Lorian POV
Después de que Daisy se hubiera ido, me quedo en su despacho, riéndome con tanta fuerza que mis lágrimas salen. Cuando mi risa termina, limpio mis lágrimas, saliéndome del despacho.
Con una pequeña sonrisa, me despido de su asistenta. Ésta me la corresponde, despidiéndose con una pequeña reverencia de cabeza.
Mientras salgo a la calle, me quedo inmerso en mis pensamientos.
Estoy algo inseguro sobre si debo o no conquistarla pero a la ver su mirada, puedo percibir que aún tiene sentimientos sobre mi. Eso me motiva más a luchar por nuestro amor. Tal vez, en el pasado, nuestra relación había terminado mal pero el Destino nos vuelve a dar una oportunidad. Estoy completamente seguro que ella es la persona indicada pero el momento incorrecto para estar juntos. Y esta vez no voy a despreciar ninguna oportunidad.
Iba a ir hasta su apartamento conduciendo con mi Audi bw pero al final decido que es mejor caminar hacia allí.
Dejo de andar cuando veo por el escaparate de una pizzería el diminuto cuerpo de Daisy. Una embobada sonrisa florece en mis labios al verla cómo devora una pizza.
No quiero que piense que estoy seguiéndola o que le estoy molestándola adrede, pero aún así, deseo compartir mi tiempo con ella.
«A pesar de todos estos años, saber que ella sigue siendo la misma persona, de la cuál me había enamorado es todo un alivio para mí. La amo tal como es y no deseo que cambie.» pienso mientras abro la puerta del local.
Siempre he tenido miedo de que por mi culpa cambiase su personalidad.
Entro y encamino directamente hacia su mesa. No quiero perder el tiempo.
Estoy a punto de soltar una carcajada al verla tan inmersa en otro universo, comiendo mientras hace unas expresiones divertidas.
Ella es capaz de hacerme feliz, de hacerme sentir el hombre mas afortunado del mundo. Daisy es la única mujer que amo con todo mi corazón. Siempre ha sido así y dudo que en un futuro eso cambie. Estoy destinado a amar a esa mujer para toda la eternidad. Ni el Destino ni el tiempo es capaz de cambiar la profundidad de mis sentimientos por ella.
Noto que no tiene bebida. Para hacerla un bien, cojo esos dos vasos vacíos, dirigiéndome hacia el aparato de bebidas.
Aprieto el botón. Uno se llena de Fanta y el otro de té sabor melocotón. Cuando éramos novios, siempre tomaba el té frío. Espero que aún le gustara este sabor.
Cuando las bebidas están listos, las tomo.
Camino de nuevo a su mesa. Antes de sentarme y sorprenderla con mi presencia, carraspeo la voz llamando su atención.
—Aún sigues siendo la misma vaga de siempre —digo sonriente.
La mirada fulminante que me ha dedicado no tiene precio. No quise molestar pero no he podido evitar caer en la tentación de verla bufar por mi culpa. Le guiño el ojo antes de tomarme un asiento.
Siento que el juego acaba de empezar.
Daisy POV
Lo miro mal. Se lo tiene más que merecido. ¿Acaso no puede dejar que coma en paz? Bufo gruñona. Pero a la vez no sé porque estoy contenta de que estuviese aquí conmigo, molestándome solo con su presencia. ¡Esto le llamo bipolaridad a tope!
—Como tú de pesado —replico, mascullando entre dientes.
Dejo caer mi querida pizza en mi plato.
El muy sinvergüenza se mofa de mi, riéndose a carcajadas.
Tengo unas enormes ganas de asesinarlo. Lentamente y sin piedad.
—Amo tu morboso sentido de humor —comenta después de terminar de reírse como la retrasada foca que es.
Me da tanta porque su maldita risa es tan excitante para mí. Yo la llamo La droga del sexo.
—Y no soy pesado, simplemente pasar mi tiempo libre contigo.
Se encoge de hombros, burlón.
Y así como pierdo los estribos. Adiós a la sensata Daisy, bueno no soy muy sensata que digamos pero shhh.
Siempre que estoy con Lorian, saca lo peor de mi. Aunque también mi lado más romántico y dulce. Así de bipolar soy cuando respiro el mismo aire que él. ¿Creen que debería ir a un psicólogo? Yo voto por un rotundo sí.
—¿Acaso sufres una extraña filia? ¿Dónde no dejas de molestarme? —estallo sin controlar la voz mientras lo veo como se acerca peligrosamente a mí, como la sigilosa serpiente que es. ¡Sí! Lorian es una serpiente.
«Oh, no.» exclamo cuando veo que está cogiendo un trozo de mi pizza. Ahora si lo odio eternamente.
Mi comida es mi comida y quién se atreve a tocarla, está destinado a una muerte dolorosa y lenta. Porque de eso me encargaría yo.
Antes de que pudiese meterse ese trozo de pizza en su boca, se la robo.
No me arrepiento de mis acciones cuando veo su asombro.
Esbozo una pícara sonrisa. Ha sido divertido jugar con él y ver su expresión de sorpresa. ¿Y si en vez de huir, juego con él? Le daré una lección y dejará de molestarme. Sí, eso mismo voy a hacer.