Tragado su orgullo se dirigió por primera vez al cuarto de su espía favorita, llevaba luchando horas con su apariencia personal frente al espejo de su baño sin alcanzar sus expectativas de persona presentable.
Tocó la puerta, esperó un rato. Al abrir la mujer que apareció era evidencia de una transformación: de vieja cuarentona, estaba convertida en cuarentona sexi. Sonrió para sus adentros dadas sus ocurrencias. Llevaba un vestido ajustado hasta debajo de la rodilla, con cuello de bandeja y una leve abertura en la pierna izquierda, quien lo diría tenía suficiente pecho como para apuntarle a cualquier hombre de frente y someterlo a perderse en él. El cabello que generalmente llevaba en una trenza o en un moño recogido, estaba suelto, cayéndole casi hasta la cintura en una llamativa cascada marrón. El maquillaje por su parte era sutil pero le resaltaba los labios ligeramente gruesos y los ojos.
No supo de donde, la imagen de Germinia le trajo a la memoria a su propia madre, con ropa menos costosa y elaborada, cuando iban a la iglesia los fines de semana: el porte y la elegancia. De eso hacía bastante ya.
- Buenas tardes señorita, ¿en qué le puedo servir?- formal, igual que siempre.
- Disculpa que te interrumpa, sé que tienes muchas cosas a cargo. ¿Podrías ayudarme con dos cositas?
- Con gusto, pase.- Entró en una habitación amplia, supremamente organizada, con un tocador enorme.- Dígame.
- No sé como hacerme un peinado que no sea una trenza o una coleta, hasta me lavé el cabello para deshacer las ondas que me hacen las trenzas y no he podido encontrarle forma- la frustración salió a flote- y está lo de los tirantes del vestido y el contraste de color por la exposición al sol, del cuello para arriba me veo oscura y en el pecho mas palida que rana albina.- Suspiró, la mujer no pudo con la situación y soltó una pequeña carcajada ante las comparaciones que hacía Adela para poder darse a entender.
- No te burles, que ya me conoces- pronunció algo molesta.
- No me estoy burlando señorita, solo me causó gracia la comparación con la rana albina. Es cierto, estás bastante bronceada, se le salvaron los brazos por las camisas manga largas. Lo del cuello se cubre con un pañolón y queda listo, hasta más elegante. Lo del rostro con un poco de polvo y brillo labial se disimula, tristemente mi tono no es tan claro como el suyo pero dadas las circunstancias servirá. Le encargaré protector solar para que lo use en adelante, así se le aclara poco a poco el tono. Lo del cabello es sencillo, déjelo suelto, lo tiene lo suficientemente lacio para que no necesite gran cosa. Si desea solo use unas pinzas a medio lado.
Se puso manos a la obra y en minutos estaba lista. Adela se sorprendió de lo bien que le quedaban todos los arreglos. Ya no se veía como una campesina. Algo apenada dió las gracias a su espía desalmada, cuando se retiraba esta le dijo:
- Con vestidos se ve mejor, resalta su figura, es delgada pero tiene muy lindas caderas y piernas. Deje de ser siempre como un mono titi: medio lindo medio salvaje. Durante la fiesta tenga cuidado de los hombres que tomen demasiado, no quiero ver nuevamente a Mario metiéndose en líos con Julian por su causa.- Sonrió.
Adela asintió con la cabeza asustada. Se fue directo a su habitación, la última frase de la mujer ¿era una insinuación?¿sabía algo? el miedo le disparó los latidos del corazón. Prudencia, prudencia, se repetía una y otra vez.
Mario se encontraba junto a Julian, recibiendo a los invitados, socios y obreros por igual. En ocasiones se quedaba observando la puerta de la casona, ella no salía. El ama de llaves, como siempre para estas ocasiones se había convertido de cenicienta en princesa y andaba de un lado para otro, saludando y supervisando, el exterior cambiaba, lo controladora, jamás. Julian solo la miraba de soslayo, siempre la invitaba a bailar ya entrada la noche. Las ansias de ponerle las manos siempre estaban allí. Los años pasaban, no sus emociones por ella.
Al ver que la muñeca no se presentaba, decidió abandonar su lugar para ir por ella, Germinia lo notó interceptándolo en el camino.
- Ya mandé a buscarla. Ocúpate de lo que te corresponde.
- Yo iba a la cocina.
- Claro, puedes ir. La chica no tarda en unirse, es su obligación, Julian la presentará como tu compañera al mando de Los Laureles.
Un capataz confundido entró a la cocina para pedir un vaso de agua. ¿Qué se trae entre manos? la pregunta aflora en su cabeza. Esperó unos minutos. Al atravesar la sala, dió una vuelta, observó por la ventana, miraba hacia las escalera y nada. Esa muñeca terca se tomaba su tiempo. Terminó subiendo a su habitación.
Adela abrió la puerta gritando: “que en un rato bajo” dándose de sopetón con la cara de su semidiós más guapo que nunca. Él por su parte se paralizó al verla en vestido corto, cabellos sueltos y maquillada. Exhaló despabilando los ojos. Quedó sin aliento. su muñeca estaba transformada, preciosa.
- Eres perfecta.- Ella se sonrojó- Vamos, te estaba esperando en la fiesta pero me cansé de ello.
- No me siento cómoda, además me parece que la arpía de Germina sospecha algo.
- Así me pareció, pero ahora que te veo el riesgo bien vale la pena.
- No, te pones tozudo. Bajaré sola.