Una carta para lisa

9. La semilla de trúfula. Parte 2.

Una cosa sorprendente que he descubierto de los terapeutas de Facebook, lisa, es cómo ellos describen a los maniáticos narcisistas y las secuelas que dejan en sus víctimas.

Sorprende que ellos hablan de otras personas en otros países, con otros idiomas y en diferentes épocas, pero las psicopatías son las mismas, y yo recibí las mismas horrendas heridas.

Es decir que, en cualquier época o país del mundo, tod@s actúan igual. Afortunadamente para ti, lisa, ellos no han cambiado su modus operandi y los puedes descubrir a tiempo, si sabes reconocerlos.

Las arañas humanas son tod@s iguales sin importar cuándo y de dónde emerjan. Sería imperdonable, lisa, que yo no te advierta, cuando aún estamos a tiempo (espero).

Los terapeutas del Facebook dieron en el clavo cuando revelaron la clave de “los 3 días”. Qué lástima que para mí ya era demasiado tarde cuando la descubrí.

Pero para ti aún no lo es, lisa (espero). Te diré lo que a mí me ocurrió.

Acuérdate de cuando te dije que yo en la calle era muy distinto de cómo era en el liceo. No lo niego, a mis 15 años, también tenía mis caretas de vez en cuando.

Yo creía que la vida era Disney, y no tenía un adulto creíble que me aconsejara. Todos estaban en mi familia, y no hacían más que hablar mal de mí a mis espaldas. Ninguno era confiable.

Ninguno me advirtió. Ni siquiera me dijeron de la existencia de las arañas humanas. Quizás fue porque ellos también lo eran, y esperaban de mí que también lo fuera.

Total, llevaba sus genes, ¿no es cierto?

El caso es que Shakira era amiga de una amiga mía, a la que llamaremos Kitty, con la que ya yo iba encaminado a que fuésemos novios.

Kitty era ingenua, modosita y penosa, toda una novia infantil. No decía groserías frente a su mamá, estornudaba como un gatito y se sonrojaba por nada. Muy hermosa de cara, ya tenía talla 34 de brassière a sus tiernos 12 años.

Shakira, al igual que yo, ya tenía 15, pero era una demonia mucho más madura de lo que sus años decían.

Híbrida voz hipnotizante, aniñada a lo Rosita Lavillant, pero con la sensual impavidez de Angelina Jolie, mirada de víbora y cuerpazo que, valga decirlo, Kitty no le podía competir, la pobre gatita estornudona no se dio cuenta de su cruento error hasta que fue demasiado tarde.

Antes de presentarnos a Shakira y a mí, Kitty de seguro le habría hablado maravillas de mí y, solo supongo, en realidad no lo sé, le hablaría también de lo muy cerca que estábamos de hacernos novios. Kitty se estaba tomando su tiempo, sus inseguridades eran demasiadas, y éstas le jugaron en contra.

Shakira vio la oportunidad servida, y no la desaprovechó.

Primera gran señal de la narcisista: si ve que su mejor amiga lo quiere, entonces YO TAMBIÉN LO QUIERO, Y LO QUIERO PRIMERO QUE TÚ.

No pasó mucho tiempo antes de que Shakira apareciera por mi Messenger. Yo, tierno e inocente, no vi nada de malo en eso. Tampoco vi nada de malo en que el viernes habláramos por 15 minutos, el sábado por media hora y el domingo por hora y media.

Total, “mi labia era irresistible”. Yo me creía que me la estaba comiendo. En serio, tener el interés de Shakira me tenía el ego hiper inflamado. Ese mujerón era en realidad increíble.

Yo no podía creer mi buena suerte. Pero Kitty, ¿dónde quedó?

Hay que tener 15 años de edad para saber lo que se siente ser un muchacho pendejo de afectos tan superficiales y banales. Yo no recuerdo haber visto a Kitty por ninguna parte. Shakira me la borró tan por completo tan fácilmente, que Kitty está totalmente ausente de mis recuerdos de ese tiempo.

¿Shakira intervino en hacerla invisible? Jamás lo sabré. Jamás sabré cómo Shakira tejió su telaraña en torno a mí.

Segunda gran señal de la narcisista: todo cuanto hace a tus espaldas es oscuro e inexpugnable. No hay forma de que con ella puedas estar seguro de algo. Ella todo lo encubre, todo lo oculta. Quiere tu confianza, pero no hace nada por cimentarla, sino muy al contrario.

Ella dice una cosa, hace otra muy distinta, y así hace todo por socavar esa misma confianza que ella “exige” que le tengas.

Como a Dios, debes creer en ella por fe, no por hechos.

Yo no conté el tiempo que Shakira y yo nos hablamos por Messenger. Solo sé que fueron muchas semanas y escalamos mucho y muy rápido. Yo estaba completamente feliz.

No notaba nada, no percibía nada. Mi corazón estaba totalmente anestesiado, y mi pene extasiado. Me sentía el Alpha de la manada. Todo un semental.

Esa Shakira era demasiada mujer para ser de verdad. Y adivina qué; esa era su única verdad. Su cuerpo sabía a néctar de mandolinas. Copaba todos los sentidos. Su influjo era descomunal.

A través de la computadora creció nuestro “interés” mutuo y Shakira también calibró a la perfección sus tiempos y movimientos.

Me cayó de sorpresa cuando yo menos la esperaba, justo cuando su impacto sería más fuerte y mortífero. Jamás he podido olvidar esa noche.

Tercera gran señal de la narcisista: sabe montar un show, y ella pretende que todo a su alrededor sea un show donde ella sea el centro de atención.




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