Una Deuda, Una Oportunidad De Encontrar El Amor

CAPITULO 32

- Señorita déjenos atenderla, esta herida.- le dijo uno de los hombres.

- ¡Él está herido!- dijo en un grito ahogado.

- Señorita, no es en el cuerpo, la herida es en la cabeza, al igual que usted necesita atención médica. Hay que llevarlos al hospital del pueblo.- El hombre trataba de colocarle una venda en el brazo, mientras ella le apartaba el cabello al desmayado capataz  en acción desesperada por encontrar de donde provenía el fluido.

La atención centrada sobre ellos fue aprovechada por el intruso quien lentamente se levantó, deslizándose hacia la cocina a sus espaldas tomó un cuchillo para soltar los amarres.

Adela colocaba un paño en la abertura de Mario. Uno de los guardias volteó emitiendo un grito de alarma. La muchacha volteó sin ninguna protección a la mano. El agresor se lanzó en carrera sobre ella cuchillo en mano levantado. Otro hombre se lanzó sobre éste tumbandolo al suelo y se escuchó en la entrada el sonido de un disparo de escopeta. 

 - ¡Quieto o te mueres!- Julian estaba en la puerta armado con una brillante arma que botaba los restos del humo del disparo producido. A su lado Germinia se encontraba con un botiquín de primeros auxilios. - Sutura a Mario primero, su herida parece más grave, - se dirigió a los hombres- tomen las esposas, son más efectivas- se las arrojó y cerró la puerta.

El ama de llaves,  empezó el proceso de desinfección de la herida sin que el hombre reaccionara, colocó la inyección de lidocaína y empezó con las puntadas. Antes de la vida en la hacienda había tomado estudios de enfermería y aunque no estaba autorizada como auxiliar a hacer este procedimiento médico, la vida en Los Laureles a veces necesitaba de que rompiera con este reglamento y ayudara mientras el médico se desplazaba o el herido era llevado hasta el pueblo. Estando en el proceso de saturación él empezó a recobrar el conocimiento. De pie junto a la ventana se encontraba un vigilante Julian, sentada en los pieceros de la cama Adela con la tela de la camisa ensangrentada, el malhechor tirado en un rincón sin pronunciar palabras.

- No te vayas a mover- le dijo Germinia- Deja que termine.

-  ¿Adela?- preguntó preocupado.

- Está sentada a tu lado- le respondió sin mencionar la herida.

- Aquí estoy- dijo ella.- Deja que Germinia haga su trabajo.

Todos los demás estaban en silencio. Terminado el último punto Mario se levantó aún confundido por el golpe notando de inmediato el estado de la chica.

- ¿Por qué no dejaste que te atendieran primero?- le tomó el brazo con cuidado, le ayudó a retirar la camisa sucia y el vendaje improvisado, él sabía que ella siempre usaba camiseta debajo al modo de los hombres del campo.

 - La tuya era de mayor urgencia- le respondió mientras le ayudaba- Estaba preocupada, no respondias ninguna llamada.

- Venía de camino, quería ayudarte un poco con lo que mencionaste el otro día- Germinia vertió agua oxigenada para desinfectar y colocar la anestesia local.

- Debiste avisar...uffff…- la inyección estaba siendo colocada- Ese de allí me atacó, aún no se le ha interrogado. 

- Debió ser quien me golpeó- se dirigió a Julián- ¿Por qué no ha llegado la policía?

- El camino está intervenido, probablemente seremos atacados en cualquier momento, dejé hombres en la casona, aquí somos vulnerables, me preocupa que no alcancemos a trasladarnos- No le miró a la cara en ningún momento.

- Si sabías eso para qué viniste hasta acá- le reprochó su antiguo amigo- allá estabas resguardado.

- No iba a dejar que Mina viniera sola, ella no los quería dejar a su suerte sabiendo que no contaban con la ayuda de un médico.- Miró a la mujer que respondió por lo bajo.

-  Ahora si parece que le importo..jaa- le habló a Adela- listo, deja que te coloque un vendaje, no sabemos si con lo que viene se te abran.

- Gracias- le respondió- Me explican ¿por qué todo esto?

Julian Santoya tomó la palabra:

- Te iban a secuestrar, hay personas que no perdonan las afrentas, rodear la cabaña es el plan B, este de acá es quien debió llevarte, aprovechando que ahora vives sola. No contaban con que fueras a recibir visitas- arqueó las cejas dirigiéndose a su antiguo amigo-  ni que te supieras defender.

- ¡Si ya lo sabías por qué no le avisaste!- le gritó un airado Mario.

- No lo sabía, me enteré en cuanto llamamos a  la policía uno de mis agentes me informó del operativo. 

- ¿Qué clase de investigador eres? ¿Por qué carajos no te informaron antes?- siguió gritando.

- Deja de levantarme la voz- dijo con autoridad- estas diciéndole a todos algo que era solo entre los tres- señaló al ama de llaves.

- No ves que la pudieron matar¡ ¡Cómo quieres que me calme!, estos hombres son de mi confianza, no dirán nada… el de allí puede que hoy no salga vivo de aquí- miró al bandido amenazando.

- Puede ser.

Adela se colocó de pie, acercándose a ambos señaló por la ventana algo que no percataron por la discusión: unas luces en el campo. Todos hicieron silencio, tomaron armas de fuego y se distribuyeron bajo el mando de los dos hombres en la cabaña a modo de fuerte de defensa. 




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