Una hija para el Ceo solitario

Capítulo 15: Alguien se la llevó

El muchacho guardó silencio por largos segundos que pusieron más nerviosa a la castaña, hasta que suspiró.

—Tengo que ser completamente sincero —musitó sin mirarla—. Debes saber que tenía una esposa. —La muchacha asintió con la cabeza—. Mi esposa murió hace unos años. Nosotros siempre quisimos tener hijos, pero no llegamos a eso. Si se hubiera dado, nuestra hija tendría más o menos la misma edad de Alisson y… no puedo explicarlo, pero desde que la vi salir del elevador aquel día, creo que me encariñé con ella, quizá porque veo el reflejo de lo que pudo ser en esa pequeña.

Su voz era queda, suave y sincera, y el mismo Andrew se sorprendió tras revelarle todo eso a aquella chica como si nada, impresionado por lo fácil que era hablarle. Solo entonces volteó a verla, curioso por saber su reacción.

Y lo que encontró lo sorprendió.

Hannah tenía los ojos llenos de lágrimas mientras lo miraba con gesto humilde, como si se compadeciera de él, pero no en el mal sentido.

La castaña había leído sobre la muerte de Rose Cook de hace años, y sabía que debía ser algo muy difícil de llevar, en especial porque, según todas las notas, ella y su jefe fueron pareja desde la secundaria.

Debía ser complicado perder a alguien así de la noche a la mañana.

—Lamento mucho tu pérdida… —musitó quedo, llevando una mano a secarse las traviesas lágrimas.

Aquello enterneció a un Andrew que sí, era conocido por ser frío y distanciado, duro algunas veces, pero que no conseguía serlo con esta mujer, y mucho menos con su hija.

¿Quizá se debía a que ella no parecía tener segundas intenciones y solo fungía como su empleada? ¿O era por la niña?

Fuese cual fuese la razón, tendría que pensar en eso más a fondo más tarde.

—¿Puedo preguntarte algo, Hannah? —murmuró tras unos segundos, sin darle tiempo a ella de continuar su argumento.

—Claro.

—¿Pasó algo con tu… exesposo? ¿Algo que justifique que ella —Refiriéndose a Alisson— se comporte así?

Hannah suspiró y miró a los derredores antes de volver a él.

—Ali siempre fue una niña muy activa. En mi panza jamás me dejaba en paz, y eso no cambió después de que nació. Su padre es… —Trató de sacar todas las maldiciones e insultos con los que lo identificaba y buscó algo neutro— impaciente y, naturalmente, una niña inquieta solía hartarlo.

»Cuanto más Ali crecía, peor se volvía su padre, hasta que empezó a gritarle y a regañarla por ser ella misma. Esa fue una de las razones por las que nos separamos, pues no podía criar a mi hija en un ambiente así.

—Ya veo…

—El que Ali te llamara así, la verdad es que no lo entiendo. Quizá está tan decepcionada de su padre que pensó que podía encontrar a alguien que la tratara mejor y no le gritara. Es una niña inteligente y audaz, y tiene buen ojo para la gente, así que…

Ella ladeó la cabeza y el otro sonrió.

—Lo entiendo. Así que soy una buena persona a sus ojos.

—Exacto. Pero, la verdad es que no creo que sea prudente que te siga llamando así. Aunque parezca gracioso, podría traer problemas si, bueno, ya sabes, estás saliendo con alguien.

—Oh, no importa. No salgo con nadie desde hace mucho, así que no tienes que preocuparte por eso.

—¿Y qué hay de esa mujer, Emma? —Hannah recordó sus desencuentros y dudó—. Ella no duda en reclamarte como propiedad.

—No soy una cosa, y si lo fuera, lo último que querría es ser suyo, así que no te preocupes. Emma solo es una chica demasiado mimada por sus ricos padres, y que sabe poco sobre cómo funciona el mundo real.

La otra asintió, y la charla siguió con algunas trivialidades sobre lo que eran sus vidas cotidianas.

A la mañana siguiente, Alisson se despertó animada y, tras desayunar, se prendó de un amiguito de otra clase con el que haría el recorrido.

El plan de la mañana era que las maestras y el personal llevarían a los niños a dar un paseo por el bosque, en tanto los padres recogían todo, para después unirse en el tramo final.

—Cariño, pórtate bien y ten cuidado, ¿de acuerdo? —instó Hannah mientras le arreglaba el gorro a su hija.

Ese día en particular hacía frío, y ella iba con su chaqueta, unas botas y todo el equipo que necesitaba.

La nena sonrió, se puso firme y le hizo un saludo militar entusiasmado.

—¡Sí, mami, me portaré muy bien!

Se despidió de ambos y se fue contenta.

Ellos se pusieron a recoger todo entre charlas varias, y al cabo de una hora tenían todo listo y se dispusieron, como los demás padres, al encuentro con sus hijos.

—La próxima semana es el viaje de negocios a Hiraeth, ¿está todo listo? —preguntó el varón mientras avanzaban con sus mochilas a cuestas.

—Sí. Son cuatro días, ¿no? —El otro asintió—. Ya hablé con mis padres, también con Ali. Por ahora se le olvidó, pero cuando lo recuerda volverá a ponerse triste porque no podrá ir.




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