Una carta al amor

Capítulo 10. Una noche diferente

Alessandro Cooper 

Hace dos días salí de la cárcel gracias a mi hermano y a mi padre. Me he encerrado aquí en mi departamento porque no quiero hablar con nadie, ni siquiera con mi madre. Siento vergüenza de mi mismo. Por la forma en que me comporté con mi familia por culpa de esa mujer. Por el momento necesito pensar bien las cosas y necesito un tiempo para mí.

Muchos tal vez piensan que soy patético, pero la verdad es que estoy muy dolido. Rebeca era todo para mí. La amaba más que a nada, de hecho aún la amo y es difícil y llevará tiempo olvidarla. Porque yo no sacaré un clavo con otro. Yo no tendré un romance con otra mujer solo para olvidarla a ella. Eso no. Además ya no me interesa tener ninguna relación amorosa con ninguna mujer.

Necesito organizar mis ideas, mi mente ahora mismo es un caos.

Escucho que tocan mi puerta y camino hasta allí para abrirla a pesar de que no quiero ver a nadie, el portero me ha avisado que es mi hermano Álvaro. A él si lo dejo pasar, y a mis padres, a nadie más, dejé instrucciones precisas.

—Pensé que te encontraría arrastrándote por el piso con mil botellas tiradas a tu alrededor.

Le regalo una media sonrisa. —Ya fui idiota una vez hermano, no me creas tan idiota en todo.

Camina detrás de mí para luego tomar asiento en el sofá.

—¿Cuándo volverás a tu empresa?

—En unos días. Solo intento tranquilizarme y calmar a la prensa que no deja de merodearme.

—Te veo mejor —agrega.

—Si piensas que estaré perdido por una mujer, estás equivocado Álvaro, yo no lloraré por nadie.

Sonríe de la misma forma en que lo hago yo, tenemos esos mismos gestos.

—Vaya, sí, la verdad te creí más tonto, pero veo que no.

—¿Estás aquí solo de visita o hay algo importante? —niega.

—No, solo quise venir a ver cómo estabas, no dejaré que te lances de la ventana — bromea.

—No, aún tengo mucho que vivir. Por cierto, salgamos este fin de semana. —giro a mirarlo.

El agita la cabeza negando. —No puedo, el lunes el la última audiencia, el martes dan el veredicto, trabajaremos con mi equipo este fin de semana para nuestra última jugada. Debemos ganar.

—Lo harás, nunca has perdido un caso, créeme que este no será la excepción.

—Lo sé, estoy confiado. De todas maneras, estoy concentrado y tengo muchos casos que revisar.

—¿No te cansas de trabajar tanto? ¿Cuándo es que piensas establecerte? ¿O tu perro será tu única compañía toda la vida?

Sonríe poniéndose de pie. —Al menos los perros no te traicionan y luego no te quieren quitar la mitad de tu dinero —contesta acomodando un adorno sobre el mueble.

—Buen punto —contesto.

—Aprendo de los errores de los demás, bien me alegro que estés mejor Ales, cualquier cosa estoy aquí para ti.

Me ofrece la mano el cual lo tomo sin dudar.

—Gracias, aunque no lo merezco, gracias por ser un buen hermano.

—Tonterías, la familia siempre deben apoyarse. Por favor, si vas a salir, no hagas tonterías, no bebas de más —me advierte.

—No te preocupes, como te digo, no soy un crío y menos un idiota, solo cometo errores una vez.

Ya que Álvaro no quiso ir conmigo al club invité a mi amigo quien estaba casualmente en la ciudad, y quedamos en divertirnos un rato. Franco vive en Rusia, pero por negocios siempre visita Chicago y me había llamado para decirme que estaba aquí. Esto me vino como anillo al dedo.

Me esperaba en el club. Yo tuve que salir a escondidas. Pues la prensa me acecha como ladrón a media noche. No quiero que me abarquen y comiencen con sus tontas y absurdas preguntas. No alimentaré el chisme y el morbo a los que están acostumbrados sobre la vida privada de las personas. Ellos ganan dinero sin importar el daño moral o psicológico que causan.

—Mi gran amigo —exclama al verme llegar a donde se encontraba.

—Franco, amigo —lo saludo con un abrazo. No lo veo hace más de cuatro meses.

—Me alegra verte Alessandro.

—A mí también Franco —uno de los camareros me trae mi pedido de coñac mientras conversamos. Contándole lo que me había sucedido dejándolo totalmente sorprendido. Hasta me bromeó diciendo que había venido para mi boda.

Siento gran pesar al hablar de esto. Porque es muy reciente. Pero dicen que para sanar es mejor sacarlo para afuera, es peor cuando te lo guardas.

—Entonces esta noche vamos a celebrar que te has salvado de cometer una estupidez, salud —sonrío de lado levantando mi vaso también para chocarlo con el de él.

—Así es, me he salvado de cometer el peor error de mi vida.

—Salud por eso amigo y disfrutemos de la vida, que mujeres hermosas abundan y podemos disfrutar de ellas sin compromiso alguno. Y justo ahora veo a unas cuantas allí abajo.

Inclino mi cabeza para mirar hacia abajo al estar sentado al lado de la baranda de vidrio el cual nos permite ver todo desde aquí arriba.

Yo fijo mi vista en una mujer, una que baila sola. Observo que bebe y disfruta con sus dos amigas quienes si están acompañadas.

No necesito tener un compromiso para disfrutar de un buen sexo. Hace tiempo, mejor dicho hace años que no sé lo que es estar con otra mujer que no sea Rebeca, hasta he dejado de hacer muchas cosas y disfrutar de las maravillas de la vida.

Seguimos bebiendo con Franco, una copa tras otra. La bebida se me ha subido sintiendo un calor que recorre mi cuerpo.

La mujer sigue bailando y creo que mi amigo ha fijado su vista en alguien también.

—Iré abajo. Tengo una presa en la mira —es todo lo que dice bebiendo de golpe todo su vaso de bebida. Vuelvo a fijar mi vista en la mujer quien ahora camina alejándose de la pista de baile. No quiero perderla de vista y que otro me la robe.

—Lo mismo digo —bebo toda mi bebida y me levanto totalmente mareado. Bajo las escaleras como puedo y la busco con la mirada. Sin embargo no la encuentro. Camino hacia los sanitarios buscando de aquí para allá.




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