Álvaro Cooper
—Es increíble, esto realmente es increíble, ¿En que se ha convertido mi hermano? Mira que correr a mi padre de su empresa.
Mi colega y amiga Marie escucha lo que digo mientras teclea en su iPad.
—El amor te vuelve ciego querido.
—¿El amor? Ay por favor Mariel, no es amor lo que le tiene así, sino un, un… —ella levanta la cabeza para mirarme fijamente.
—No diré más, tengo respeto por las damas como tú —ella eleva una ceja.
—Querido, me han dicho hasta de que me voy a morir cuando ganamos un caso y nuestro contrincante se pone bravo ¿Y crees que una simple palabra me va a insultar?
—¿Qué es lo que sucede? El tráfico está de locos —comienzo a pitar la bocina de mi auto, queriendo ponerle alas para llegar más rápido a la corte. Un caso importante nos espera.
—Recuerda quien llega a la ciudad hoy —menciona Mariel, achico mis ojos mirándola.
—Gran personaje —contesto con tremenda ironía.
—De todas maneras, muchas calles están cerradas. Toma ese camino, nos llevará más rápido.
Ella sigue hablándome y señala las calles sin mirar siquiera.
—¿Siempre tienes que decirme lo que tengo que hacer? —ella sonríe de lado.
—Sin mí estás acabado Cooper. Y volviendo a lo de tu padre. Yo creo que es tiempo de que descanse y se tome unas merecidas vacaciones con tu madre. ¿Qué necesidad tiene de seguir aguantando a tu hermano y a toda esa bola de gente, teniendo dinero?
Opina con gran verdad en sus palabras.
—En efecto Mariel, pero mi padre muere si no trabaja. Tomar unas vacaciones, no creo que sea mucho de su agrado.
—Pues tendrá que hacerlo, porque en el bufete no podrás darle ningún trabajo, él es el economista, no abogado.
Giro en una calle y solo nos queda dos cuadras para llegar.
—Te equivocas Mariel. Recuerda que muchos de sus conocimientos hemos usado para aclarar muchos asuntos económicos. Mi padre es un genio para los números, difícilmente alguien podría superarlo. Y de eso Alessandro se dará cuenta.
—Espero que lo haga antes de que esa mujer y su familia lo lleven a la ruina robándole todo su dinero.
—En verdad te digo que no le deseo el mal a nadie, mucho menos a mí sangre, pero Alessandro se merece por comportarse de esa manera. Es la única forma de que vea las cosas de otra manera y comience a valorar lo que tiene. Comenzando por su familia.
Estaciono frente al juzgado. Bajamos con prisa. La prensa como siempre nos avasalla. Pero cubro a mi colega y pasamos en medio de ellos. Este caso es muy importante, un supuesto robo multimillonario a una de las corporaciones más grandes de Chicago. Ya nos falta poco, estamos a un solo paso de ganar el caso. Soy el mejor abogado del país y eso quedará nuevamente contemplado cuando ganemos este caso. No voy a perder mi reputación y le voy a demostrar a quien se atraviese en mi camino de que estoy hecho. No me interesa si tiene dinero y poder, no me pasé toda mi maldita vida estudiando las malditas leyes para que unos sinvergüenza me ganen este caso.
Una hora después…
—Él desvió los fondos y usó como presta nombre a Bernard Tucker.
—Objeción su señoría, eso es presunción.
—Ha lugar, es presunción —Antón gira a mirarme con odio y yo le sonrío. Él es uno de mis mayores contrincantes desde la escuela de leyes y lo sigue siendo ahora en los tribunales. Pero nunca ha podido ganarme un caso y eso lo tiene frustrado. Cuando él es el abogado acusador, yo defiendo a mis clientes ya solo por placer, no por el dinero.
Llevamos este caso hace ya varios meses y debo jugar mi última carta.
El juez da por finalizada la sesión y convoca la siguiente en dos semanas.
Mariel y mis demás colegas salen conmigo y mi cliente al lado.
—¿Crees que ganaremos? —pregunta Harrison quien es acusado por robo. La verdad es otra y estoy a punto de ganar este caso.
—¿Dudas de mí? —contesto regalándole una media sonrisa mientras apuramos nuestros pasos para salir de la corte.
—Avísame cualquier cosa que tengas y estaremos en contacto.
Me despido de mi cliente y camino con prisa fuera del tribunal para subir en mi auto junto a Mariel. La prensa nos ataca con preguntas y lo que más odio son las prensas amarillistas.
—Antón aún cree que tiene posibilidades de ganar este caso.
—Todos los tenemos Mariel.
—El sueña —agrega sin mirarme.
—Y yo voy con todo, yo no sueño, yo tengo objetivos fijados.
—¿Vas al bufete o te dejo en algún lugar? —pregunto mientras conduzco dirigiéndome a la oficina.
—Al bufete, tengo mucho trabajo —declara y solo asiento conduciendo hasta llegar al edificio.
Camino a pasos gigantes como es una costumbre en mí hasta llegar a mi oficina, donde al entrar cierro la puerta con seguro. Bebo una botella de agua con gas y me desplomo en mi silla para descansar un momento.
De pronto una persona viene a mi mente y solo sonrío recordando sus palabras.
Mire por donde camina la próxima vez
Desecho todo pensamiento improductivo de mi mente y busco en mi maletín el folio. Tengo varios casos que he empezado y debo dar seguimiento. También debo ir a ver a mis padres ésta tarde a ver cómo sigue de ánimo y darle tal vez algunas ideas. Tal vez Mariel tenga razón y sugerirle que se tomen unas vacaciones.
—¿Y esto? —tomo en mis manos un pedazo de papel escrito en tinta y a mano.
Alessandro Cooper es el amor de mi vida. El futuro padre de mis hijos. Lo amo y lo amaré hasta que no quede aire en mis pulmones. Verlo en la empresa al menos de lejos es lo que me motiva a seguir día a día.
Es como si él estuviera hecho para mí, aunque irónicamente está apunto de casarse con una super modelo, Pero sé que no la ama, ella ha nacido para mí, solo que aún no nos hemos conocido, pero pronto tal vez dé el primer paso.