Una Deuda, Una Oportunidad De Encontrar El Amor

CAPITULO 9

La semana transcurrió. Mario acompañaba a Adela en todo lo correspondiente a sus nuevas funciones menos en las clases de equitación; le había sugerido a Julian dejarlas justo después de su regreso el sábado por la tarde a la casona, cuando dado lo sucedido junto al río, se dió cuenta que se estaba acercando demasiado a ella y que si no fuera porque la chica era sumamente prudente habría iniciado un enorme problema: tenía razón, la estaba poniendo en peligro.

No se explicaba cómo llegó a confesarle esas palabras, sus deseos quedaban guardados dentro de sí, no debían exteriorizarse, no tenía derecho a expresarse ya que ni siquiera sabía realmente que sentía por ella. La encontraba tierna, terca, retadora, llena de ganas de salir del lío en el que la metió su padre, y los ojos ¡que ojazos castaños tan cautivadores!; preciosa en todos los sentidos. Sin embargo, era claro que bien podría estar solo impresionado con ella. Solo el tiempo le daría las respuestas. Además, Adela fue inteligentemente tajante. “ no tengo derecho a arruinarle la vida” pensó el capataz de Los Laureles.

Cada día era un tormento; hablarle como a un empleado más, enseñarle cada detalle a tener en cuenta del trabajo de los recolectores, de los almacenes, frigoríficos, etc. Solo informar, organizar, direccionar. Nada de reír o jugar entre ellos, ¡con una sonrisa tan bonita y no poder deleitarse en ella! ¡Extrañarla cada tarde en los corrales para admirarla sobre un corcel!

Situación muy dura. 

Por otro lado, en la casona Germinia tenía un humor insoportable y Julian viajó por unos días a supervisar algunas novedades en sus otros negocios. ¡Mucha semana difícil!. No veía la hora en terminar de entrenar los corceles para pedirle un receso a su amigo y marcharse a visitar a su hermana. Alejarse, pues la distancia que colocada ya no era suficiente. 

En ocasiones descubría a Adela apartada entre los cultivos, jugando de manera distraída con cualquier animalito, flor o piedrecilla. En esas ocasiones la armadura de fuerza no la acompañaba y se veía tan inocente y triste que le rompía el corazón. Trataba de no interrumpirla para no avergonzarla, cuando lo que más anhelaba era darle ánimos para seguir adelante, solo podía ayudarla de lejos, como se lo propuso cuando la vio bajarse del jeep con una bolsa en la mano, cara dormitada, algo despeinada y tristeza en su mirada.

Solo continuaría ayudándola en la distancia… Adela, se le había metido poco a poco, no sabia si solo en la mente o hasta el alma.  Sin premeditarlo le estaba obligando a guardarle secretos a su compañero de casi toda la vida. 

 Por otro lado estaba Julián, siempre queriendo poseerlo todo sin valorar nada.Viudo a sus 40 años volverse a casar en venganza por una deuda, solo para causar sufrimiento, no le quedaba bien. Lo único bueno de la situación es que seguía claro en sus sentimientos, nada en ellos había cambiado, seguía amando también en lo clandestino, con el negativo aspecto de continuar causando sufrimiento. 

Germinia se negó a realizar los pagos, por ende, Mario se dedicó después del almuerzo del día sábado a esta tarea. Ya todo estaba listo en los sobres y la contabilidad, solo era entregar para recibir las firmas, algo que nunca le gustó, lo consideraba monótono y dispendioso. Por muy arcaico que pareciera, en estas tierras nadie poseía cuentas bancarias o de cualquier tipo, todos los negocios eran dinero en mano. Terminada la jornada, miró la cláusula de Adela, previamente firmada por ella, su sueldo completo se abonaría a la cuenta pendiente de don Pablo. firmó el documento e hizo el traslado del dinero en caja menor, Adela no contaba con un centavo de su sueldo, ni para ir al pueblo a pasear en la feria de los fines de semana donde la gente se las ingeniaba para disfrutar los juegos de azar, el licor y juegos para niños. su pensamiento voló hacia ese lugar casi soñando despierto con pasear con ella entre la gente, tomarla de la mano y regodearse de tener a su lado a una risueña y terca muñequita de porcelana. Reaccionó, dejó todo organizado y se marchó a su cabaña junto a las caballerizas.

Cerca de las cuatro de la tarde escuchó que llamaban a la puerta. Se levantó de su cama en pantalones cortos y en franela. Al abrir la puerta se encontró de frente con Adela. Llevaba las mismas ropas de la mañana, y tenía las botas salpicadas de lodo, no vió su montura, así es que supuso que venía de caminar.

- Jefe que pena, te interrumpí la siesta- dijo mientras se volteaba como para retirarse.

- No - extendió la mano pero se detuvo, ella notó el gesto- estaba recostado descansando un poco. La semana no fue sencilla.

- Entiendo, mi adorable esposo te dejó toda la responsabilidad. Disculpa, tuve que preguntar dónde vivías para consultarte algo del transporte de la yuca, ehhh…

-¿No podía esperar al lunes?- dijo rascándose la cabeza- hasta donde tengo entendido hoy no la sacaron.

Mario notó que su preciosa muñeca se incomodaba, y sin filtro alguno se le salieron las palabras sin pensarlo:

- !Hasta donde tengo entendido no soy lo suficientemente interesante como para incomodarte!- inmediatamente se arrepintió de su bocaza. Pero ella le sonrió ampliamente.

- Afortunadamente sabes de tus carencias- él no pudo más que devolverle la sonrisa, segundos deleite en la sencillez de una broma- ¿Puedo entrar?

- Si, adelante.

Adela analizaba la estancia, una cama, una mesa con dos sillas, una puerta como para el baño y una pequeña zona a modo de cocina. Todo limpio, todo organizado y sorprendentemente limpio para un hombre soltero y medio montaraz. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.