Una hija para el Ceo solitario

Capítulo 3: Fantasías fatalistas

«¿Por qué falló en su entrevista? Porque mi hija llamó “papá” a mi posible futuro jefe». Ya lo veía, lo veía por todas partes en su cabeza, y la mente de Hannah se llenó de terror, frustración y cansancio.

¿Cómo había terminado esto así?

La entrevista salió bien, y solo al terminar se dieron cuenta de que Alisson no estaba; corrió a buscarla por toda la planta y no la encontró, por eso fue desesperada al elevador, y la encontró, Dios, la encontró y la calma volvió a reinar en su interior, aunque solo por unos segundos.

Estaba jodida. ¿De qué servía obtener el visto bueno del asistente, si su querida hija no dejaba de referirse a su futuro jefe como su padre?

La muchacha se llevó una mano a la cara y suspiró resignada por un segundo.

—Así es —contestó Andrew como si nada—. Soy Andrew Cook, e imagino que usted es Hannah Roth.

—¿Cómo sa…?

—Ella lo mencionó. —Señaló a una Alisson que ahora guardaba silencio, como todo un angelito, tras haber finalizado con éxito su travesura.

Hannah abrió los ojos de par en par y palideció. En su interior, su mente trabajaba a diez mil por hora en busca de una forma de salir airosa de tan bizarra situación.

—Oh, ehm… es un placer conocerlo, señor Cook. Lamento los malentendidos. Es que Alisson aún es pequeña y no se acostumbra a la ausencia de su padre, ella…

—¡Él no es mi papi! —espetó molesta Alisson de repente, mirando a su madre con un ceño fruncido que la hacía verse preciosa a los ojos de todos—. ¡Él es mi papi! —Miró hacia Andrew y sonrió—. ¡Él es mi papi de verdad! ¡Es alto, guapo y se ve que es beno! ¡Es perfecto para ser mi papi, mami!

La nena se dirigió a su madre con gesto inquisidor, y Hannah quiso que se la tragara la tierra y jamás la volviera a escupir.

Alzó la vista hacia Andrew, llena de vergüenza, pero le sorprendió no ver molestia en él, sino una sincera sonrisa que la tomó desprevenida, y unos ojos serenos y amenos que para nada esperaba.

—Por más astutos y valientes que sean, los niños son niños, ¿verdad? —inquirió el varón a la castaña, cuyos pensamientos bailaron en la nada por unos segundos.

—Ehm… ehm… sí, ¡sí! Ali es demasiado… perspicaz.

Andrew se sonrió y asintió repetidas veces, estiró una mano para palmear la cabeza de la muchachita, e inquirió:

—¿Pasó la entrevista? —La pregunta fue dirigida al asistente de Recursos Humanos.

—Sí, señor. Según sus especificaciones, está calificada para el cargo. Sumado a las pruebas previas… en realidad planeaba llevarla con usted antes de que pasara todo esto. —El asistente se mostró un poco confuso.

Andrew asintió, suspiró y dio otra palmadita en la cabeza a una Alisson que soltó una risita gustosa. En su mente, ese hombre ya era su padre, por muy loco que pareciera.

—Ya veo. Eso ahorra muchas cosas. —Retiró la mano y llevó su atención a Hannah—. ¿Nadie podía cuidarla? No es usual traer a un niño a una entrevista de trabajo.

La muchacha se puso tensa un momento y luego suspiró, admitiendo la realidad.

—Así es… pero pronto comenzará la escuela. Esto definitivamente no volverá a pasar.

—La empresa ofrece la matrícula de una escuela privada para los hijos de sus empleados. Ella podría optar si lo desea. Bueno… primero tiene que ser aceptada por el señor Cook.

Finn miró a su jefe y aguardó paciente. Andrew, por su parte, pasó la vista con soslayo de Alisson a Hannah, se aclaró la garganta y comentó:

—Supongo que es mi turno de hacer una entrevista entonces.

Hannah abrió de más los ojos, sorprendida, en tanto Finn se asombró por la gentileza de su jefe.

Andrew se giró y presionó el botón del ascensor.

—Vamos a mi oficina.

Cuando las puertas se abrieron, Andrew entró a la caja, y Alisson corrió para pararse a su lado, tomó su mano como si nada y le sonrió a su madre, una que la miraba sin poder creer el descaro de su pequeña hija, que esta vez sí se había pasado de la raya.

Entró al elevador, agradeciendo en silencio que su posible futuro jefe tuviera el tacto y la gentileza de no rechazar a su hija de buenas a primeras. Ese hombre debía ser padre, claro que sí. Solo un padre sabía la importancia de los sentimientos de los niños incluso cuando metían la pata.

En silencio, los cuatro subieron a la última planta, y al abrirse las puertas Andrew fue el primero en hablar.

—Finn, cuida de la pequeña Alisson mientras tengo una entrevista con la señorita Roth. Préstale mucha atención.

Alisson lo soltó y se fijó en el asistente, que a su vez la miró con innata curiosidad. Alisson sonrió y le estiró la mano.

—¡Soy Alisson Roth, un pacer conocerte!

La inquietud en Finn se disipó con un gesto cálido, y la ternura por la niña lo llenó. Tomó su mano en un leve apretón.

—Soy Finn Wolf, un placer conocerte, Alisson. ¿Te parece si vamos a recorrer la planta para que conozcas a los empleados? —Finn miró a Hannah, que asintió como consentimiento.




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