Una Deuda, Una Oportunidad De Encontrar El Amor

CAPTULO 22

- Señorita, el abogado tiene los documentos, el proceso no tardaría más de una semana si no fueran las fiestas patronales este fin de semana.

- La próxima semana seré una mujer libre.

Estaban las dos en el despacho, ya que la muchacha desde la mañana le solicitó un informe del progreso del trámite de divorcio, diciendo que después del almuerzo sacaría el rato para llegar a la casona y poder enterarse en detalle.

- Pensé que tendrías algún otro dato para mí.

- Bueno- dijo el ama de llaves pensativa- una sugerencia

- Está bien, dimela.

- Hasta donde tengo entendido usted es virgen y el matrimonio no se consumó- sonaba a pregunta.

- Así es, no te preocupes, tu hombre no me inspira ni el más mínimo mal pensamiento, los viudos amargados no son mi tipo. - se dió cuenta que el sarcasmo estaba fuera de lugar y cambió de tono- espero no ofenderte.

- Tendría todo el derecho señorita- el remordimiento se notaba en el tono de la mujer.

- No, no lo tengo, aquí todavía hay un cabo suelto que del que no me he enterado, de momento no puedo hacer ningún juicio de valor. Ahora, dime cuál es la sugerencia.

- En la notaría quedaría como una mujer divorciada, y aunque no le interese, si algún día abandona las veredas y los pueblos, este rótulo puede no ayudarle en las ciudades pequeñas. Por tanto, esta es mi propuesta: anule el matrimonio por imposibilidad de consumación. Habría perdido mucho dinero si el señor Julian no le hubiese obligado a firmar el acuerdo prenupcial; sin embargo, dadas las circunstancias, no estaría perdiendo nada con la anulación.

- Dale, procede. Aunque tuviera algún derecho realmente no tomaría nada de un hombre que prácticamente me secuestró. Y en mi presencia no disimules más, llámalo Julian, el señor déjalo para el resto de los empleados.

Se regresó a su trabajo.

Germinia agradeció en silencio que la chiquilla accediera a la anulación. Así, el nombre de Julian no estaría cargando un divorcio. 

El capataz se encontraba en la bodega, supervisaba algunas labores como excusa de su presencia allí. La muñeca no le había vuelto a hablar directamente después de su cumpleaños, inicialmente lo atribuyó a la presencia de Julian siempre a su lado, pero sentía que algo no andaba bien. La vió llegar en su yegua: dominante, con la mirada perdida al ritmo del galope, ¡Cuánto había mejorado! ahora le era un ritmo natural, una amazonas con sombrero en vez de laurel y revolver en vez de arco. Después del incidente con el recolector no volvió a dejar de usarlo. Era buena, siempre daba en el blanco mientras el arma fuera pequeña, con la escopeta era todo un desastre, la vió practicar un par de veces solita en contra de los arbustos del río, sin interrumpirla por miedo a un tiro loco.

- Buenas tardes Mario.- dijo al bajarse del caballo a suficiente distancia para evitar que la ayudara a desmontar.

- Buenas tardes Adela- era el único, después del dueño,  en Los Laureles que la llamaba por su nombre. 

- Cuéntame que te trae por estos lugares, Julian anda en los corrales.

- Si, allá lo dejé. Anda estresado por sus inversiones equinas.

- Me lo imagino. Aguantalo tú, por acá no lo quiero.

- Tremendo regalo que me concedes- sonrió con picardía con una inclinación del sombrero ocultando su rostro. Ella no respondió- ¿Qué sucede?

- ¿Respecto de qué?

- Necesitamos hablar- era un susurro.

- Hay cosas que están sucediendo que de momento no puedo contarte, serían historias a medias. Cosas que me han llevado a pensar en la percepción que ahora tengo de mi misma.

- Ven esta noche a la cascada y hablemos.

- No puedo- vio dolor en los ojos de su adorado hijo de poseidón.

- ¿Qué te hizo Julian?

- Nada, no es él, Mario, es mi conciencia- el hombre entendió la razón del distanciamiento, Adela se sentía infiel. 

- ¡Carajos!- la frase llamó la atención de todos los obreros que estaban cerca, para ellos el capataz estaba recibiendo alguna mala noticia, solo eso.

- Deja la imprudencia. 

- Buscaré la forma de que hablemos después.

Se retiró del sitio molesto, puso en carrera a Zeus. “Injusta vida que le daba a medias la oportunidad de encontrar a alguien con quien entregar su alma por completo y de quien no poder recibir más que la esperanza de un futuro lejano e incierto.”

La chica capataz sintió el corazón correr en pos de él. “No voy a llorar, no puedo ser hipócrita”. Su integridad como ser humano era algo innegociable.

- ¡ADELA!

El grito la sacó sorpresivamente de sus pensamientos, al voltear advirtió a un Julian lleno de ira con ojos cual rayos fulminantes, los titanes del olimpo le quedaban a los talones, su paso era rápido, determinado, llevaba en la mano unos papeles que le mostraba en la corta distancia que le quedaba.

- ¿Qué carajos es esto?

- ¡No sé, díme tú de qué me hablas y no me grites ni me carajees!- exigió en tono demandante.




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