Una carta al amor

Capítulo 12. Una disculpa

Alessandro Cooper

Decir que me duele la cabeza es poco. Despierto algo desorientado intentando recordar donde vine a parar anoche. Observo a mi alrededor y es obvio que en un hotel. Intento hacer memoria de lo que ocurrió anoche en el club. Recuerdo haber abordado a una mujer de ojos grandes. Ella aceptó pasar conmigo la noche. Estuvimos juntos eso es obvio. Recuerdo que llegamos aquí, ella ebria, un poco más que yo creo. Sus besos sabían rico y su aroma también.

Terminamos en la cama, pero decir que luego recuerdo algo sería mentirme. Es como si hubiera dormido y ahora me despierto solo. Con prisa me levanto a buscar mi cartera. Rebusco en mi pantalón encontrándolo intacto. Al parecer no era una ladrona ni nada de eso. Solo huyó de mí.

Echo una carcajada al ver que es la mujer quien abandona al hombre luego de una noche en un cuarto de hotel. Niego agitando la cabeza para luego colocarme mi bóxer, seguido de mi pantalón y mi camisa.

Tomo mis cosas y salgo de la habitación del hotel.

—¿Has visto salir a la mujer de anoche? —pregunto a mi chófer al subirme a mi auto.

—No señor, no me fijé —contesta.

—No te preocupes, solo llévame a casa.

Da igual, una noche, ni recuerdo el nombre de la mujer. No soy esa clase de hombres que están con una mujer cada noche en realidad. Bueno, al menos no era cuando estaba con Rebeca porque la amaba y la respetaba. Ahora no puedo decir lo mismo.

Llego a casa a ducharme y poder trabajar un poco, estuve una semana sin ir a la oficina y tengo muchos pendientes.

Al día siguiente al llegar temprano a la empresa, las miradas de mis empleados se fijan en mí y el cuchicheo entre ellos no falta, lo único que hago es darle una mirada severa y vuelven a sus funciones.

Mi secretaria muy profesional me recibe con todos los pendientes que tenía. Pero antes de sentarme si quiera en mi silla. Emilio mi gerente financiero ingresa presuroso.

—Perdóname Alessandro por entrar así, pero necesito que veas esto. Buen día —agrega.

Arrugo el ceño extendiendo mi mano para tomar la carpeta que me ofrece.

Comienzo hojear mirando una y otra vez las cifras, sin poder creerlo. —¿De cuando es esto Emilio?

—Tan solo dos días.

—Llama a Gerald inmediatamente —exijo.

—Ese es otro problema —levanto la mirada.

—El viernes se reportó enfermo, no apareció por la oficina, hoy lo mismo, no apareció.

—¡Maldita sea! —golpeo la mesa con mi puño.

—Llama a mi papá ahora mismo Casandra —ordeno a mi secretaria quien asiente y sale de la oficina con prisa.

—¿De cuánto estamos hablando Emilio? —pregunto volviendo a mirar los papeles, una y otra vez.

—Según estuve revisando aproximadamente 100millones.

Paso saliva frotándome el rostro. —Llama a los abogados, en la sala de juntas los quiero a todos los de finanzas en diez minutos.

—Sí Alessandro —es todo lo que dice girando para salir de la oficina.

Suspiro hondo, una y otra vez, ¿Cómo fui tan idiota? ¿Cómo caí en el juego de esa familia? ¿Cómo fui tan ciego y no hice caso a mi padre y a mi hermano cuando me lo advirtieron por tanto tiempo.

Sin dudar marco el número de Gerald, pero está totalmente apagado. —Maldito —lanzo mi teléfono en mi escritorio cuando con prisa mi padre ingresa a mi oficina.

—Localiza a ese maldito hijo de… —está tan molesto.

—Tenias razón papá, siempre tuviste razón y yo fui un maldito ciego, yo caí en el juego de esa mujer y su padre.

—Yo te lo advertí William, te dije y ¿Qué hiciste? Estas engatusado por esa familia. Por esa mujer.

Se altera caminando de un lado a otro.

—¿De cuánto estamos hablando?

—Cien, aproximadamente, no sé muy bien, convoqué a una reunión en la sala de juntas para saber los detalles.

—¿Ya le comunicaste a tu hermano? —agito moviendo la cabeza. —No, él tiene el caso Forez hoy, no lo molestaré, hoy es la última audiencia. Mi padre asiente.

—Sí, si, tienes razón, lo olvidé.

—De todos modos mis abogados comenzarán con la investigación, no hay que ser muy tontos para saber que fue él.

—¿Y quien más? Tiene que tener cómplices, no haría un desvío de fondos tan grande como éste si estuviera solo.

—Lo sé, pronto lo sabremos —agrego totalmente desganado y molesto. Mi padre vuelve a negar.

—Discúlpame por lo que te diré hijo, pero si no le das esto a Álvaro, no recuperarás tu dinero y mucho menos meterás a ese hombre a la cárcel. No menosprecio a tus abogados, pero tú sabes que tu hermano en esto es el mejor.

—Lo sé, y no solo necesitaré su ayuda, también la tuya. Sé… —guardo silencio bajando la cabeza—, sé que dijiste que si pasaba esto, tú no estarías para mí, y lo entiendo y créeme que lo lamento tanto, papá.

—Lo único que ahora quiero es ver tras las rejas a ese maldito y que te devuelva tu dinero, lo que te haya dicho o me hayas dicho ya no importa. Eres mi hijo, no mi enemigo.

—Gracias papá, en verdad muchas gracias por no dejarme solo una vez más. Y reconozco que fui un idiota. Ya no volveré a cometer los mismos errores.

 

Paz Ramírez

—Espera, no, Dig, no —me jala de su correa porque vio a un gato en la calle y comienza a arrastrarme por el suelo, es un perro fuerte, grande y mi menudo cuerpo no puede contra él.

Las personas que pasan me ven siendo arrastrada por un perro gigante y lo único que siento son mis rodillas pelarse y dolerme mucho. Hasta que finalmente el gato se perdió de vista y él pudo calmarse.

—Dios Mio, dame un respiro Dig —me siento en la acera y él como si nada me lame la cara. Al final solo lo termino abrazando y luego veo que mis pantalones se rasgaron y me he lastimado las rodillas.

Unas horas más y él me indica la dirección de su casa. Capto que es la señal que ya quiere volver. Yo apenas puedo caminar por el dolor que siento.




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