Una Deuda, Una Oportunidad De Encontrar El Amor

CAPITULO 40

Apartada en la orilla del río, la señorita Iguará meditaba sobre la información que esa misma tarde le comunicó Julian Santoya. No habían pasado tres días y ya sus sospechas estaban confirmadas. Le dolía el corazón ante la sensación de culpa que llegó a sentir cuando recibió la noticia, sin embargo, sabía muy en el fondo que él tenía razón, buscar culpables externos siempre era una excusa para los débiles de carácter que no son capaces de dar la cara y asumir las consecuencias de sus decisiones.

- Mírate tú misma frente a un espejo- le dijo- tu madre falleció cuando aún estabas en la escuela, eso te convirtió en una mujer de lucha; yo te traje bajo un matrimonio obligado, y aquí estás con todo el descaro del mundo poniéndome términos en mi propio despacho - sonrió- echarte la culpa no ayudará en nada, ahora debes hacer lo correcto. Firma.

- ¿Cuándo procederán?- preguntó mientras firmaba el consentimiento.

- Tienes alguna condición más- preguntó enarcando un ceja.

- Espera que terminemos con lo de la feria.

- Como tú digas chiquilla.- La miró entendiendo su actitud.- estás haciendo lo correcto, las decisiones más difíciles siempre son aquellas que incluyen personas que amamos.

“Las cosas que uno hace por amor”

Por su parte, Germinia estaba junto a los corrales insistiendo en su propuesta al capataz. Llevaban cerca de dos horas en una disputa donde nadie cedía en sus argumentos. Él continuaba supervisando los últimos detalles, escuchando y respondiendo. En el fondo estaba incómodo, algo molesto, no por el ama de llaves y su locura repentina sino por su muñeca. De repente arrojó al suelo una de las sillas cansado de estar de un lado a otro, la mujer se sorprendió y vió en su rostro algo, “duda”, pensó.

- Si me concedes lo que te pido, te ayudo con lo que sea que estés pasando- sonrió- para ser un hombre de más de 30 años a veces te comportas como un adolescente cualquiera. 

- Adapta tu propuesta, ten en cuenta todo lo que te he dicho -suspiró- me tienes cansado, deberías estar estorbándole la vida a Julian y no a mí.

- Dame una montura cualquiera, acepto que no sean ni Zeus ni el Negro, pero déjame participar del desfile como cualquier vaquero del rancho. A tu lado y el de Adela.

- Adela no va  a participar de la cabalgata, no le gusta andar exhibiéndose, cede en algo mujer.

- Ya cedí, no te estoy exigiendo ningún caballo en especial.

- Pero estás pidiendo que Adela participe y eso no va.

- Hombre que sí, ni siquiera le has preguntado, lo tuyo son más bien celos de que te la quiera quitar algún terrateniente.

- Bueno, a todas estas qué ganas con esa locura de la cabalgata, tú ni siquiera usas pantalones.- recogió la silla.

- ¿Si te lo explico le dices a tu novia?- se recostó en el hombro de él.

- ajaaa…- suspiro y queja.

- Deseo que todos los compradores vean quienes han administrado realmente los Laureles este último año, voy a obligar a Julian a un trato y hay que mostrar públicamente que ya no tiene el mando absoluto. Sin nosotros tres muchas cosas se le caen, como por ejemplo su tan adorada feria en la que no ha hecho más que poner la plata.

- ¿Y te parece?- abrió los ojazos azules- de dónde habíamos sacado nosotros para algo así. Aterriza mujer.

- Dame algo de crédito. Llevo años administrando la casona, se cosas que nadie más.

- Eres su esposa, claro que debes saber cosas. Eso te convierte en una traidora.

- Si Julian realmente me ama, perdonará cualquier resultado de lo que estoy haciendo. Es tiempo que alguien le dé a probar de sus propios métodos.

- Puedes montar a Polo, pero recuerda que ese se va a vender. Es lo único que te prestaré, a mi novia no. 

- Hagamos algo, deja que termine los trámites que me encargaste y después de eso me das la respuesta respecto a ella.

- ujuuuu….solo si lo logras hacer para este fin de semana.

- Hecho. - El triunfo era una sensación inigualable- Ahora dime ¿qué te incomoda con ella?

- ¿Cómo carajos te das cuenta de todo?- se sentó en el bordillo quitándose el sombrero, mientras la mujer se reía- Esta es la segunda vez que se encierra con Julian en el despacho por horas, he esperado a que ella me cuente en qué tratos anda con él. Hasta el momento no me dice nada, mejor terminó cabalgando hacia el río cuando salió de la casona y no fue capaz de venir hasta aquí, sabiendo que para mí fue difícil todo el enredo con ese dichoso contrato matrimonial de ellos. Y ahora, andan de confidentes - arrojó una roca- bendita manía de ella de andar haciendo todo por su cuenta.

Por primera vez en años Germinia reía a carcajadas; ver  al joven capataz de Los Laureles en actitud de novio celoso era algo inverosímil. Ciertamente Los mencionados habían tenido un par de reuniones en privado, no obstante, a ella le parecía que no era para tanto, entre esos dos nada de nada.

- Mario Gómez, ¿no te has visto en un espejo?  desde cuando Julian es competencia para tí.

- Mira quien habla, la loca de la esposa- le hizo un gesto medio cómico.




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