Una Inesperada Tarde De Domingo

Capítulo 3: Encuentro

El tiempo observa lo que hemos sido y por lo que hemos pasado

El tiempo comparte nuestros sueños

El tiempo pasa y sigue cada día, cariño

El tiempo es lo que es... y lo que será.

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Mañana de lunes y el despertador de Daphne sonó a la hora acostumbrada. Se levantó como autómata y, por inercia, se bañó, vistió y maquilló justo a tiempo para dirigirse a su oficina, tal como lo tenía estipulado.

Desde hacía ocho años todo en su vida estaba calculado a la perfección, de manera que muy pocas cosas pudieran tomarla por sorpresa.

Necesitaba sentir el poder sobre su vida, sentir que el control la protegería de los demás y sus sombras. Incluso lo precisaba para mantener su integridad psicológica, que había quedado bastante dañada después de aquello. Resultaba paradójico que eso volviese a sus memorias en forma repetitiva, como algo parecido a una película de terror y las remembrazas más felices se negaran a mostrarse. Se reiría si aún le quedaran sonrisas.

Decidió alejar los fantasmas y retomar su rutina. Ya que no tenía tiempo de desayunar en su casa, resolvió pasar por Domino's en busca de un latte y un cherry muffin para llevar. André le había dejado dos mensajes en el contestador recordándole que ese día se reunirían para discutir nuevas estrategias en la guerra por ganar el podio de ventas frente a Lasalle. Intuyó entonces que su jefe estaría bastante alterado esa jornada.

Esbozó una imperceptible sonrisa ante la idea. Le gustaba que André explotara sus talentos al máximo, la hacía sentir segura, poderosa, necesitada. Otro motivo por el que además sonreía era por el agradable recuerdo de la tarde de domingo junto a Eric.

Sí, tuvo que admitir que ese hombre estaba trastornando el mundo perfecto que había creado para sí misma. Esa perfección no admitía a nadie que la hiciera sentir y Eric revolucionaba todos sus sentidos. No estaba segura de poder permitirlo. Después de aquello le habían asegurado que el tiempo acomodaría su existencia, pero lo único que había hecho el tiempo era arruinarla un poco cada día. Para las relaciones interpersonales se consideraba un fiasco y lo sabía, por eso solo le restaba ser la mejor en sus relaciones laborales.

Sacudió su cabeza y se puso en modo ejecutiva al entrar a la multinacional para la que trabajaba.

- Buenos días, Dánae, esta mañana no me pases llamadas y que nadie nos moleste, ¿sí?- le ordenó a su secretaria antes de entrar rápidamente en su oficina.

- Sus deseos son órdenes, boss. - contestó ella e hizo al mismo tiempo la venia militar. La divertía con sus ocurrencias y Daphne creía que por eso era su amiga: porque era en todo opuesta a ella.

Miró la pantalla de su Iphone y el no hallar ningún mensaje la decepcionó. ¿Acaso estaba esperando que Eric se comunicara? Movió su cabeza, negando, y se concentró en releer las propuestas que tenía para exponer ante su jefe esa mañana. El trabajo siempre anulaba en ella cualquier otro pensamiento, inclusive el rostro de un hombre tan apuesto.

Su día pasó sin siquiera notarlo y hacia las tres de la tarde Dánae tocó muy suavemente la puerta de su oficina. La reunión con André en la mañana había sido difícil, pues su jefe era un hombre complejo. Después de semejante sesión, ella no tenía humor para conversar con nadie.

- ¿Qué sucede?- le preguntó con cara de pocos amigos. Sabía que no debía descargar sus frustraciones con gente que no estaba relacionada, por lo que intentó suavizar su expresión cuando su secretaria se acercó a su escritorio.

- Eso mismo iba a preguntarle, querida amiga. ¿Por qué no me dijiste que conocías a un bombonazo como el que hoy se presentó queriendo verte? Aún estabas en reunión, por eso ni me molesté en anunciarlo. ¿Quién es? Ojos celestes, cabello castaño, físico impecable...

- Debe ser Eric - dijo y fingió leer unos documentos para que Dánae no notara su turbación. Solo pronunció su nombre y su corazón ya corría desbocado, el muy traidor. - Eric Carson, un amigo de la infancia con el que choqué la otra noche en Cronos...

- ¿Y? - insistió Dánae al tiempo que le quitaba los papeles de las manos. Conociéndola, no iba a claudicar hasta que Daphne contara todo.

- Nada. Nos encontramos ayer domingo mientras hacíamos ejercicio en el parque. Pasamos un buen momento de amigos tomando un café y conversando.

- ¿Nada más? ¡Me mientes, Daph! La única amiga que tienes soy yo. ¿De veras es solo un amigo?

- Solo amigos. - contestó, ya tensionada y tratando de olvidar el maravilloso beso que habían compartido.- Ahora, si no necesitas más nada...

- Te dejo con tu trabajo. Antes, tienes que prometerme algo.

La observó ya con hastío en su semblante y preguntó de mala gana: - ¿Qué cosa?

- Que si la amistad que tienes con ese ejemplar masculino no pasa de eso, me darás su número. - pidió Dánae con una gran sonrisa pícara en su rostro.

Daphne asintió, tratando de ignorar todo el tiempo los ¿celos? que carcomían su interior. Cuando por fin llegó a su departamento, la soledad la envolvió y prendió su teléfono, que había apagado todo el día. Vio en la pantalla la notificación de dos audios de voz en whatsapp:

"Hola Daph, hoy pasé por Chavanier. Discúlpame si fui muy invasivo, pero necesitamos hablar... "

Sin titubear, lo borró. Era evidente que ese hombre era de los que actuaban sin pensar. No sabía si enojarse o caer en sus brazos cual damisela en peligro. En honor a la verdad le agradaba más la segunda opción.

La notificación de un segundo audio encendió la pantalla nuevamente:

"Si quieres tiempo para pensar, te lo daré, pero no quiero que las cosas queden así entre nosotros. Cuando quieras, llámame"




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