Una hija para el Ceo solitario

Capítulo 22: Pretextos

Emma abrió los ojos como platos, consternada al oír semejantes palabras.

¿Ella? ¿Arrodillarse ante una insulsa perra de clase baja porque quisieron matarle a su bastarda? ¡Jamás! Frunció el ceño y miró a la castaña con evidente desprecio.

Hannah, con gesto resuelto, se limitó a comentarle a su jefe.

—Señor Cook, ¿tiene las pruebas que demuestran sus palabras?

El varón volteó hacia ella y asintió con la cabeza.

—Por supuesto, señorita Roth. La señorita Becker no es tan inteligente como cree; fue muy fácil dar con ella.

Aquellas palabras calaron en la pelirroja, haciéndola sentirse ofendida, pero se mordió el labio y se tragó sus protestas, porque sabía que ahora nada dependía de ella.

—Entonces, me gustaría que fuera a prisión lo más pronto posible.

—Perfecto. Me encargaré de eso ahora mismo.

Andrew sacó su celular, listo para llamar a la policía, pero unos pasos presurosos lo interrumpieron.

—¡No, detente, no lo hagas! ¡Mi padre me matará si termino en la cárcel!

Ella estiró los brazos al frente y quiso tomar el celular del castaño, pero él echó la mano a un lado y la miró con desdén

—¿Crees que me importa? ¿Acaso tú eres más valiosa que Alisson?

Los ojos de Emma enrojecieron y, en un acto que jamás pensó hacer en su vida, se tiró al suelo de rodillas, y puso las manos en las piernas de Hannah.

—¡Hannah, por favor, perdóname, no lo volveré a hacer, pero no puedo ir a la cárcel, no puedo!

La muchacha enseguida le quitó las manos de encima por reflejo, como si el simple contacto le asqueara, aunque en realidad era más impresión, y se echó hacia atrás en el mueble, poco acostumbrada a esta clase de cosas, mientras negaba con la cabeza.

—No, no, aléjate… contrataste a alguien para que secuestrara a mi hija, ¿y quieres salirte con la tuya? —En su mente, Hannah tenía una vista clara de lo sucedido solo con las pistas, y no estaba dispuesta a dejarla ir—. Tienes que pudrirte en prisión, eso es lo que te espera.

Ella no tenía demasiado poder, pero jamás dejaría ir a alguien que quería lastimar a su razón de vivir.

Andrew soltó un suspiro y asintió con la cabeza.

—Perfecto. Entonces, señorita Becker, largo de aquí.

Hannah y Emma lo miraron impresionadas al mismo tiempo.

—¿Ah? ¿La dejarás irse? —inquirió la primera.

—Que se vaya… —Él la miró con serenidad, un gesto que la muchacha interpretó como un «confía en mí» al que decidió acceder.

Suspiró y asintió con la cabeza.

—Está bien…

De repente, el mundo de Emma pareció salir de la penumbra al cálido Sol, y sus ojos se abrieron de par en par con entusiasmo, y una sensación de victoria sobre Hannah que la hizo mirarla con sorna.

Sin embargo, enseguida volvió a hacerse la sufrida y encaró a Andrew.

—¡Muchas gracias, señor Cook, en serio, muchas gracias! ¿Ahora revocará el cese de los negocios con mi familia?

—¿Eh? ¿Te volviste loca? ¿Cuándo dije que haría eso? ¡Ahora, lárgate antes de que me arrepienta!

Le hizo una seña para que se alejara y, sin poder decir más, se dio media vuelta y se marchó, consolada por el hecho de que al menos no iría a prisión.

Salió del edificio con la cabeza en alto y algo en mente.

—Hannah, maldita perra, estas me las vas a pagar, eso tenlo por seguro.

Sin embargo, apenas dar unos pasos afuera, un par de oficiales de policía aparecieron en su camino.

—¿Usted es Emma Becker?

Dudosa, la pelirroja asintió.

—Si, eh… ¿qué sucede?

Los policías se miraron, y uno de ellos sacó un par de esposas.

—Emma Becker, está bajo arresto por conspirar para cometer un secuestro. Ahora le leeré sus derechos. Tiene derecho a…

—¡Qué, ¿de qué hablan?! ¡Yo no hice nada! ¡No hice nada, aaaah!

Los oficiales la arrastraron a la patrulla y la sacaron de ahí.

•  •  •

Cuando la puerta se cerró, Hannah volteó hacia el castaño con el ceño ligeramente fruncido.

—¿De verdad la vas a dejar ir así como así?

—Hmm, ¿acaso dije eso? Pensé que lo habías entendido. —Él la contempló con una sonrisita.

—Andrew, ¿de verdad vas a…?

De pronto, una mano sobre su cabeza la hizo detenerse, y el cuerpo se le tensó ante el par de palmaditas que le dio el varón.

—Tranquila, ¿sí? Confía en mí. Ahora mismo se la deben estar llevando en una patrulla, así que no te preocupes.

El alma le volvió al cuerpo y suspiró, pero, recordando su posición, tiró la vista a un lado, un tanto tímida.

—Muchas gracias por esto, Andrew, de verdad.




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