Una Deuda, Una Oportunidad De Encontrar El Amor

CAPITULO 25

Llegadas las fiestas patronales, Los Laureles se engalanaron; fueron un par de días en los que Germinia se ocupó de detalles como la comida, el licor, los refrescos, pasabocas, disposición de mesas por todo el lugar,  invitados (que incluían a los empleados) y hasta de la ropa que iba a utilizar la nueva capataz.

La chica no tuvo necesidad de expresar su inquietud (que se guardaba por temor a un descuento salarial), simplemente le enviaron una señora con unos vestidos para que escogiera aquel que le gustara o con el que se sintiera más cómoda. Aspecto que le permitió el alivio de no pedir y le generó la angustia de escoger. 

Dada las condiciones económicas en las que creció la ropa debía cumplir con dos requisitos básicos: durable y económica, técnicamente solo ropa de trabajo. De niña, los vestidos que usaba se los hacía su madre, quien con una maquinita de coser de pedal tiraba costuras y armaba poco a poco las piezas. Con su muerte se acabaron los vestidos y los pocos que tenía los fue heredando su hermanita Juliana. ¡Ironías, ironías! 

El vestido estaba colgado en el ropero, habitado por sus ropas de trabajo y los dos suéteres con sus respectivos pantalones cortos, “mochos” como les llamaban en su pueblo. Ropa que tenía días sin usar dadas las extensas jornadas laborales por las cuales pasaba del baño a la cama, levántese , vuelva y juegue. Terminó escogiendo lo que le sugirió la señora de la ropa porque a todos les encontró defectos: colgantes, muy corto, escote, espalda a fuera, muy ajustado...etc. Cuando le tocaba vestirse de  señorita era todo un desafío, ni siquiera sabía maquillarse. En el colegio jugaban a comer bom bom bum, solo para ponerse los labios rojos y decir que tenían labial. “Rayos,truenos y centellas”

Era un vestido bonito pero de colgantes, no tenía gran cosa de donde escoger. La tela fue la que le gustó realmente. Era gamuza, ¡Qué emoción! Suve al tacto y parecia cambiar de tono negro a gris al pasarle la mano, le llegaba un pocoa mas arriba de las rodillas y se ampliaba un poco en la falda. Sencillo, nada llamativo ¡y de gamuza!... eso era realmente genial. 

Allí sentada en su cama todos estos pensamientos iban y venían. Su primera fiesta después de la partida de su madre. ¡Cuánto le habría gustado que la viera con un vestido así de elegante! Le daría un abrazo y la besaría en la mejilla diciéndole que era hermosa, aunque el resto del pueblo viera una pequeña y delgaducha chica. 

El aspecto positivo del día era que se debía cumplir con medio día de trabajo. Cerca de 6 horas sin pensar en la toruta de portar el vestido y las zapatillas de medio tacón. Salió de la casona a la misma hora de siempre, montó en su yegua Pintada y cabalgó con el pensamiento en un nuevo desvío: luego del desayuno tenía que encontrarse con el capataz general para orientar y distribuir los hombres asignados a la seguridad. 

La última vez que estuvieron a solas, gracias a la excusa de vacunación de su montura y a la preocupación por el maltrato propiciado de parte del iditota de Julian, Mario le dió la espalda en gesto de desconcierto despeinandose con ambas manos gracias a la evasiva de ella cuando intentó acariciarle la mejilla:

- Me preocupé por tí- fueron las palabras del hombre sin voltear a mirar.

- Eso no lo pongo en duda- le respondió  colocándole la mano en forma acunada sobre la mejilla- y agradezco profundamente tu defensa a mi favor… no te olvides de mi condición, la distancia y la prudencia son necesarias.

- ¿Así nada más Adela?- No era un reproche, era una súplica.

- Lo siento tanto, te extraño de verdad, pero no puedo ir en contra de mis principios.

- ¿Y si prometo no volver a besarte?

- Sabes bien que uno de los dos lo hará o provocará.

- Entonces aceptas que te gusta besarme- ella le pegó un puñetazo en el hombro.

- ¡Deja de ser tan explícito!- él se acercó.

- Yo confieso que a mi me encantan tus labios, disfruto de tu cercanía, me deleito en el aroma de tu cabello cuando te abrazo, me regocijo cuando me miras a los ojos y me dejas perderme en el dorado de los tuyo- tomó su rostro con ambas manos- tu sonrisa llena todo mi ser- le acarició la nariz con el pulgar- tus palabras son melodía a mis oidos.

- Señor capataz- dijo la muchacha sin apartarlo para no ser brusca- bajo las circunstancias en las que nos vemos inmersos la distancia es el mejor remedio para la tentación.

- Dichosa tú que puedes aguantarte lejos de mi- le subió la manga de la camisa para acariciar con círculos de su pulgar el lugar donde fue maltratada- pero yo continuaré pensando que si podemos estar juntos.

- Chao Mario.

Se fue cortando la conversación, evitándolo cada día todo lo que pudo, hasta que Julián les llamó la tarde anterior asignándoles el monitoreo de la seguridad.

- Mario ya conoce todo el procedimiento, a ti te asigno para mantenerte ocupada en la vigilancia y no andes metiéndote en problemas jovencita. 

Fueron las palabras de cierre del dueño.

En la huerta todo era un revuelo, en los campos todos hablaban de la fiesta. La gente no la dejaba olvidarse de la bendita fiesta.

- Buenas tardes Adela.- llegó el capataz




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