Adela ladeó su cabeza para observar distraídamente hacia cualquier lugar de la habitación. Ellos le mostraron una realidad de la que había escuchado remotamente en su pueblo, una realidad de la cual jamás fue testigo.
Por su parte, Mario, recostado a la ventana la miraba detenidamente, no sabía qué decir sólo tenía clara la profunda necesidad en su corazón de estar allí, con ella. Sabiendo que tenía los minutos contados tomó la silla acercándola hasta la orilla de la cama, la chica capataz no la miró, su mirada perdida evidenciaba el desconcierto y la vergüenza de haber sido tocada.
- Quisiera decirte que entiendo lo que sientes, sin embargo no estoy en tu lugar, sería una falsedad; no sé qué hacer, por un lado tengo unas enormes ganas de salir corriendo a la comisaría y levantarlo a golpes hasta que no me queden fuerzas- las lágrimas afloraban levemente en el rostro de Mario. Impotente se sentía traicionado por su propio instinto, estuvo a su lado durante todos esos días con el propósito de protegerla por haber quedado sola en el cargo, su instinto no le alertó- Por otro lado, te veo las manos golpeadas, las rodillas laceradas, el moretón que tienes en el muslo y el golpe en la boca y no sé si ayudarte a curar las heridas... no sé si me permites acercarme, muero de ganas de serviste de refugio en este momento en el que tantas cosas pueden estar pasando por tu cabeza.
- ¿Todos los hombres sienten ese impulso por las mujeres que los rodean?- la voz de su muñeca revelaba una profunda decepción- las diferentes ocasiones que me abrazaste en el caballo cuando montamos ¿ tu deseo era tocarme? ¿cuando me besaste tu deseo era hacerme tuya?.¿Es igual para todos?- su voz era una mezcla entre el reproche y la decepción. Eso golpeó a modo de enorme mazo el corazón del hombre.
- Muñeca de mi corazón, yo jamás me atrevería hacerte daño, yo jamás me atrevería a forzarte, yo jamás pensaría en tí de una manera vil. Tú eres muy importante para mí: tu sonrisa ha tocado mi corazón muchas veces, tu mirada penetra mi alma y me hace sentir vulnerable; cuando te besé sentí que el cuerpo se me convertía en líquido ante la ternura de tus labios y lo hice para demostrarte todo lo que siento por ti, es algo que no se limita al contacto físico, un sentimiento qué va más allá de tu piel, rostro o cuerpo. El pecho se me agita al verte así sea de lejos, te extraño a cada momento del día, en las noches rememoro cada sonrisa tuya y guardo ese beso como un tesoro. Nunca he pensado en ti de una manera oportunista.
- No se que pensar, estoy confundida, Mario él dijo que yo le coqueteé, me trató de fácil. ¿y si para ti también lo soy?
No pudo más, no podía dejar que se martirizara.
- Me consta que eres la mujer más terca y difícil del mundo, que lo diga Zeus a quien usaste siempre como excusa de cansancio.
Esa frase rompió el témpano de hielo entre ellos. Adela sonrió casi que a carcajadas, mientras se tocaba la boca dolida por el golpe durante la pelea.
- ¿Puedo sentarme junto a tí?
-¿Para qué?- la alerta acompañó la pregunta.
- Para ayudarte con la curación de las rodillas, las raspaduras de las manos, aplicarte un desinflamatorio y simplemente estar cerca de tí.
- ¿Por qué? si ya me lavé y los golpes salen solos.
- Porque así puedes sanar un poco más rápido y porque simplemente Te amo.
La frase quedó flotando entre ellos de manera prácticamente palpable, él lo soltó así sin pensarlo, ella tragó en seco.
- ¿Eso es cierto?
- Completa y absolutamente cierto.- Mario tomó la mano de su muñeca de porcelana- ven toca mi pecho y veras como se me quiere salir el corazón.
Era real, el corazón golpeaba su caja torácica con fuerza, acelerado, desbocado cual caballo indomable. El Pecho era un muro firme, muro al que anheló recostarse para descansar. El azul del mar se posó sobre los ojos castaños, en ellos vió esperanza. Se pasó para la cama y la abrazó, no se atrevió a deslizar su mano como las otras veces por su espalda por temor a alterarla.
- Todo lo que dijiste de extrañarme ¿es cierto?
- ¡Ahora no me crees!- recostó su cabeza en él suspirando- ven acomódate.
Se recostaron juntos, por unos momentos ambos dudaban de lo que podrían o no hacer. Sino soportarlo más él bajó su cara hasta recostarla junto a la de ella.
Miradas fijas, narices casi tocándose, pasó el índice por la comisura de la boca donde el moretón se notaba. Ella humedeció inconscientemente su boca al sentir la caricia, él le sonrió con ternura. Acercándose lentamente le besó en el mismo lugar donde había acariciado, sintió la tensión en ella, pero continuó dando pequeños besos hasta llegar de pleno a su boca, inicialmente era solo ligero roce en los labios con la mano aun en el rostro de la muñeca de su corazón. El beso se profundizó, Adela abrazó los anchos hombros, Mario la acercó a su cuerpo sujetándola por la cintura, ambos se entregaron al ritmo del beso que empezaba a sofocarlos. Las sensaciones que experimentaba eran distintas a la de esa misma tarde, había tanta entrega en su semidios, tanta ternura:
- ¿Realmente me amas?- preguntó en medio de sus labios.
- ¿Realmente no me crees?- respondió arropandola con ambos brazos para tenerla aún más cerca.