Una chica adinerada de provincia

Episodio 15

David

Me siento al volante, todavía con las emociones a flor de piel. He perdido la cabeza por esta mujer. Es irreal. Cada segundo me aferro más a ella. Y cada vez entiendo con más claridad que en realidad nunca amé a Nika. Nunca perdí la cabeza por ella como lo hago con esta chica.

Estoy dispuesto a cumplir cualquier capricho de Ilona. Su petición inocente de mostrar toda mi carisma para molestar a las oficinistas me dejó sin palabras. La cumplí con un placer inmenso. Y ahora, simplemente, lo disfruto.

De reojo, la miro, pero parece preocupada por algo.

—¿Pasa algo, Ilonka? —pregunto con cierta tensión.

—No, todo bien. Mejor vámonos de aquí —responde ella.

Pero su voz suena inquieta, y eso me pone en alerta. Arranco el auto, decidiendo que averiguaré qué ocurre durante el camino.

Ella marca un número en su teléfono y lo acerca a su oído. Mientras tanto, le pido:

—Ilonka, abróchate el cinturón.

Ella lo hace de forma automática y luego le pide a alguien que recoja su auto y lo lleve a casa, ya que solo pensaba ausentarse por unas horas.

Cuando cuelga, tomo su mano y la aprieto suavemente.

—¿Qué te preocupa, mi niña?

—Todo está bien, David… —suspira—. Ha sido un día intenso, nada más.

Pero sé que hay algo más, algo que no quiere decirme. No quiero presionarla, así que cambio de tema.

—Ilonka, ¿qué planes tienes para mañana?

Ella me mira con cierta incertidumbre y se encoge de hombros. Percibo su tensión, que apareció de repente, pero no logro entender por qué.

—Sabré qué haré mañana cuando llegue mi papá.

—Pero mañana es fin de semana —le recuerdo—. Podríamos ir a Vínnytsia, y el domingo a Leópolis.

Ella suspira y, con inseguridad, responde:

—Tus planes suenan geniales, David, pero, si soy sincera, no puedo asegurarte nada. Tengo que ayudar a mi papá. —Se humedece los labios y confiesa—: La verdad, me da miedo decirle algo. No quiero fallarle, sé que cuenta conmigo. Y recuerdo su regla de oro: en tiempos de cosecha, no se pierde ni un minuto.

Su dedicación me conmueve. La familia es sagrada, pero no a costa de sacrificar la propia vida.

—Ilona, eres joven… Deberías pensar en tu propia vida. A tu edad, muchas mujeres ya están casadas, tienen hijos… ¿Y tú...?

—¡No quiero hablar de eso, David! —me interrumpe bruscamente.

—¿Por qué? —insisto.

Intuyo la razón de su negativa. Ella baja la mirada, guardando silencio, pero yo no puedo quedarme callado.

—Ilonka, eres joven, hermosa, inteligente… Mira, ¿y si te pido que te cases conmigo? ¿Qué haría entonces tu padre?

Sus grandes ojos azules me observan con desconcierto. Se queda en silencio por un momento y luego suelta secamente:

—¡David, qué matrimonio ni qué nada! ¡Nos conocemos hace solo tres días!

—Pero parece que nos conocemos de toda la vida —le digo con sinceridad.

Nos quedamos mirándonos fijamente. Ella es la primera en bajar la vista y entonces me dice:

—David, cuéntame sobre ti. No sé casi nada de tu vida.

Su petición me toma por sorpresa. Me tenso de inmediato. Sé que debo contarle algo sobre mí, pero el tema de Nika… no, eso no puedo mencionarlo. Algo me dice que, si lo hago, ella no lo entenderá. Claro que se lo contaré, pero después de que mis padres regresen y yo termine mi relación con Nika oficialmente.

—Ilona, como te dije antes, tengo treinta y cinco años…

—¿Por qué sigues soltero? —me interrumpe bruscamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.