La semana pasó como un suspiro, la organización de la boda dejaba poco tiempo para nada más y antes de que me diera cuenta ya estábamos a un día del casamiento.
La familia se encontraba en un estado de lo más peculiar, cada uno padeciendo distintas emociones que llevaba embotelladas dentro, nadie quería expresar sus dudas o reparos en voz alta, pero era evidente que todos los tenían. La llegada prematura de Jon y Hans significó un alivio, pues era el deseo de todos nosotros que ambos estuvieran presentes en el casamiento. Sin embargo, hasta ahí llegaban los aspectos positivos de la situación, pues el hecho de que apenas hubiésemos visto a los Kilmor durante la semana hacía poco por nutrir la confianza de mis parientes en mi futuro marido. El abuelo y papá sí habían visto Maxius, pero solo por cuestiones oficiales al citarlo cuando se enteraron de que él estaba aprovechando los días para establecerse en el mercado de piedras preciosas por su cuenta. Una vez que comprobaron que Kilmor se estaba conduciendo con la honestidad y rectitud que se esperaba de cualquiera relacionado con el nombre Schubert, la comunicación entre ellos se dio por terminada.
A nivel personal, Kilmor no había hecho visitas, ignorando expresamente mi petición de conocernos un poco mejor antes de la boda. Al respecto yo no había emitido ni una queja para no acrecentar el recelo de mi familia por Maxius. Todo lo que sentía lo llevaba embotellado en el pecho, al igual que hacían ellos.
Para mi enorme sorpresa, al mediodía llegó una nota de parte de Kilmor preguntando si era posible que él y su hermano se presentaran esa noche para cenar con nosotros.
—Invitaré a Jon, seguro que querrá conocer a tu novio antes de la boda —dijo mamá mientras le entregaba al recadero el mensaje aceptando la visita.
—Pensé que tendríamos una última velada solo nosotros, ya sabes, antes de que todo cambie —comenté mirando por la ventana.
—Sí, eso habría sido lindo, pero también me parece correcto que venga el señor Kilmor. Es decir, mañana van a casarse, lo natural es que el novio pase tiempo con su futura mujer. Me sorprende que no haya venido a verte antes.
—Me regaló unas flores preciosas el día tras el compromiso —le recordé, ocultando el hecho de que estaba completamente de acuerdo con lo que decía y que me sentaba mal que él no me hubiera visitado.
☆☆☆
Mi cuñada estaba en la planta alta acomodando a mis pequeñas sobrinas en una de las recámaras junto con la nana para que pudiera estar libre durante la cena. Mamá estaba con ella, pues no se perdía ni un minuto de sus nietas cada que podía. Mientras tanto, papá, Jon y yo aguardábamos la llegada de los Kilmor en la sala.
—¿A qué hora los citó tu madre? —preguntó papá mirando malencarado el reloj sobre la mesita de la esquina.
—Vienen a tiempo —indiqué con un suspiro, pues era cierto y, aunque no, unos minutos de retraso no eran razón para fruncir el ceño. Lo que sucedía era que papá no acababa de conformarse a la idea de la boda.
—¿Pudiste averiguar algo? —me atreví a preguntar a mi hermano.
Antes de que él respondiera, papá volvió a intervenir.
—¿Averiguar qué? —demandó saber.
No había caso en fingir.
—Le pedí a Jon que, si era posible, indagara un poco acerca de la disputa entre los Mondragón y los Kilmor —le expliqué.
Mi hermano era asesor del príncipe heredero, quien a su vez era yerno de los Mondragón, si alguien podía esclarecer el asunto era él.
—Oh, hija, no está bien ser indiscretos —me amonestó papá.
—Pero no es ser indiscretos, se trata de mi futuro esposo. Solo quiero conocerlo un poco más —me defendí.
Papá chasqueó la lengua, pero ya no protestó. Jon lo tomó como su señal para responder.
—Lamento decirte que no tuve mucho éxito —dijo mi hermano—. Su Alteza solo sabe lo que le dijo su esposa, que no fue mucho. Según me contó, cual sea el motivo de la querella, Triana asegura que son mentiras y eso es todo lo que él sabe.
Solté un suspiro de decepción. Conocer a mi futuro esposo era como descifrar un acertijo.
Los Kilmor llegaron justo a la hora que los citamos. Al saludar a Maxius, me noté nerviosa, las palmas de las manos me sudaban y no estaba muy segura de cómo comportarme. Yo quería estar molesta, sentida por su falta de atención hacia mí, pero mi cerebro se había decantado por otra reacción. Una vergonzosa para colmo de males.
—Les presento a mi hijo Jon y a su esposa Ofelia —dijo papá haciendo un ademán hacia mi hermano y mi cuñada.
—¿Ofelia? —preguntó el señor Kilmor enarcando una ceja en mi dirección.
Se me escapó una sonrisita. Vaya que tenía buena memoria o era que ponía atención a lo que yo decía. Como fuera, me agradó que se acordara.
—Ya cambió —gesticulé sin voz solo para él.
Kilmor hizo un gesto de que entendía y, por algún motivo, me gustó mucho que pudiéramos comunicarnos con tanta facilidad.
Pasamos al comedor y me aseguré de quedar sentada del lado izquierdo de Kilmor con su hermano Trenton a su derecha, pensando que ese acomodo sería el que más le agradaría. La postura corporal de Maxius me dejó saber que había acertado. Si bien no se podía decir que estaba relajado, si lo notaba considerablemente menos tenso que en el almuerzo con mis abuelos.