Una Deuda, Una Oportunidad De Encontrar El Amor

CAPITULO 8

Una ola de emociones se levantó tempestuosa dentro del pecho de Adela. Por primera vez un hombre tocaba su piel con la admiración de alguien que contempla algo precioso. La tempestad se tornò azul, un azul de medio día que lo llenaba todo, que ahogaba al tiempo que le enseñaba que su alma podía ser tocada más allá del simple tacto en la piel. De pronto sintió el dolor que subía desde sus entrañas a su pecho y ya no se asfixiaba; un abismo ahucò el lugar de su pecho donde se suponía tenía un corazòn. ¡No voy a llorar! se repitió en su mente.

Se levantó, tomó las botas sin colocarselas ante la mirada triste de un Mario que se veía perdido e indefenso. 

- ¿Qué tipo de amigo expone a un terrible peligro a su amiga?

- Te llevarè a la casona - respondiò el para no dar lugar a explicaciones, ambos conocìan los riesgos de la vida de Adela, quizà el màs que ella, Julian era un buen amigo, pero debìa reconocer que también era alguien peligroso y calculador.

Aquella noche, las palabras no regresaron entre ellos. El sueño tampoco. 

 

Adela bajó a desayunar a la cocina con el plan de luego encerrarse todo el día en su cuarto de la casona. Estaba agotada en todos los sentidos en que una persona puede estarlo y ese agotamiento le hacía rememorar la familia de la que fue arrebatada sin más justificación que el dinero.

Cuando ingresò a la cocina se encontrò con Germinia, quien la esperaba con un taza de café sentada en el comedor del servicio:

- El señor Julian nos espera en el comedor para desayunar.

- Buenos días.

- Como usted diga, vamos.

¡Por todos los cielos! pensò,  justamente después de lo de anoche. Durante los casi dos meses que llevaba en ese lugar nunca habían compartido ningún espacio social, y ahora enviaba al ama de llaves a buscarla para desayunar. En el fondo se preguntaba cuánto podrían empeorar las cosas.

Después del saludo, les sirvieron el desayuno y los tres comieron en silencio. Ambas mujeres sabían que èl iniciarìa la conversaciòn en algùn momento; ninguna miraba a la otra, la tensiòn era una maravillosa burbuja de silencio que evitaba las interacciones hipócritas. Hasta que finalmente el señor de la casona se pronunció.

- Mario me informò acerca de tu rendimiento esta semana, al parecer vas a estar a la altura muy pronto, solo me pidiò una semana, sin clases de equitaciòn, segùn su informe con lo que has aprendido te bastarà, lo demas lo iràs aprendiendo en el camino.

No más clases, eso significaba lejanía. Él mismo Mario la estaba alejando con esa decisión. Germinia comía en silencio.  

- Para la celebraciòn  religiosa que se aproxima en el pueblo realizarè una fiesta aquì, vendràn todos nuestros compradores y asociados, allì te presentaremos como la nueva capataz para que todo sea oficial y te reconozcan, de esta manera no cargaràn  a Mario con preguntas, dudas o requerimientos de los cultivos.- Hizo una breve pausa, como esperando con cautela como anunciar la verdadera noticia- Sin embargo, la fiesta será en honor a La Doña de Los montes de Marìa, quien viene de visita por algunas semanas al pueblo.

El golpe que sonò en la mesa asustò a la muchacha, Germinia se había levantado de sopetòn, castigando con el puño la madera frente a ella.

- ¡Julian, lo prometiste la última vez!- No habìa control en ella, la elegancia, la decencia y pulcritud se esfumaron, Germinia era un volcán en erupciòn.- ¡No soportaré a esa mujer en esta casa, ¡NO!, entiendo y aceptò casi todas tus decisiones pero a ella no.

- Germinia por favor siéntate- Julian le hablaba en tono conciliador, ¡Vaya sorpresa para Adela!- No se quedará en esta casa, la fiesta es necesaria para complacerla.

- Y cuando estè aquì exigirà màs, siempre la complaces Julian, ¡por eso invitaste a esta niña a la mesa, para evitar que la noticia de tu invitada generara un escándalo!

- ¡TE SIENTAS!- Gritó exasperado - ese asunto lo resolveremos después.

- Sabes tan bien como yo que no le darás importancia a mis palabras.

Germinia retomó su compostura, hizo un ademán de permiso y salió del comedor. El hombre la observaba marcharse entre la impotencia y la rabia, los años le cayeron encima como un almud de tierra, desmoronando ante la muchacha la imagen de hombre de mando, cruel y calculador. Èl no se esperò que su infatigable ama de llaves se le revelara.

- Disculpa, ya estás informada, mañana espero retomes tus actividades, cualquier cosa que necesites la consultas con el capataz.

Él también se levantó de la mesa. Adela quedó sola con la comida analizando toda la situación. ¿Qué dato se le estaba escapando? Existía un trasfondo, pero no lograba dilucidar cuál. La molestia del ama de llaves y la tolerancia del señor de la casona no eran algo habitual. 

Poco a poco el miedo generado por la situación cedió. 

Para no volver a bajar, llegò a la cocina y tomò pan, leche y un par de salchichas como insumos de almuerzo. El nombre de la invitada de su esposo no se le pasó por alto, esa mujer era peligrosa. Los Montes de Marìa fue zona de conflicto entre guerrilleros, paramilitares y ejércitos. En los años noventa y principios del año 2000 se vivieron cerca de 50 masacres y muchos secuestros, entre ellas la masacre del Salado: funesta y cruel, contra un pueblo de campesinos inocentes. 




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