Una carta al amor

Capítulo 9. Noche de chicas

Paz Ramírez 

—¿Vieron las noticias, vieron la noticia por Dios? —entro a la oficina alarmada.

—Sí, lo vimos, todo Norteamérica lo vio —secunda Nikole.

Me desplomo en mi silla, no sé si reír o ponerme a llorar.

—No se va a casar, imagínate, ¿Cómo fue capaz de engañarlo? ¿Cómo fue capaz de serle infiel?

Atenea se encoge de hombros. —Yo creo que lo tenía chiquito —hace un ademán con los dedos y yo observo a Nikole y juntas nos echamos una carcajada.

—Por Dios Atenea que cosas dices.

—¿Qué? Es la verdad, a ver, ¿Quién en su sano juicio engaña a alguien así? Joven, con dinero, una linda carita y encima te ama con locura. Tiene que tener algún defecto, y la única es que lo tiene chiquito.

—¡Basta, basta! —pide Nikole mientras ríe con lágrimas en los ojos echando su cuerpo en su silla.

Yo no puedo evitar reír al imaginar que sea cierto.

—¿Y eso que importa? Lo importante son los sentimientos —defiendo sin borrar mi sonrisa.

—Para ti Paz que todo le encuentras lindo y perfecto, pero para la super modelo no, buscó algo más grande —ahora no puedo evitar echar yo una tremenda carcajada al escucharla hablar con la voz ronca y con gestos con la mano.

—Ustedes están dementes, las dos. —luego solo borro mi sonrisa observando un punto fijo.

—¿Qué sucede? Pregunta Atenea mirándome. Me encojo de hombros apretando mis labios entre sí.

—Me alegro que no se case, no sé siento una sensación de felicidad, pero eso da igual. Alessandro jamás se fijará en mí. ¿No vieron como ayer apenas nos miró al salir?

—Nos dio paso —agrega Nikole.

—Sí, por educación, no porque le importemos o nos tomara en cuenta.

—Creo que tienen razón chicas, debo dejar de soñar y pisar tierra.

—Aahh, amiga —Nikole me abraza y yo solo sonrío triste, pero es la verdad, un hombre como él jamás se fijaría en mí. ¿Cómo lo haría? Si somos de mundos tan distintos, si yo en toda mi existencia me habré cruzado con el apenas cinco veces.

—¿Entonces sigue en pie lo del sábado? —pregunta Atenea. Yo sin remedio afirmo moviendo la cabeza. Ellas chillan emocionadas hasta que llega nuestro jefe a mandonearnos como siempre.

Pasaron los días y aunque dije que me lo quitaría de la cabeza y cada vez que tengo tiempo libre y estoy en mi casa reviso las redes sociales para saber de él.

Al parecer su prometida lo engañó, según los medios, él la encontró a ella teniendo relaciones con su amante. Uy qué feo está eso.

Él golpeó al hombre hasta casi matarlo y el sujeto fue a parar al hospital. Eso está de miedo.

Fue a parar a la cárcel, pero dos días después su hermano Álvaro Cooper lo liberó. Pero el sujeto gracias al cielo está fuera de peligro aún hospitalizado.

Bueno, era lógico, Álvaro Cooper es uno de los abogados más influyentes y con poder aquí en Chicago. No iba a dejar a su hermano tras las rejas.

Ahora Alessandro Cooper ha desaparecido, lleva días que nadie sabe de él, no ha aparecido por la empresa. Se especula que está encerrado en su penthouse en el centro de Chicago.

Pobre hombre, estaba enamorado y le pagó esa mujer de esa manera.

También hay información de ella. Según los medios ella no ha querido dar ningún testimonio y evita a toda costa a los medios. Ruedo los ojos. Y pensar que antes buscaba ella llamar la atención de los paparazzi para hacerse famosa.

—Vueltas que da la vida —digo mientras sigo leyendo en mi celular los chismes.

De pronto me llega una notificación en mi teléfono. Era un mensaje del trabajo que haré el domingo. Si yo los fines de semana realizo otros trabajos para juntar dinero. Cualquier dinero extra me viene muy bien y en lugar de estar aquí encerrada sin hacer nada, prefiero hacer cualquier trabajo, decente, estamos hablando de trabajo decente. Como niñera de fin de semana, paseo perros, hago limpieza. No tengo problema para hacer ningún trabajo.

Le confirmo que si podré a la persona y me alistó luego para dormir. Debo dejar de pensar en ese hombre. He decido que ni una carta más para él. He decidido vivir mi realidad y ponerme mano a la obra en encontrar un prospecto con el cual podré casarme en unos años. Antes que se me vaya el tren y ya nadie quiera a una novia vieja.

Al día siguiente despierto temprano para ir a hacer el trabajo de limpieza de un día. Y lo primero que recibo es un mensaje de Atenea para decirme que no me olvide de nuestra cita. Enviando algunas caritas de diablito. Niego una y otra vez y salgo de mi casa guardando mi teléfono en el bolso.

Pasado las horas luego de las cuatro de la tarde llego agotada. Me duelen mis pies. La casa era gigantesca y quería una limpieza profunda. Pero al menos me gané 300 dólares y es un buen dinero que ya va a mi ahorro.

Recibo un mensaje de Nikole diciendo, llegamos en quince. ¡Ay Dios! Exclamo desplomándome en mi pequeño sofá de color marrón.

Y no ha pasado ni diez y ellos ya estaban tocando mi puerta.

—¿Cuál es el apuro? —pregunto apenas las veo a ellas parada frente a mí puerta con Dios sabe cuántas cosas en la mano y unas sonrisas radiantes en los labios.

—¿Y tú porque tan desganada? —me empujan entrando a mi pequeña casita.

—Trabajé todo el día, acabo de llegar —cierro la puerta mientras ellas ya se acomodan a sus anchas.

—¿Cuál es la necesidad Paz? ¿Para que trabajas tanto?

—Ustedes saben porque.

—Ya vale, eso sabemos, pero Dios mujer no te das un respiro. Toda tu vida es trabajo.

—No le digas nada, ella no entiende razones —agrega Atenea comenzando a quitar ropas, maquillajes, su rizador.

—¿Y para que todas esas cosas? —vuelvo a desplomarme en el sofá.

—Es para ponernos bellas y radiantes para la noche y que algún galán se fije en nosotras.

—Dudo mucho que consigamos galán allí —digo mirándolas.




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