Una carta para lisa

2. Introducción.

Disculpa, lisa, la demora en responderte.

Es que yo quería en un principio, a partir de mi pasado, hacerte una “mapa” de ruta hacia tu futuro. Evitarte que tropieces con las mismas piedras que yo tropecé, señalando sus ubicaciones en el mapa.

Pero eso no se me hizo tan sencillo como pretendía. Ser franco y realista también tiene sus retos.

Discúlpame tanta arrogancia, lisa, pero caer en presunciones fue demasiado fácil para mí. Pues la afinidad que he visto que hay entre nuestras almas, para mí ha sido demasiado abrumadora.

No solo eso, sino que la abismal montaña de espacio y tiempo que nos separa, también me ha dejado asombrado, pues ese es el patrón favorito de Dios. Ese Dios sarcástico y macabro de cuyos maquiavélicos milagros y “casualidades” ya estoy tan acostumbrado.

Ya habrás podido ver, lisa, a partir de mi opinión sobre Dios, que aún estoy a brazo partido enfrentando sus duros desafíos. Es mi pretensión, y espero lograrla, que Dios te trate mejor de como me ha tratado a mí.

No te voy a mentir, lisa. A partir de todo cuanto me has dicho, que es tan parecido a lo que yo padecí cuando estuve en tu etapa, hace que el optimismo se me venga abajo, y te diré por qué.

Porque cargamos con el equipaje de errores que heredamos de nuestros padres. Sé, lisa, que tienes motivos para criticarlos, y estar en desacuerdo con el modo como te tratan.

Pero te diré una dura verdad que emana a partir de la mía; Tu aún no sabes ser diferente a ellos.

Si hoy te tocará estar en sus zapatos, y enfrentar un hogar con hijos como lo hacen ellos, créeme, en 6 meses descubrirás, con asombro, que estarás cometiendo sus mismos errores y enterrando sus mismos puñales en las mismas espaldas.

Descubrirás, con asombro, que te has convertido en un perfecto clon de ellos.

Entonces, si un clon de la lisa actual se te llegara a cruzar en frente, pero a la que le gusta Taylor Swift, le criticarás que no le ves nada a esa flacuchenta desabrida.

Créeme, lisa. Cuando eso me pasó a mí, mi alma dentro de mí se me retorció de agonía. Mi propia saliva se convirtió en veneno para mí, porque yo había dejado de ser Yo.

No podía creer que yo me había convertido en algo igual, y hasta peor, a esos de los que yo tanto renegaba.

Te diré cuál es el problema, lisa. El problema es que tienes sus genes. Creciste en su casa, te ramificaste y, cuando empieces a dar frutos, descubrirás que eres un naranjo igual que ellos.

Los naranjos no dan manzanas, lisa. Tu, por tu propia cuenta, y sin ayuda de nadie (salvo Dios, que te sugiero que sea diferente al mío) deberás hacerte tú misma un árbol distinto.

Aquello que tú quieres ser. Tu más grande ambición.

¿Cómo vamos a lograrlo?




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