Una chica adinerada de provincia

Episodio 34

ILONA

Al acercarme al patio, veo que el coche de los invitados sigue ahí. Para ser sincera, esperaba que esos intelectuales ya se hubieran ido. Entro en el patio, estaciono y ayudo a Sofía a salir del coche.

Diana y yo caminamos apresuradas hacia la casa. Llevo de la mano a la pequeña, que insiste en que la lleve a dar una vuelta más tarde. No puedo prometerle nada, no sé cómo se desarrollará la noche, así que solo le respondo con un tono neutral que, si tengo tiempo libre, lo haré con gusto.

Al entrar en la casa, atravieso rápidamente el vestíbulo, pero justo en el umbral del salón escucho el quejido de Diana. Me vuelvo y la veo hacer una mueca de dolor, entrecerrando un ojo.

—Estoy bien —dice, tratando de minimizar la situación—. Enseguida se me pasa.

—Ilona, ahí está tu galán… el que nos seguía en el coche aquel día… —susurra Sofía, tirando de mi mano.

Parpadeo, sin entender de inmediato lo que me quiere decir. Pero en cuestión de segundos, miro a Diana, que me observa con los ojos muy abiertos. De repente, siento que el corazón me late con fuerza. Solo ahora caigo en cuenta del significado de las palabras de mi hermanastra.

Miro alrededor con cautela y, al tragar saliva con nerviosismo, me congelo. Se acerca a mí con paso firme y una mirada penetrante. David. No sé qué me pasa, pero mi corazón parece querer salirse del pecho. Estoy dividida entre el deseo de huir y la imposibilidad de apartar la mirada de él.

Escucho cómo Diana llama a Sofía, y la niña suelta mi mano para ir con su madre.

David se detiene a escasos centímetros de mí, quemándome con la mirada. La herida que dejó en mí sigue ardiendo en el pecho, pero mi corazón late de manera desenfrenada. Por fin reacciono, pero antes de que pueda moverme, David atrapa mi mano y me mira directamente a los ojos.

—Hola, preciosa. Te extrañé.

Su voz me enloquece y me enfurece al mismo tiempo.

—David, tú...

—He venido por ti —me interrumpe con firmeza—. No pienso pasar ni un solo día más sin ti.

—David... tú... —Estoy en shock, perdida, sin poder articular palabra. Me pongo nerviosa, me irrito, no entiendo nada. La ansiedad hace que todo mi cuerpo tiemble y, al sentir su mano sujetando la mía, me invade un calor sofocante.

—Te necesito —asegura con determinación y luego me pide—: Ven conmigo.

—No voy a ir contigo a ninguna parte...

Eso es todo lo que alcanzo a decir antes de que, en un abrir y cerrar de ojos, me alce en sus brazos. Se inclina sobre mí y me susurra con voz ronca:

—Espero escuchar un “sí” de tu parte.

Ni siquiera entiendo a qué se refiere.

¿Un “sí” para qué? ¿Qué está pasando? ¿Y por qué demonios ha venido a mi casa?

—¡David! —le espeto, furiosa—. ¿Qué crees que estás haciendo?

—Lo único que no puedo negarme a hacer.

Responde con total seguridad, llevándome directamente al salón. Estoy tan desconcertada que no sé cómo reaccionar. Todos nos están mirando, y la incomodidad me carcome.

David me deja en el suelo frente a los sofás, pero no suelta mi mano. Me siento sofocada, acalorada hasta las raíces del cabello.

Si estuviéramos a solas, sería diferente, pero aquí, con todas estas miradas sobre nosotros, me siento completamente expuesta. Mientras yo me ahogo en mi propio nerviosismo, David suelta su bomba.

—Mamá, papá… ella es mi novia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.