Miro mi armario en busca de algo ideal para esta noche. Yo nunca fui una chica de gala así que en mi armario no hay nada para asistir a un sitio así. Desesperada por la hora que es y todavía no tener nada en mi armario llamo a Tania en busca de ayuda.
—Te rajas—dice Tania descolgando la llamada.
—¿Qué?—grito—No. Solo te llamaba para pedirte algo de ayuda. No tengo nada para esta noche.
—¿Y crees que yo tendría algo para ti?—pregunta haciéndose la interesante. Tania es amante de la moda y su armario, como dice mi madre, podría caerse de la ropa que tiene. Su vida se basa en joyas, lujo y dinero y me recuerda a Samantha de Sex and the City. Podrían ser la misma persona si no fuese por que el sexo esporádico con diferentes personas no entra en la vida de Tania.
—Sí.
—¿Pantalón o vestido?
—Pantalón—digo.
—Vestido—dice ella—En quince minutos estoy allí.
Tal y como promete Tania llega en quince minutos cargada de ropa junto a Marta. En Málaga capital solo vivo yo a excepción de Inés y Marta que viven en Benalmádena. Cuando decidimos hacer el reencuentro los que no eran de aquí alquilaron un air b&b y Marta se unió a ellos para no tener que estar cogiendo autobús durante todo el fin de semana.
Bimba y Coco saltan sobre ellas para saludarlas cuando las ven llegar y tengo que ponerme entre ambas para que no les manchen sus conjuntos. Marta lleva un espectacular traje de chaqueta azul marino junto con unos tacones de aguja que podrían cortar a cualquiera. Tania por su lado lleva un espectacular vestido largo rojo con unos tacones con los que yo no podría andar en la vida.
Dejo que las chicas pasen a mi habitación y encierro a Bimba y Coco en la cocina antes de que hagan un estropicio y estén toda la noche lamentándose.
—¿Qué tienes para mí?—pregunto nada más abrir la puerta pero el mundo se me viene encima cuando me pruebo cada una de las prendas de Tania y ninguna me favorecen. Ni la preciosa falda de tubo con una abertura lateral, ni esos pantalones palazzo que no pasan de mi trasero o ese vestido donde mis pechos deciden que no quieren entrar.
—¿No tendrías algo menos ceñido?—pregunto mirando mis pechos que amenazan con salir del vestido.
—No es mi culpa que tengas esa delantera—dice Tania.
—A mi me gusta como te queda el vestido—dice Marta.
El vestido es precioso no tengo por que negar lo evidente pero no es algo que favorezca a mi figura.
—Mis tetas parecen que están pidiendo auxilio.
—Si que están algo apretadas—Tania ríe—Seguro tienes que tener algo en ese armario tuyo—Tania se levanta de mi cama y abre el armario.
—No tengo nada decente.
Mientras me quito el vestido ella y Martan buscan en mi armario algo que pueda servirme para esta noche pero estoy segura de que no encontrarán nada.
—¿Por qué no te pones esto?—Tania saca un vestido de seda largo verde agua con una abertura lateral que queda por encima de la cadera. Es uno de los diseños de mi amiga Sara, diseñadora de moda y amiga de toda la vida. Necesitaban el vestido para una sesión de fotos aquí en Málaga y para ahorrarse el envío me pidió guardarlo hasta poder venir por el. Ella está viviendo en Madrid actualmente.
—Es de una sesión de fotos de Sara. No creo que le haga mucha gracia que lo lleve sin su permiso. Además es talla única. No sé si podría entrar ahí—tomo la tela entre mis manos—y mucho menos mis pechos.
—Creo que podrías entrar y tus pechos también—dice Tania—Solo tienes que probártelo.
No muy convencida de esto me pruebo el vestido de Sara y como dice Tania me queda como anillo al guante. Parece que el vestido estuviese hecho para mi a excepción de mis pechos que se sienten en cautiverio en este momento.
—Estas guapísima Mariam—dice Marta—Yo digo sí a ese vestido.
—¿Estáis seguras? Yo veo mis pechos pidiendo auxilio.
—Tus pechos están bien donde están—dice Tania—Podrán aguantar un par de horas dentro de ese vestido. Ve a maquillarte y salgamos antes de que los chicos e Inés vengan a por nosotras.
—Con este vestido no puedo llevar ropa interior—digo.
—Así vas más libre—Marta me guiña el ojo—Ve y prepárate. No tenemos mucho tiempo.
♡
El cóctel es un hotel del centro que apenas está a quince minutos andando de mi casa, cosa que agradezco porque si tengo que andar más lejos con este vestido podría fallecer.
—No sé todavía como he accedido a dejarte ir en converses con ese vestido—dice Tania a mi lado.
A pesar de la insistencia de Tania me he negado a utilizar tacón alguno. Nunca me han gustado y prefiero ir con mi estilo personal. En lugar de tacones llevo unas converses blancas. Soy una amante de la marca y podría tener mi zapatero lleno de converses si su precio no fuese el que es. Quizás dentro de unos años con un puesto fijo y un sueldo todos los meses, gastarme 80 euros en unos zapatos me suponga un gasto ínfimo pero actualmente es algo que no puedo costear. Los dos modelos que tengo son porque uno me regalaron mis amigas y otro me lo compre yo.
—Vas preciosa—dice Marta—No la escuches.
Mateo e Ismael ya estaban dentro del hotel cuando nosotras llegamos. Se han hecho dueños y señores de esto y caminan a sus anchas como si estar en cocteles de gala fuese algo que hacen todos los fines de semana. Yo por mi lado parezco una niña pequeña en Disneyland Paris. Mis ojos no saben para donde mirar y tanto lujo me satura la mente. Grandes mesas decoradas con comida se extienden por toda la planta. Hay camareros ofreciendo champagne como en las películas y varias lámparas largas cuelgan del techo. Intento parecer alguien normal y vuelvo la atención hacia mis amigos.
—¿Dónde está Inés?—pregunto al ver que están solos.
—Discutió con su novio y decidió no venir.
—Ese chico es un incordio—digo.
—Y feo—dice Tania.
—No todo es el físico—dice Marta. Fiel defensora de todos y feminista—Tengo que irme—dice mirando a un punto exacto—Ahora vengo.