Una Inesperada Tarde De Domingo

Capítulo 17: Paternidad

Cada vez que cierro mis ojos, veo tu rostro y me pregunto:

¿Cuando tú cierras los tuyos, piensas en mí?

Ahora me doy cuenta de que te quiero a ti y a ninguna otra

Porque cada vez que cierro mis ojos eres la única a la que veo.

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No podía apartar su mirada de él: era pequeñito, mofletudo, con hoyuelitos en sus mejillas que lo hacían aún más adorable, apenas unos cabellos rojizos cubrían su cabecita y en sus rasgos Eric de alguna manera se reflejaba. Sí, a pesar de que en dos días estarían los resultados del estudio de ADN realizado al bebé,  para Eric Lasalle casi no había dudas de que Laurent parecía más hijo suyo que de la propia Selene, de quien solo había heredado el tono rojizo de su cabello. Quizás solo fueran figuraciones de él, pero en las semanas que había pasado junto a ese hermoso bebé, sus instintos paternales se habían intensificado y ya no le parecía tan incómodo o molesto el hecho de tener un hijo. Aunque el ser padre no hubiera sucedido junto a Daphne, la mujer que deseaba a su lado por siempre.

¡Cómo extrañaba no tener cerca a Daph! Estaba transitando un infierno, pensando en que quizás ella ya lo estaba odiando de manera irrevocable si de casualidad había leído la noticia que había salido publicada en un tabloide de segunda. Esa información había sido convenientemente retirada gracias a algunos contactos que le proporcionaba el dinero, pero de seguro varios de sus conocidos ya estarían preguntándose por su ausencia en la compañía y las fotos de su paseo con Selene y Laurent. Y le resultaría tortuoso tener que soportar la mirada de Daphne cuando la cruzara en Chavanier/ Lasalle. Ya era doloroso estar lejos de ella, aunque la tuviera tan cerca...

En París su vida transcurría de manera monótona: se ocupaba de sus negocios, visitaba a Selene y Laurent en el departamento que había puesto a su disposición y luego cenaba solo. Si bien Jacques Miró continuaba realizando sus tareas de forma diligente y eficaz como siempre, desde que habían llegado a la ciudad pasaba mucho de su tiempo pendiente de Selene. Con mucha sorpresa de su parte había notado que su abogado se quedaba más tiempo del estipulado con ella o quizás ya estaba presente en el departamento cuando Eric llegaba. Esos dos se traían algo entre manos y era curioso para él descubrir que se alegraba por ambos: por Selene porque no era una mujer acostumbrada a estar sin un hombre a su lado; y por su mano derecha Jacques porque ya sabía acerca de su debilidad por su ahora amiga, aunque le resultaba poco viable la mezcla entre su timidez y seriedad con la personalidad avasallante y superficial de Selene. Al parecer, y sonrió para sus adentros mientras lo pensaba, se había equivocado.

Hablando de la imponente pelirroja que quizás fuera madre de su hijo, era notable ver cómo había cambiado con la maternidad: no quería dejar a Laurent ni a sol ni a sombra, a tal punto que había rechazado el ofrecimiento de una nana que Eric le había propuesto con insistencia apenas nacido el niño. Tal compromiso representaba todo un desafío para una mujer que de lo único que se había ocupado hasta ese momento era de ella misma, y sin mucho éxito. Eric le tenía genuino afecto a Selene como una buena amiga y ver ese cambio en ella lo conmovía, más allá de que el niño fuera suyo o no. Parecía evidente que la cuestión del "instinto maternal" resultaba totalmente cierta, a las pruebas se remitía.

 

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Ese día se cumplían ocho semanas del nacimiento de Laurent y también de la fecha en la cual les habían realizado el test de ADN. Uno de sus colaboradores había retirado el resultado que se encontraba dando vueltas en sus manos mientras desayunaba en el restaurant del hotel donde se hospedaba. Las reuniones de este día no le permitirían a Eric hacerle una visita personal a Selene, por lo que decidió llamarla para saber si ella quería enterarse en ese momento del resultado tanto como lo deseaba él.

- ¡Eric, mon chèri, qué gusto escucharte tan temprano! - expresó Selene mientras bostezaba con ganas - Mi pequeño Laurent no me ha dejado dormir bien...

- ¿Está despierto? - Una sonrisa iluminó el rostro de Eric. Adoraba tanto a ese bebé que deseaba de todo corazón que fuera suyo. Aunque eso lo alejara quizás aún más de Daphne.

- Sí, aquí está. Jacques lo carga en este momento...

- ¿Jacques, mi abogado? ¿Está allí también? - preguntó, y su tono no fue de alegría, sino más bien de extrañeza. La familiaridad con la que se trataba ese par le gustaba, lo que no le agradaba era que no le aclarasen de una vez por todas qué sucedía entre ellos...

- Sí, es mi amigo, Eric. Puede venir cuando quiera...

- Tienes razón, perdona mi intromisión. - dijo con una sonrisa. Esa mujer siempre había sabido ponerlo en su lugar. Si no hubiese amado tanto a Daph, de seguro habría terminado casado con Selene. - Tengo los resultados de ADN en mis manos. ¿Quieres que te los lea?

- ¿Ahora? ¿No pasarás hoy por aquí, querido?

- Me es imposible, Selene. Tengo compromisos muy importantes y hasta la madrugada no creo que termine.

- Está bien, entonces. Te pondré en altavoz, para que Jacques también lo escuche...

- ¿Por qué tiene que escucharlo Jacques? - preguntó como un niño con berrinche.

- ¡Porque quiero, Eric! Dilo ya, por favor.

- Después quiero hablar con usted, señor Miró - ordenó con sequedad - Mañana, durante el desayuno en mi hotel.

- Sí, señor - le contestó el hombre con sumisión. Escuchó resoplar a Selene y entonces abrió el sobre, con sus manos temblorosas como pocas veces en su vida.

- 99,999997 por ciento de compatibilidad. Soy el padre de Laurent, Selene.

El grito que provino de la garganta de la mujer casi lo dejó sordo del oído derecho, donde tenía el celular. Dos lágrimas amenazaron salir cuando escuchó los llantos entremezclados de madre e hijo. Eric nunca pensó que se podía ser tan feliz con algo que no había planeado en su vida: tener a su primer hijo con alguien que no fuese Daphne Crisall.




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