Los hechos no pasaron desapercibidos, la chica capataz le quitó el juguete a la Doña de los montes de María. Esta ardía en ira, tomando nota mental. La muchacha pagaría su atrevimiento.
Julian fruncía el ceño. Observó como ambos se apartaron a bailar, sin que su esposa quitara la expresión de rabia y Mario la de vergüenza, ambos intercambiaban palabras, frases que él no escuchaba y que le intrigaban.
- Si vuelves a bailar con esa mujer, te hago pasar tu sofoco- le susurró dirigiendo su mirada hacia cualquier otro lado.
- Me lo ordenó Julian, lo siento de verdad. ¿No que no sabias bailar?
- Pues no sé, ¿ o es que no se nota?
- La verdad es que yo tampoco lo noto, estoy más bien interesado en la belleza que tengo al frente.
- Pues no me hagas volver a tentar mi suerte, ahora no sé que voy a hacer con mi querido esposo.
- Qué te parece si no piensas en él, ya va a intentar saldar mi falta con ella.
Adela volteó, su oportunidad no era tan clara pero podría utilizarla. Con suerte Germinia al enterarse de lo que iba a hacer cubría algo del tierrero que se echó encima.
- No te vas- le susurró Mario cuando la muchacha se disponía a soltarse, sujetando su diminuta cintura con fuerza, disfrutando de volver a tenerla cerca.- Lo hecho, hecho está. Asume que los celos te hicieron faltar a tu idea de prudencia.
- ¿Cuáles celos? Yo no sufro de eso.- Bufó
- Claro que sí,- mantuvo la pose sería para que los espectadores no se hicieran más ideas.
- Tengo una oportunidad con Julian de disimular, ayudame, deja que vaya- Los ojos de ella eran suplicantes.- Esto me va a costar mucho, sabes que es así, o lo remedio ahora o mañana me verás hundida hasta el fondo en las estupideces que se le ocurren cuando siente que le enfrentan.
- Después de eso te vas a tu cuarto, se lo que intentarás hacer, ya provocaste un desastre con esa mujer, te lo advertí y no me hiciste caso, solo así te suelto. ¡Promételo Adela!- Había algo en sus ojos, algo que ella nunca le había visto, entonces sintió miedo.
- Te lo juro.
Se dirigió donde estaba la mujer discutiendo con el jefe. Se recompuso y sonrió abiertamente.
- Hola Julian- su tono era de absoluta confianza, su interior de miedo absoluto.
- ¿Otra vez mocosa?- ira, fuego, meteoros a punto de estrellarse.
- No estoy hablando contigo, me dirijo a mi querido jefe. Concédeme esta pieza.
- Estoy hablando con él.
-Y yo quiero bailar con él.- su sonrisa era un desafío- me debe una pieza desde hace meses y no se la había cobrado porque estaba bailando con Germinia, así es que si no te molesta, me lo llevo.
- Si me molesta, esa bruja no ha podido imponerse entre nosotros, no creas que tú lo harás.- le señaló la frente con el dedo. Lo que generó una tormenta en el interior de la esposa del dueño de Los Laureles.
- No me vuelvas a tocar, aquí solo eres una invitada más, deja de tratar al resto como escoria pueblerina y busca tu lugar. Los que estamos al frente de Los Laureles, haremos respetar a nuestros demás invitados. - volteó a ver a su esposo.- Vamos por favor.
- Permiso María, en un momento vuelvo contigo, mi capataz es algo impulsiva y no le gustan los maltratos a los inferiores; ni de hechos, ni de palabras.-le dió a la mujer un beso en la mejilla- Ya ajusto cuentas con ella.
Ambas mujeres se desafiaron con la mirada. Julian apretaba la mano de su esposa infringiendo dolor, ella simulaba no sentirlo colocando cara de triunfo para el resto de los invitados. Germinia había salido de la cocina, solo alcanzó a ver la última parte antes de que Julian y su esposa se pusieran a bailar. Mario se le acercó por detrás.
- ¡Ayúdala por favor!- el ruego era evidente en su voz.
- ¿Ahora qué fue lo que hizo?
Le relató lo ocurrido.
- Les va a costar mucho evadir los interrogantes de él, se lo advertí, pero jamás pensé que el lío lo iba a generar ella.
- Pregunta lo que quieras después, seré lo más honesto posible, ahora ayúdala.
-Yo me doy cuenta de todo, le dije que no te quería ver metido en líos con Julian por su culpa nuevamente. Sabes que encontrará la forma de vengar tu deslealtad.
Por su parte ya en pleno baile la pareja de esposos tenía una lucha entre fuerza y razones.
- Deja de apretarme, por favor.
- ¿Crees que no me doy cuenta de que fuiste por Mario?, te gusta
- No fui por él solamente, también vine por ti. Se ahogaba en el dolor de la mano aún sujeta en la de él.
- No soy estúpido.
- Ni fiel, recuerda que eres mi esposo y te acostaste con Germinia- murmuró con los ojos cristalizados.
- Confiesa.
- No tengo nada qué confesar. - Jadeó ante otro apretón- Mario me advirtió sobre esa mujer, vi como abandonaste a tu amante por ella; no es justo Julian, nos estamos divorciando para que puedas estar con quien te interesa y apenas llega esa vivora la favoreces. Yo se de ella, en mi pueblo la conocen, dirige una red de tráfico y la tienes aquí intentando embaucar a tu hombre de confianza, fastidiando a la mujer que quieres y exponiéndome a un peligro mayor que tú. Si se entera que soy tu esposa aún, estaré muerta en cualquier momento. Tengo que demostrarle que soy fuerte, que no me puede dominar. Lo de Mario fue planeado- la voz se le entrecortaba, el dolor y el miedo eran evidentes en ella.