Una Deuda, Una Oportunidad De Encontrar El Amor

CAPITULO 38

Adela durmió casi todo el camino, el movimiento del vehículo le causaba nauseas, no estaba acostumbrada, toda la vida se desplazó a pie, estar en un carro por mucho tiempo era casi una tortura.

Él no le había informado nada respecto del viaje, solo que eran unas 4 horas en carretera y que llegarían justo a la hora en que ella acostumbraba a desayunar. 

Dados los hechos de la forma proyectada, se bajaron en una plaza que ella reconoció de inmediato, estaban en su propio pueblo. Abrió los ojos asombrada, lo miró con miles de preguntas en su rostro y de las misma alegría lo abrazó sollozando ante la perspectiva de todo lo que significaba que él se hubiese tomado el trabajo de llevarla hasta allí: atento a cada palabra, a cada hecho, Mario hacía cosas que ella anhelaba, la sorprendía cada día haciendo sus pequeños sueños realidad y le llenaba cada espacio de su corazón con una galantería que ella consideraba inexistente.

La gente la reconoció de inmediato, la flacucha hija de don Pablo estaba más robusta, hasta con un semblante nuevo, pensaron las personas adultas. Su acompañante era realmente guapo; ojos azules, poco comunes en la zona; de enorme estatura, complexión fuerte, cabello negro como el azabache y alborotado; con un aire de mando. 

Para los muchachos, Adela seguía siendo bellísima, ninguno se lo dijo jamás por miedo, era una chica salvaje, fuerte a pesar de lo delgada, capaz de cargarse a golpes a cualquiera. Ninguno de ellos llegó a considerarse lo suficientemente fuerte para domarla, y allí estaba ese hombre, un desconocido al que ella abrazó sin reservas apenas se bajaron del auto. Las ironías de la vida. 

En la vereda, las gentes se enteraron de la partida de la muchacha, sin embargo, Don Pablo jamás fue claro en el porqué. “Oportunidades laborales” fueron sus palabras. Al verla en un jeep, con ropa nueva y semblante alegre comprobaron que la respuesta del hombre era real.

- Te invito a desayunar- le dijo Mario tomándola de la mano.

- Será en el puesto de fritos de esa esquina- señaló- acá no hay algo así como un restaurante, solo la tienda y la taberna.

- Lo que tú digas. Acá lo importante es tu compañía, lo demás es simple añadidura.

Comieron un par de papas rellenas con chicha de maíz. La papa rellena esta compuesta por una masa de papa cocida a la cual se le añade carne molida en el centro, previamente cocida, y se baña en un potaje de harina de trigo preparada con sal, pimienta, color y caldo de gallina; luego de bañada en ese aderezo, se frita en abundante aceite para que se dore y  se funda el sabor con los elementos internos agregados durante el procesos de armarlas. La chicha de maíz es el producto de cocinar el maíz en agua, licuar y agregar azúcar para darle mejor sabor. 

- Adela, rato sin verla por estos parajes!- exclamó la señora Ayda del puesto de fritos.

- He tenido mucho trabajo- respondió sin darle importancia.

- ¿Y este caballero tan apuesto que te acompaña?- Adela entendió que intentaba sacarle información, pero realmente no deseaba que se corriera el chisme antes de que su padre se enterara de primera mano.

- Mucho gusto, Mario, compañero de trabajo de Adela- él se presentó antes de que su muñeca se adelantara, todo lo tenía planeado y deseaba que saliera tal cual.

Posterior al banquete callejero el capataz pidió a su chica que le indicara el camino a su casa. Ver la casita le formó un nudo en el estómago, habían pasado meses sin noticias de ellos. Vio la parcela extenderse al fondo con plantas de yuca y de maíz. Eso la hizo suspirar, ya que la idea de tener varios  tipos de cultivos por temporada fue de ella; su padre siempre se dedicaba a un producto, ella le cambió el chip de información con los años que estuvo al frente. 

Al tocar la puerta salió Don Pablo, sorprendido bajó la cabeza lleno de culpa ante la presencia de su hija. Recordando que la entregó a un matrimonio sin amor ni justificaciones. Al verlo en la puerta estática salió Juliana, la hermana menor. Su aspecto era diferente, menos saludable y su semblante era algo altanero.

Sin importar lo que presenciaba la Chica capataz de Los Laureles corrió a saludarlos con un abrazo en el cual descansó; las lágrimas brotaron de los tres, mientras su novio los observaba con prudencia. Luego de las presentaciones iniciales, en las cuales Mario insistió en presentarse como compañero de ella, accedieron a la casita, cuya sala era al mismo tiempo cocina, donde se sentaron a ponerse al día.

Adela les contó que ahora era capataz junto a Mario y administraba junto con él y otra mujer, que ahora tenía su propia cabaña, aprendió a montar, tenía a cargo varios tipos de cultivo y que ya era libre del matrimonio pero debía cumplir con el respectivo contrato de pago de la deuda.

Al escuchar lo de la deuda, don Pablo se incomodó. Juliana entonces intervino.

- Es bueno volverte a ver, extrañaba a mi hermana, papa no conversa mucho, ahora trabaja más que antes- había una cadencia extraña en la voz de la chica- Imaginate que me consiguió la plata para inscribirme en el examen de admisión de la universidad, anda bastante juicioso.- sonrió entre divertida e histérica.

-  Excelente, ¿cuándo debes presentarlo?

- En octubre, todavía falta, pero los profesores dicen que tengo todas las oportunidades, que si continuo juiciosa, podré pasar.

- Eso espero, porque debes ir hasta Cartagena, lo que incluye gastos de transporte, hospedaje y alimentación.

- Te prometo que lo conseguiré- dijo el padre- no le voy a quitar las oportunidades a otra de mis hijas.




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