Después de dejar a Susana en la habitación de invitados, vuelvo a mi recamara. No me siento bien con esta situación. Ahora que Clarisa está aquí, creo que los más conveniente es mantenerla lejos de esta casa. No quiero incomodar a mi hija o causar confusiones al tener a mi amante y a la que cree su madre, bajo el mismo techo. No es justo para mi princesa.
Entro a la habitación y cierro la puerta. Zoe, está completamente dormida y creo que Clarisa, está tomando una ducha. Me quito la chaqueta y la corbata y las tiendo en el respaldo de la silla. Desabotono mi camisa y me arremango las mangas de mi camisa. Voy a esperar a que salga del baño; necesito hablar con ella.
Me quito los zapatos y las medias. Bajo la luz de la lampara y me dirijo al vestier. Recuerdo que la chica tuvo que dormir con la bata de baño puesta porque no trajo su ropa de dormir. Saco una de mis camisetas para dársela y pueda estar más cómoda.
Sonrío al recordar la cara que puso en el momento en que me vio desnudo. Estaba escandalizada. Me encantó ver el rubor que apareció en sus mejillas. Es raro ver en estos tiempos que una mujer se avergüence de tal manera.
Escucho la puerta del baño al abrirse, así que abandono el vestier y regreso a la habitación. Me quedo parado en la puerta al verla con su cabellera larga mojada y cayendo por su espalda como cascada.
―Te estaba esperando.
Pega un jadeo y un respingo debido a la sorpresa.
―¿Qué haces aquí?
¿En serio acaba de preguntarlo?
―Es mi habitación.
Le digo con cierto tono burlón.
―Lo siento, no termino de acostumbrarme.
Asiento en respuesta.
―Saldré al balcón para que te cambies ―le entrego la camiseta―. No tardes por favor, me urge hablar contigo.
Mira la camiseta y me satisface que no ponga objeciones al respecto.
―Gracias.
La observo durante algunos minutos más y luego me retiro al balcón. Apoyo los brazos en las barandas y observo el paraíso boscoso que se tiende a mis pies como una alfombra de pasto natural. Pienso en lo mucho que han cambiado las cosas de un día para otro; en el vuelco que acaba de dar nuestras vidas. Sin embargo, siento temor de que las cosas salgan mal. Fui impulsivo y me dejé llevar por la manera en que mi hija reaccionó cuando vio a Clarisa, por primera vez. Saltó a sus brazos sin mediar palabras; fue un acto que me dejó sin aliento, sobre todo, cuando la llamó mamá.
El olor a frutas frescas me hace consciente de su presencia. La brisa suave empujo el aroma del jabón directo a mis fosas nasales. Mi cuerpo reacciona en el acto y tensa cad parte de mi cuerpo como hace mucho no sucedía.
―Gracias por venir.
Me doy la vuelta. No puedo evitar repasarla de pies a cabeza. Mi camiseta cubre hasta la mitad de sus blanquecinos muslos. Tira de ella para intentar cubrir mayor zona de sus esculturales piernas al sentirse examinada.
―No he dispuesto de tiempo para buscar ropa apropiada para la noche ―sonrío con disimulo―. Lo haré tan pronto como pueda.
Le doy un vistazo a sus pies descalzos. ¿He mencionado en algún momento que tengo un fetiche con ellos?
―Mañana lo resolveremos ―tengo una buena idea en mente―. Ahora por favor siéntate ―señalo hacia una de las poltronas que hay en el amplio balcón―. Necesitamos aclarar unos cuantos puntos muy importantes.
Asiente con timidez y hace lo que le pido. Mis ojos se mueven rápidamente hacia la zona de sus muslos en el instante en que estos quedan descubiertos debido al movimiento. Tiene hermosas piernas y su piel se ve tan suave como la de un melocotón. ¿Se sentirá igual al tacto?
―Lamento lo que pasó hace un rato atrás ―aparto las distracciones y voy directo al asunto―. Me refiero a lo que sucedió con Susana.
Ella me mira interesada con esos hermosos ojos verdes tan idénticos a los de mi hija. Que extraña casualidad. Cualquiera pensaría que son en realidad madre e hija.
―Es su vida personal señ… ―se relame los labios y ese sencillo acto hace que una parte de mi cuerpo responda con emoción―. Vine aquí a ser la madre de Zoe, lo que hagas con tu vida privada es un asunto que solo a ti te compete Dexter.
Me fascina como suena mi nombre en su dulce boca.
―Lo que tiene que ver con mi vida privada dentro de esta casa es algo que sí es de tu incumbencia, Clarisa ―necesito aclarar lo que intento decirle―. Eres la madre de Zoe, así que mientras estemos bajo este techo o ella se encuentre a nuestro alrededor no quiero perturbar su tranquilidad con la presencia de otra mujer que la incomode ―sus ojos se abren como platos debido a la impresión que mis palabras le han causado―. Necesito que funcionemos como una familia verdadera.
Ella se levanta del mueble, camina hacia la baranda y se aferra a ella.
―No somos una verdadera familia, Dexter ―me dice con un hilo de voz―, me estás pagando para que finja ser una madre ―la escucho inhalar aire y la manera en la que sus hombros se mueven por lo profunda que es―. En el poco tiempo que llevo en este lugar he aprendido a querer a tu hija, pero eso no me hace parte de ustedes.