Una Inesperada Tarde De Domingo

Capítulo 12: Amenaza

Porque cada vez que inspiro, te respiro

Y mi corazón late una vez más

Cariño, no puedo evitarlo

Quiero seguir ahogado en tu amor.

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Cuando Daphne volvió aquella tarde a Chavanier Cosmetics luego de haber almorzado con Dánae, se encontró con Patricia, la secretaria de André, esperándola en la puerta de su oficina.

- Buenas tardes, señorita Crisall - la saludó la mujer, mientras se acomodaba sus gafas -. El señor Chavanier quiere verla de inmediato en su oficina, si hace el favor de acompañarme...

Patricia señaló con su mano el ascensor y Daphne no tuvo más opción que seguirla. Le parecía en extremo sospechosa esa reunión y no quería ni pensar en qué nuevo asunto se hallaba la cabeza loca de André.

- ¡Oh, ma petit Daphne, ya estás aquí! - la recibió su jefe, dándole dos besos en el rostro. Daphne no supo si era buena o mala señal...

El presidente de la compañía se sentó y llamó a Diego Soto para que le hiciera unos masajes, porque decía estar "hiperestresado". Diego ingresó minutos después a la oficina con una gran sonrisa en el rostro.

- Bueno, querida - comenzó al fin André -, quería comunicarte que con Diego viajaremos a las Bahamas. Todo el trajín de las últimas campañas me tiene muy alterado y necesito algo de paz.

Daphne observó que Diego seguía sonriendo, satisfecho, mientras André rehuía su mirada. Seguramente era todo idea de su amigo; su jefe nunca abandonaba la empresa en épocas de postcampañas, y más aún la última, que después de dos semanas había comenzado a dar pérdidas. Todo aquello le sabía a gato encerrado.

- Es decir que me dejas al frente de la empresa - afirmó, con el ceño fruncido - ¿No has podido avisarme antes, André?

El hombre tomó sus manos, suplicante. Nunca lo había visto así, tan humilde y casi ¿derrotado?

- Discúlpame, querida, fue algo de último momento. Yo mismo te preparé para este día y qué mejor oportunidad que ésta para tomar el mando de Chavanier por algunos días.

Daphne miró las manos de André entrelazadas con las suyas y supo que debía echarse en las espaldas esa responsabilidad. Era quien era en parte (gran parte) gracias a su jefe, y su padre Paul estaría muy decepcionado si ella se mostrara desagradecida frente a una persona que la había ayudado tanto. Además, como bien había señalado André, esta era la oportunidad de su vida y no iba a desaprovecharla.

- Está bien, André, no te preocupes - dijo, decidida - ¿Cuánto tiempo estarás fuera?

André y Diego cruzaron miradas cómplices frente a esta pregunta, detalle que a Daphne no se le pasó por alto y luego fue Diego el que contestó:

- No sabemos, Daph, quizás un mes.

- Está bien, les deseo un muy feliz viaje a ambos.

La pareja dio un fuerte abrazo por turnos a Daphne y ella, cuando salió de aquella oficina, sintió que la carga de esa presidencia interina iba a ser demasiado pesada. Todo olía mal en ese asunto. Ojalá estuviera terriblemente equivocada.

Una vez en su oficina, Daphne observó en su teléfono que tenía dos llamadas perdidas de Eric. Marcó con rapidez su número y pronto escuchó esa voz tan amada.

"Hola, linda. ¿Te molesté con mis llamados?"

"No, para nada, amor, estaba en una reunión con André Chavanier. No vas a adivinar..."

"¿Qué?"

"Estás hablando con la nueva presidente de Chavanier Cosmetics. Presidente interina, al menos."

"¡Oh, Daph, qué alegría! ¿Cómo sucedió?"

"Larga historia, te la contaré esta noche. No pases por mí porque seguramente revisaré documentos hasta tarde. Yo te llamaré cuando esté en camino"

"¿Estás segura? No me gusta que viajes sola a altas horas de la noche..."

"No te preocupes, amor, le pediré a José que me acompañe hasta el estacionamiento"

"Está bien. Yo tendré preparada una deliciosa cena. Te amo".

En cuanto colgó, Daphne llamó a Patricia para que la pusiera al tanto de documentos y otras cosas que debía saber el tiempo que estuviera a cargo de todo. Tenía la convicción de dar lo mejor de sí mientras durara su nueva posición.

 

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Hacía ya hora y media que Eric había llegado al apartamento de Daphne para esperarla. Se había distraído cocinando su plato favorito (y el que mejor le salía): pollo trozado con salsa de champignones y patatas horneadas, pero ya había terminado hacía media hora y los mensajes que había enviado a su hermosa y muy trabajadora novia nunca fueron contestados. Estaba empezando a preocuparse en serio y un mal presentimiento comenzó a instalarse en su ánimo.

Cuando estaba a punto de tomar las llaves y dirigirse hacia el edificio de Chavanier, su teléfono sonó. Eric reconoció en la pantalla el número de Márquez, el detective que había contratado para investigar acerca del ex-novio de Daph. Ese delincuente malnacido...

- Señor...

- Sí, dígame Márquez, ¿tiene novedades acerca de lo que le pedí?

- Sí, disculpe la tardanza, pero esta información me llegó hace un momento... - Si bien su tono de voz siempre sonaba neutro, inexpresivo, el joven pudo notar en el detective un dejo de preocupación. Sus sentidos se agudizaron en cuanto se percató de ello.

- Dígame entonces. - ordenó, ya sin paciencia.

- El señor Leonel Harris escapó hace una semana del correccional en donde se encontraba. Iban a bajarle la pena por buena conducta, pero al parecer decidió tirar todo por la borda.

La respiración de Eric se detuvo y ya no tuvo noción de la realidad. Como en la lejanía escuchó a Márquez hablando al otro lado de la línea, pero sus palabras no llegaban a su entendimiento. Todo lo que hacía era pensar en Daphne, sola en su despacho. Había comprobado que la seguridad de Chavanier era de primerísimo nivel, pero eso no lo tranquilizaba un ápice. Cortó la llamada y salió corriendo hacia el estacionamiento. Parecía un alma que lleva el diablo.




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