de gente caminan de lado a otro. Algunos hablando por el móvil, otros corren con prisas temiendo llegar tarde al trabajo…
Suelto un gemido cuando siento el frescor que me deja en la boca mi ice coffee mientras mi mente trabaja como una máquina sin parar ni en segundo. Necesito ideas para poder crear la mejor boda para una de las herederas más famosas y más ricas de New York, Jade Stahl.
De repente la puerta de mi despacho se abre de golpe, interrumpiendo mis pensamientos. Me giro dando una ligera vuelta con mi asiento giratorio y ante mis ojos aparece el delicado y afeminado cuerpo de Meghan, mi asistenta. La había conocido en la universidad cuando estudiaba la carrera de administración de Empresas. Desde el primer encuentro, nos hicimos amigas y cuando finalizamos la carrera, decidimos crear una empresa —cuyo objetivo ha sido planificar las mejores bodas para novias, las cuales desean vivir un lindo cuento de hadas en ese día tan esperado y especial—, con el dinero que estuvimos ahorrando desde la fraternidad.
Juzgando por su expresión angustiada, algo grave debe haber ocurrido. Aunque teniendo en cuenta que la mayoría de las veces Meghan exagera la situación, dramatizando. Hasta pienso que ese es su pasatiempo.
—¿Qué pasa? —pregunto con la voz aparentemente tranquila.
—Es que...—balbuce mi asistenta nerviosa.
—¿Todo bien? —Le vuelvo a preguntar.
Yo soy tranquila —aunque algunos no se lo creen—, pero en ese instante, estoy cada vez más alterada por el nervioso comportamiento de Meghan. Me estoy poniendo de los nervios. Suspiro, intentando calmarme. Odio alterarme pero...¿Y si Meghan no ha exagerado nada? ¿Y si de veras hay un problema? Santos cielo, espero que no sea nada grave.
—No —responde mientras el tono de su voz tiembla debido los nervios—. Acabo de leer un artículo y...
—¿Y? —inquiero ya impaciente con Megan.
—Que el señor Fave habla mal sobre ti y sobre las sosas bodas que preparas —termina Megan.
¿Qué? No puede ser exclamo internamente. Aunque mi negocio me va bastante bien, necesito sí o sí el contrato de la señorita Stahl. Si hay algo que siempre he deseado desde que soy prácticamente una niña, es lograr que mi negocio sea un éxito entre la alta sociedad. Aunque también para demostrar al capullo y inepto de mi padre que podía triunfar en la vida sin su apoyo —o sin la necesidad de un hombre en mi vida—.
—¿Por qué? —niego con la cabeza, como si no quisiera creerlo—: Dame el periódico —ordeno tajante mientras le entrego mi mano.
Meghan da un paso atrás. Sus manos comienzan a temblar violentamente. Noto que tiene miedo. Su cuerpo está temblando como si fuera una maldita gelatina en movimiento. ¿Y la razón? Simple, ella me conoce bastante bien y sabe que en cuánto viera el artículo, soy más capaz ir hasta París con la intención de darle una buena lección a ese pedazo de basura del señor Fave.
Suspiro intentando calmar mi corazón agitado cuando me entrega el periódico. Luego observo como se muerde el labio temerosa, esperando mi reacción en cuanto leyera el maldito artículo.
Aprieto los labios furiosa cuando termino de leer. ¡Maldito Lorian! Desde que lo he conocido, las desgracias han vuelto a tocar a mi puerta después de lo ocurrido con mi padre. Es más, hasta nos volvimos cercanas y todo. Es en plan «¡Hola, soy la desgracia y vengo a joderte la existencia!». Tener de amiga a la desgracia tampoco es tan malo, comparado con el hecho de dejar que un hombre tome todo tu amor para luego abandonarte sin decirte ninguna palabra, ninguna despedida; dejándote en la estancada con un corazón roto.
Siento como la furia comienza predominar a mi sensatez al pensar de nuevo en mi padre —alias el bastardo—. Ese capullo es un ser desagradable que nos había abandonado, dejándonos prácticamente en la calle sin nada, después de que hubiera robado toda la riqueza de mi madre y huir con una de sus amantes. Y desde ese momento me prometí a mi misma que nunca iba a dejar que un hombre me hiciese daño. Cerré mi corazón con llave pero todo cambió cuando lo conocí. No solo fue mi primer beso, mi primer novio o el primer hombre que me hacía el amor. Si no, el primero que le entregué apasionadamente mi corazón esperando tontamente que éste correspondiera mis sentimientos. Sin embargo, tenía que haber sabido que toda historia tiene un fin y la nuestra llegó más temprano que había esperado. Sin alguna palabra, sin ninguna explicación, huyó a su país natal dejándome con el corazón roto en pedazos. Desde entonces, para mi, los hombres solo sirven para crear problemas.
Es toda una ironía teniendo en cuenta que mi trabajo consistía fundamente en crear bodas de ensueño. Muchos pensaban que yo soy una maldita romántica empedernida. Bueno lo soy pero la culpa la tienen esos libros o esas películas que me dejan suspirando, con el alma encogido. Me hacen desear con encontrar a mi mitad fresa. Sí, fresa porque no me gusta la naranja, excepto que sea zumo natural azucarado de esa fruta.
Pero a la vez odio depender de un hombre. ¿Lógica? ¿Dónde estará la dichosa lógica? Seguramente de vacaciones, relajándose en su mundo de wupi happiness.