Una historia que no debo contar

III

III

No hubo un día en que no pensara en ella, no hubo un solo momento en que no repasara en mi mente esos dos últimos días, pensaba en que ella nunca sabría lo mal que a estaba pasando, me escribió un par de veces en esos meses, me dijo que su ascenso estaba en «veremos», que quizá para finales de año, yo la alentaba. A mí me dieron el aumento, tenía más trabajo también, pero podía lidiar con eso, me entretenía en el trabajo, me ayudaba a no pensar. Aunque comencé a beber un poco más que antes, prácticamente no había día en que no estuviera un poco ebrio.

Era obvio que estaba deprimido, baje mucho de peso cerca de dieciséis kilos, casi no dormía, mi esposa se preguntaba que me pasaba, me lo pregunto y le dije que era el trabajo y que solo necesitaba descanso. Pero ella no entendía, solo me discutía y me hacía sentir peor, nuestras discusiones habían empeorado, era como si ella supiera la razón por la que estaba así, no lo decía, pero a veces parecía obvio.

Cuando pensé que todo estaba peor que nunca, recibí una llamada que me ayudo a levantarme, a ver algo de color en mis días grises, era ella nuevamente.

—Hola… —respondí.

—¿Adivina quién es la nueva supervisora del área de recursos humanos? —me dijo.

—No me digas que…

—Así es ¡Ascendí! —me dijo con alegría. Se le oía muy feliz.

—Te felicito, es sorprendente, bueno, no sorprendente sabía que lo lograrías, pero es ¡fantástico! Me alegro mucho, Miriam. —De verdad me alegraba muchísimo por ella.

—Y te tengo una noticia más, iré a catalina en unas semanas, tengo que supervisar unas evaluaciones en la sede que hay ahí en tu ciudad en Catalina del Centro, estaré yendo todo un mes. ¡Viajare en avión! Que emoción, y claro… pensé que podrías ir a verme…

Esa sin duda fue la mejor de las noticias de aquel día.

—¡Claro! —respondí con entusiasmo—. Me dará gusto verte, podemos ir a beber un café o a almorzar, tantas cosas, podríamos ir de compras, a la plaza central, lo que tu desees.

—Muy bien, eso sería genial, yo te comunicaré cuando y donde, la verdad tengo mucho trabajo, ya cuando nos veamos me cuentas como estas y todo, todo… ahorita tengo que seguir trabajando, solo llame para avisarte. Un beso, cuídate… —dijo presurosa.

—Igualmente, hablamos, cuídate —respondí y cortamos.

Esa llamada me entusiasmo, me hizo sentir muy feliz, me alegro su ascenso y me alegró el poder volverla a ver. Estaría en la ciudad, estaría cerca de ella nuevamente, solo pensarlo me hacía sentir feliz.

—¿Quién llamó? Te escuche gritar… —me dijo mi esposa.

—Fue... Guzmán —mentí—, del trabajo, me dijo que perdió unos documentos… es un idiota ya sabes… —. Fue lo mejor que pude hacer, sé que solo me ganaría más problemas si ella se entera de que Miriam estará en la ciudad. Y lo último que necesitaba eran más problemas.

Durante las siguientes semanas estuve muy ansioso, pero me sentía con más energías, es decir, tenía una motivación, me veía al espejeo y me di cuenta que estaba mejor así delgado, claro, había sido sin querer, pero pronto mejoré mi dieta, si ya de por si comía muy mal y poco, que mejor que aprovechar, siempre quise bajar algunos kilos, no me veía así desde antes que nacieran los chicos. Me di cuenta que podía seguir siendo un hombre atractivo, pensé en cortarme el cabello y afeitarme, pero no lo hice, al menos todavía no.

Por fin llegó el día, ella me escribió al celular, y me dijo que la esperara fuera de la empresa donde trabajaba, CantaCorp, me dio la dirección y la hora, a las cinco con treinta de la tarde. Yo el día anterior hice horas extras para salir temprano, todo estaba calculado, me daba mucha curiosidad ver su rostro cuando me vea, había yo cambiado mucho.

Finalmente llegué y le escribí diciéndole que estaba afuera, me dijo que salía en cinco minutos, así fue, cuando me vio su expresión fue de sorpresa, no pudo evitar reírse y ruborizarse, yo reí con ella.

Estaba muy sorprendida.

—Pero ¿qué te paso? — me preguntó.

—Bueno, perdí algunos kilos ya lo sé… ¿no veo mal o sí? — le pregunté entre risas.

—No, no… se te ve muy bien, y te creció más el cabello. —Lo tenía poco más debajo de las orejas—. Estas muy diferente… mira tus brazos… — me dijo presionándolos.

—Tampoco te sorprendas tanto —le dije sonriendo—, me harás pensar que estaba hecho un cerdo…

Ella rio.

—No, no, claro que no, pero es que es sorprendente, tu sabes que te recordaba como la última vez, pero da igual, me da mucho gusto verte —Se acercó a mí y me abrazo con fuerza, yo la abrace también. Tenerla entre mis brazos fue… tan especial.

—Dijiste que me invitarías un café —me dijo al separarnos—. Pero yo pago, ahora que soy supervisora… —dijo fingiendo petulancia, juguetonamente.

—Claro, claro… pero ahora que tienes mucho dinero, mejor me invitas un cappuccino —respondí guiñándole el ojo, siguiéndole el juego.

—Oh, que refinado el señor… —me respondió divertida.

Estaba tan linda como la recordaba, sus ojos, su mirada, me sentí muy feliz de verla nuevamente, y de poder conversar. De verdad era como un respiro de aire fresco.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.